Gregory Peck, uno de los nuestros: todo sobre el rodaje de «Moby Dick» en España


El lunes 12 de junio de 2023 se cumplieron 20 años del fallecimiento de la estrella de Hollywood Gregory Peck, que rodó “Moby Dick” en Las Palmas de Gran Canaria la Navidad de 1954. La noticia de su fallecimiento en junio de 2003 espoleó la investigación sobre el rodaje más importante en Canarias en el siglo XX. Por primera vez compilo en un texto toda la información que se sabe sobre la filmación.

No hay estrella de Hollywood más refulgente que haya visitado las Islas Canarias para trabajar en el siglo XX como el californiano de La Jolla Gregory Peck, que el lunes 12 de junio hizo justo 20 años que falleció, en 2003, a consecuencia de una neumonía. Tenía 87 años. A Canarias vino con 38 años. Hablamos de estrella varón, porque si hablamos en femenino, ahí tenemos a Rita Hayworth, que rodó en Lanzarore “La route de Salina” (Georges Lautner, 1971). Pero en actores, el protagonista de títulos como “Matar a un ruiseñor” (Robert Mulligan, 1962), que menuda autoridad puso sobre la mesa Peck para encarnar al inolvidable abogado Atticus Finch, no tiene rival. Tan cercano y amable debió ser el actor durante su estancia en Las Palmas que entre las clases populares se le empezó a llamar Gregorio Pérez. Y así quedó para siempre, era como hacerlo uno de los nuestros.

Monográfico sobre Gregory Peck en la colección de los años 50 Ídolos del cine / ARCHIVO LUIS SERRANO

En los archivos del sastre Luis Serrano, fallecido hace unos meses, uno de los principales coleccionistas de cine de Canarias -estará ahora guardando recortes en el cielo-, se puede leer la noticia del alboroto que supuso, en el aeropuerto de Barajas, en Madrid, la llegada de la estrella. La información contaba que hacía escala para dirigirse a Canarias al rodaje de la “Moby Dick”, basada en la novela de Herman Melville sobre el mítico cachalote albino, el Don Quijote de La Mancha de la literatura estadounidense. No era un rodaje menor, hoy sabemos que en Las Palmas de Gran Canaria se rodaría la escena más importante del filme, la de la caza del cachalote albino; la secuencia final del personaje de Ismael (Richard Basehart) flotando asido al ataúd construido para su amigo el caníbal Quequeeg (Friedrich von Ledebur); y planos sueltos del capitán en la cubierta del barco Pequod. Por la colección de autógrafos de Juana (Jane) Bravo de Laguna Blandy sabemos que los otros actores que se desplazaron a Las Palmas fueron Seamus Kelly (Flask), Leo Genn (Starbuck), Harry Andrews (Stubb), Edric Connor (Daggoo), Tom Cleeg (Tashtego) y Bernard Miles (Manxman).

En esta pequeña libreta de Juana Bravo de Laguna Blandy están los autógrafos que acreditan la presencia de los actores de «Moby Dick» en España / OAC

Todo lo anterior y lo que sigue lo sabemos por la muerte de Gregory Peck en 2003. Porque ese fallecimiento fue la espoleta que me lanzó a indagar en un rodaje que, intuía, hasta ese momento no se había puesto en valor como merecía. Estaba harto de oír siempre la misma cantinela contada de distinta forma por personas que nunca habían estado allí. De los que entonces me hablaban, la única referencia válida era el coleccionista Andrés Padrón, quien había visto todos los días a Gregory Peck sentado en el bar de Juan Pérez mientras él, que entonces contaba con 14 años, se dirigía al colegio de Doña Librada en La Puntilla, al final de la playa de Las Canteras. Padrón no conserva hoy ninguno de los “casi cincuenta autógrafos” de Peck que consiguió durante esos días. Ni que decir tiene que, con ese precedente, Andrés Padrón se ha convertido con el paso de las décadas en uno de los principales coleccionistas españoles de cine, si no el principal.

De Padrón procede también la historia de la jovencísima y anónima joven rubia de La Isleta que enamoró al actor Leo Genn, relación que no fructificó por la negativa de sus padres. Los del cine arrastraban, arrastran, tremenda fama de libertinos. Aunque Padrón era todavía casi un niño, recuerda perfectamente la construcción de la maqueta en una carpintería de la calle Rosarito, la trasera de lo que hoy es el Edificio Mapfre.

En noviembre de 1954 se dio por finalizada la construcción de la maqueta de «Moby Dick» en unos talleres de carpintería de la Casa Miller en la calle Rosarito de Las Palmas / ARCHIVO LUIS SOCORRO

Así que empecé a trabajar en conocer la verdad de aquel rodaje. En el primer artículo que publiqué sobre el tema, el 19 de julio de 2003 en el periódico La Provincia, pude hablar con Antonio Quevedo, de los canarios que trabajaron en el equipo de producción local, para controlar los viajes de los taxistas contratados, y con Carmen Zumbado, hija de la maestra Doña Librada, testigo privilegiado de la presencia de Gregory Peck en Las Palmas porque vivía en aquellas casas de balcones colgantes sobre el mar que había en La Puntilla, cuyos bajos están ocupados por instalaciones del Club Victoria.

En esas casas también vivía mi abuela Rita Suárez Morales, hermana del primer fusilado por el franquismo, Eduardo Suárez Morales. De ahí que hoy dé nombre a la plaza que ocupa ese mismo espacio. Años más tarde, en 2009, tuvo la oportunidad de conocer más en profundidad a Carmen Zumbado cuando escribí el libro sobre el exhibidor y distribuidor de películas Francisco Melo Sansó, su marido, que titulé “El sueño del Monopol”. Gracias a esa experiencia, comprendí que Zumbado fue tan importante como Melo en el devenir de la historia del cine en Canarias, pero era mujer y en esos tiempos ellas se mantenían a la sombra de sus maridos en un obligado segundo plano.

Zumbado relataba la impresión que le causaba ver pasar cada mañana a Gregory Peck al rodaje bajando a la playa de Las Canteras por delante de su casa, a veces con la pata de palo que lucía en la película. También, que utilizaron el llamado Club de los Millonarios, sociedad ubicada en la planta alta del bar de Juan Pérez, como sala de maquillaje y peluquería, y que el mencionado bar era utilizado también por técnicos y actores como punto de encuentro y refrigerio. El bar de Juan Pérez estaba ubicado donde hoy está el restaurante La Oliva.

Quevedo, por su parte, daba el dato de que solo los artistas principales (Gregory Peck, John Huston, Leo Genn y Richard Basehart) se alojaron en el hotel Santa Catalina. El resto del equipo dormía en el hotel Parque, entonces de los principales de la ciudad. Se contrataron siete taxis para los traslados del equipo. Quevedo cobraba tres libras esterlinas diarias, “que entonces era mucho dinero”. A los taxistas se les pagaba cada día según el kilometraje recorrido. Cada día, desde las cinco de la mañana, Gregory Peck ya estaba en la sala de maquillaje, pues debían hacerle la cicatriz que le cruza de arriba abajo el lado izquierdo de la cara. El actor Friedrich von Lebedur llegaba a una hora antes, pues había que trabajar sobre los tatuajes que lucía por todo su cuerpo. Antonio Quevedo también recuerda los visionados mudos del filme en el cine Avellaneda del barrio de Vegueta, hoy teatro Guiniguada.

Ray Bradbury

Ese primer articulo ya determinaba, desde el título, “Un regalo de Navidad”, algo que aún nadie había fijado correctamente, que la película estrenada en 1956 en EEUU (en 1958 en España, lo sabemos por un recorte de Luis Serrano) se había rodado en las fechas navideñas de 1954, entre diciembre de ese año y enero de 1955, y que unos meses antes, en septiembre, se habían empezado a realizar los trabajos de construcción de la réplica del cachalote albino en el Puerto de La Luz. También adelantaba una de las conclusiones que puedo confirmar después de 20 años de investigaciones: que “Moby Dick”, película dirigida por John Huston, protagonizada por Gregory Peck, escrita por Ray Bradbury y John Huston, fotografiada por Oswald Morris, es el rodaje más importante de Canarias en el siglo XX y, por extensión, uno de los eventos culturales más importantes las islas en el mismo período de tiempo. Y eso que Canarias no aparece en la película, pues de las Islas “Moby Dick” solo muestra sus mares, cielos y horizontes.

“Moby Dick” es el rodaje más importante de Canarias en el siglo XX y, por extensión, uno de los eventos culturales más importantes las islas en el mismo período de tiempo.

Se ha esgrimido como un desprecio hacia la importancia de este rodaje, en mi opinión de forma maledicente, que el nombre de Canarias no aparezca en los créditos del filme, pero lo cierto es que esos eran los usos y costumbres de las producciones de Hollywood en los años 50. Antes de empezar el filme, Huston agradece personalmente a tres sociedades científicas norteamericanas y a los pescadores de Madeira, en todos los casos por su ayuda para documentarse sobre la caza de ballenas.

Terminé hace unos meses el libro “Sombras verdes, ballena blanca” (1992) que escribió el Ray Bradbury sobre los siete meses que le llevó el proceso de escritura del guion de la película con John Huston en Kilcock, pequeña localidad en el este de Irlanda, donde vivía el director. Debo el privilegio de tenerlo en mis manos al trabajador del Patronato de Turismo del Cabildo de Gran Canaria Fernando Díaz.

El guion de “Moby Dick” fue el más importante de la carrera de Bradbury. Por él fue nominado al Oscar de Hollywood. El volumen, Premio Nacional del Libro en Estados Unidos por su contribución a las letras norteamericanas, es un hermoso homenaje al país de San Patricio que, sin embargo, aporta poco para los rastreadores de datos. Sin embargo, uno me llamó la atención. Y es que, al poco de aterrizar en Irlanda, el joven guionista, de 33 años, entonces un escritor relativamente poco conocido, ya afirma saber que la filmación se llevará a cabo “bajo el caliente sol de las islas Canarias en algún momento del año siguiente”. Es decir, da a entender que el rodaje en las islas se sabía antes de empezar a escribir el guion. Este dato contradice las versiones que dicen que la elección de las islas se produjo, como el propio Huston cuenta en sus memorias, “A libro abierto” (1989), por la rotura de varias réplicas del cachalote durante el rodaje frente a las costas de la localidad pesquera de Fishguard (Gales).

John Huston interpretó que las enormes dificultades del que califica en sus memorias como su rodaje más complicado eran por la “resistencia de Dios. La película, como la novela de Herman Melville, era una blasfemia”.

Me inclino a dar más validez a Huston, que además de director fue productor del filme. Es probable que Bradbury, en su libro -publicado 39 años después de su trabajo- haya confundido los datos, mezclándolos. “Moby Dick”, además de en Fishguard y Gran Canaria, tuvo como escenarios de rodaje los estudios Shepperton y ABC de Londres y Youghal (Irlanda). La película, producida por Moulin Productions y distribuida por la multinacional hollywoodiense Warner Bros., costó más de siete millones de dólares, encareciéndose casi tres millones de dólares sobre lo inicialmente presupuestado. John Huston interpretó que las enormes dificultades del que califica en sus memorias como su rodaje más complicado eran por la “resistencia de Dios. La película, como la novela de Herman Melville, era una blasfemia”, escribió. Recaudó 10,4 millones de dólares, el más taquillero del año en Estados Unidos, aunque decepcionó a una parte de la crítica.

Merece aquí tenerse en consideración que la opinión de la crítica, en muchas ocasiones, es producto de las modas contra las cuales, paradójicamente, suele posicionarse, y que siempre está sobredimensionada, en el caso del cine más que en las demás artes por el esfuerzo, humano, económico, que supone hacer una película. A pesar de eso, John Huston recibió por “Moby Dick” el premio al mejor director del Círculo de Críticos de Nueva York.

Veronique Passani

Gregory Peck llegó a Las Palmas en avión en diciembre de 1954, pero buena parte del equipo lo hizo en hidroavión, pues ese servicio aún estaba operativo entonces en el Puerto de La Luz. Así que, muy probablemente, amerizando llegó todo ese ejército de técnicos y carpinteros para construir la tercera réplica del cachalote albino en La Luz, una tropa que, como recuerda Francisco Correa, administrativo de la Casa Miller que tradujo las directrices de Mr. Jolly en los talleres Hull Blyth de la Compañía Carbonera, al poco de llegar se volvieron a sus lugares de origen cuando la productora descubrió que en el puerto había un plantel de carpinteros de ribera con capacidad sobrada para ejecutar el trabajo. Así, esa tercera réplica del mítico cachalote, la que finalmente ha sido su principal representación en el cine, se forjó con las manos y músculos de una setentena de profesionales canarios a las órdenes de James Stuart Jolly, el ingeniero escocés que, al parecer, había sido traído desde La India por la Casa Miller para ponerlo al frente de su empresa de reparaciones navales.

Veronique Passani y Gregory Peck en Las Palmas / OAC

La maqueta consistía en un artefacto de 30 metros de largo y 20 toneladas de peso construido con hierro, madera y látex sobre una barcaza llamada chata, embarcación que servía para llevar agua a los barcos fondeados. La precisión de esos datos se la debemos a uno de sus constructores, Juan Socorro. De esos profesionales, Pedro Vázquez, que hoy cuenta con 90 años y cinco meses, es el único vivo. En los últimos años, Vázquez ha intentado en vano que el ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria rinda a este rodaje el tributo que merece. Yo mismo lo intenté hace 10 años, también sin éxito.

Pedro Vázquez ha conservado estos 70 años una pelota formada con el mismo látex que dio forma al cachalote. La corporación municipal que logre romper el maleficio en torno al reconocimiento de este rodaje en la ciudad no solo habrá subsanado una flagrante injusticia –la única referencia al rodaje en la ciudad, en la plaza Eduardo Suárez Morales, es claramente insuficiente y ha partido de una iniciativa privada-, sino que se ganará la gratitud de quienes participaron y vivieron de cerca el acontecimiento y sus descendientes. Reconocer la importancia del rodaje es estratégicamente vital para una ciudad moderna y avanzada, mucho más en el contexto del bum de rodajes de cine en Canarias desde 2008 por los incentivos fiscales.

El cuerpo del cachalote no fue lo único que se construyó para la película. Además, en el puerto se construyeron tres decorados más: la cola del cachalote gigante, una sección del lomo del animal, montado en un lateral sobre una balsa, y una sección de la cubierta del Pequod, sobre otra balsa. También se construyeron tres botes balleneros de dos puntas, pues así eran los que se usaban para la captura de cachalotes gigantes en la mitad del siglo XIX en que se sitúa la obra maestra de Melville.

En los últimos diez años, dos iniciativas han intentado en vano que el ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria rinda a este rodaje el tributo que merece. La corporación que logre romper el maleficio no solo habrá subsanado una flagrante injusticia, sino que se ganará la gratitud de quienes participaron y vivieron de cerca el acontecimiento y sus descendientes.

Gregorio Pérez llegó a Las Palmas después rodar la comedia romántica “Vacaciones en Roma” (William Wyler, 1953) en Italia, con Audrey Hepburn como compañera de reparto, una de sus películas de referencia. Las otras son, además de “Moby Dick”, “Matar a un ruiseñor”, por la que ganó el único Óscar de su carrera, «Recuerda» (Alfred Hitchcock, 1945) y “Duelo al sol” (King Vidor, 1946). En “Moby Dick”, Peck debía encarnar a un personaje muy distinto a sus papeles habituales, un tipo maniático, amargado, obsesionado, vengativo, iluminado y tan persuasivo que era capaz de llevar a toda su tripulación al desastre incluso después de su propia muerte. Ingrid Bergman, Jennifer Jones, Lauren Bacall, Sofía Loren, Ava Gardner fueron algunas de las actrices con las que trabajó el californiano. En “Moby Dick”, con un reparto formado íntegramente por hombres, compartió pantalla con Orson Welles, que interpreta al Padre Mapple en el arranque de la película.

Las noticias de la prensa sitúan la llegada de Gregory Peck a la ciudad en torno al 17 de diciembre de 1954. Peck, que estaba casado con Greta Kukkonen, una peluquera finesa que trabajaba en el cine a la que había conocido en 1942, había entablado relación con el que sería el gran amor de su vida, la periodista francesa Veronique Passani, durante el rodaje en Italia de “Vacaciones en Roma”. El primer encuentro de ambos había sido en 1953 en París, donde ella le había entrevistado para France Soir. Passani acompañó a Peck al rodaje en Las Palmas, aunque por discreción ocupaban habitaciones distintas en el Hotel Santa Catalina. Pérez se divorció de Kukkonen el 30 de diciembre de 1955 y un día después se casó con Passani, con la que vivió los restantes 48 años de su vida.

El 14 de enero de 1955 Gregory Peck se afeitó en Las Palmas la característica barba del Capitán Ahab. / ARCHIVO DIANA PAVILLARD

El Noticiario Cinematográfico Español del franquismo, conocido por No-Do, exhibido hasta 1977 antes de las películas en los cines, dedicó uno de sus reportajes al rodaje en Las Palmas. La importancia del acontecimiento era obvio. En esa filmación, realizada por el camarógrafo canario David J. Nieves, asistimos a uno de los hitos culminantes del rodaje, el afeitado de la característica barba del Capitán Ahab sobre un barco nada más terminar el rodaje, el 14 de enero de 1955. El actor había mantenido ese característico aspecto al menos 10 meses. El barbero fue César de Llanos Santana, de Cruz de Piedra.

Diana Pavillard

El último tesoro descubierto del rodaje de la película -auguro que no el último- es la colección de fotos que se encontraba en el altillo de un ropero de la casa de Diana Pavillard y que esta, nieta de Mr. Pavillard, propietario de la otra gran casa inglesa de Las Palmas, la Casa Elder, se había animado a buscar tras una conferencia que yo había ofrecido días antes en el Club Inglés de la ciudad por invitación de Margarita Bravo de Laguna Blandy. Para los lectores más jóvenes, los foráneos e inmigrados apunto aquí que la inglesa es la comunidad histórica más importante de Las Palmas de Gran Canaria, a ella le debe la ciudad nada menos que la construcción del puerto de La Luz, en 1883, la primera red de alcantarillado moderno y la primera central eléctrica. Alemanes, indios, colombianos, cubanos, saharauis, marroquíes, mauritanos e italianos, entre otros, han ido aumentando esa influencia de latitudes diversas que siguen enriqueciendo la ciudad.

Rodaje de «Moby Dick» con el perfil de Las Palmas de Gran Canaria al fondo. / ARCHIVO DIANA PAVILLARD

De la fantástica colección de 43 fotos de Diana Pavillard destacan dos grupos. Por un lado, las de miembros del equipo de rodaje subido a lomos de la réplica del cachalote en alta mar, con el perfil de la ciudad de Las Palmas a lo lejos, una imagen poderosa, de gran fuerza poética. Como recordaba Amalio Barrera, marinero en las embarcaciones que apoyaban a la filmación de la ballena blanca en alta mar, estas se producían “a milla y media por fuera del Muelle Grande”. En una entrevista que le realicé para La Provincia en 2014, recordaba que, por el lado de naciente de la ciudad, el rodaje se llevaba a cabo de nueve de la mañana a cinco de la tarde. “En un yate pasaban todo el día Peck y Huston, procedentes del hotel Santa Catalina. En la embarcación de recreo desayunaban y almorzaban con comida que se traía del hotel Parque”.

Al rodaje también venían las falúas de la Casa Miller: la Teror, la única que no había sido desguazada (que entonces aún conservaba Barrera, con el nombre cambiado de María Luisa), el Mirlo y el Cory. Desde las falúas se lanzaban los chorros de agua a distancia sobre el cachalote, pues habían sido equipadas con unas bombas de agua para hacer temporales.

Además, los acompañaba el remolcador Gran Canaria, patroneado por José Carvallo (según apunte de su nieto, Juan Antonio Carvallo), que se fondeaba unas veces dentro de puerto y otras en las Alcaravaneras con el cachalote amarrado por la popa gracias a un grillete que tenía debajo del agua, y por el cual se jalaba. “El cabo tendría unos setenta metros, para que no se viera”. Como recordaba Barrera, “al remolcador se le decía: “¡Dale una pala avante!” y entonces se paraba y el cabo se hundía y no se veía más sino la ballena. Era cuando se rodaba”.

En el material encontrado por Diana Pavillard estaban también las fotos del combate de boxeo celebrado en un ring levantado sobre el espacio que solía ocupar la gallera del Cuyás, situada en lo que hoy es el patio del Teatro Cuyás. Ocurrió el 31 de diciembre de 1954, un año antes justo de la boda entre Peck y Passani, y en ellas se ve a Gregory Peck ejerciendo entonces de Gregorio Pérez, como entrenador de uno de los contendientes. El combate, de carácter benéfico, se organizó con el fin de recoger fondos para destinarlos a los niños más desfavorecidos de la ciudad. Los púgiles eran el los actores Edric Connor y Tom Cleeg. También John Huston y Harry Andrews, como muestran las imágenes, ejercieron de entrenadores. Antonio Quevedo, que estuvo presente, afirma que, para empezar el show, Edric Connor interpretó la canción “Ol’ Man River”, popularizada por la película “Magnolia” (George Sidney, 1951).

El combate de boxeo benéfico celebrado en lo que hoy es el patio del Teatro Cuyás fue el 31 de diciembre de 1954. / ARCHIVO DIANA PAVILLARD

Precisamente, horas antes del histórico combate fue cuando se soltó el cable que unía la maqueta de Moby Dick con el remolcador, poniendo en serio peligro el rodaje. Para evitar un nuevo destrozo como los que ya se habían producido durante el rodaje en Gales, John Huston, director de películas fundamentales como “El halcón maltés” (1941), “La Reina de África” (1951) y “Dublineses” (1987), se introdujo entonces dentro del cachalote a la deriva por una escotilla con una botella de whisky. Lo escribe en sus memorias. “Hasta el año que viene”, les dijo a los que estaban fuera después de “saludar militarmente a la tripulación y dar un largo trago”. Ya no solo se trataba de recuperar la maqueta, también había que salvar al director. Superando las grandes olas que levantaban la maqueta fuera del agua y la dejaban caer de golpe, la proeza se logró gracias a la pericia del ayudante de dirección irlandés Kevin McClory y su asistente, el barcelonés Isidoro Martínez Ferry, campeón de natación. Antonio Quevedo especula con que también pudo haber participado otro destacado nadador del equipo, el canario Roberto Taylor, nacido en Inglaterra, que trabajaba ayudando a traducir del inglés las instrucciones al equipo canario.

Anécdotas

Las fotos de Diana Pavillard también muestran una imagen hasta entonces desconocida de Gregory Peck en Las Palmas, en lo alto de una gran balsa vestido con el chaquetón y sombrero característicos del Capitán Ahab, delante de unas maromas que cuelgan sujetas a poleas de madera, simulando un fragmento del Pequod. De Gregorio Pérez se recuerda lo guapo y alto que era (superaba el metro noventa). Así lo han afirmado los muchos que se desplazaron para verlo en La Puntilla o por Triana, donde se formó un pequeño tumulto cuando se corrió la voz de que estaba comprando productos de artesanía con Veronique Passani en la tienda Drago, en el número 9 de la calle Clavel, propiedad de Vicente Mujica Jiménez-Trinidad.

Gregory Peck y Mari Carmen Benjumea en una fiesta en el hotel Santa Catalina. / OAC

Se recuerda su poderosa presencia en recepciones en el hotel Santa Catalina. En la foto más conocida se lo ve con Mari Carmen Benjumea, de las mujeres más guapas de la clase alta de Las Palmas. En el bar del Club Inglés pasó muchas tardes con John Huston y también se le recuerda, en las pausas del rodaje, jugando al póker con Huston en el yate de apoyo al rodaje, con muchos dólares sobre la mesa. Quien lo afirma es Manuel Márquez, que vivió una de las experiencias de su vida con nueve años cuando fue contratado como extra en el papel del grumete. Su hermano, dos años mayor, lo acompañaba al rodaje y se había lanzado al mar a recuperar billetes que una traicionera racha de viento había echado a volar. “Recibió la mayor propina de su vida”, rememoró Márquez, que también recuerda el bañador “milagroso” que le proporcionaron a él, pues aún no sabía nadar, y que, al contacto con el agua, se transformaba en un salvavidas. Otro recuerdo de las personas que pasaron por La Puntilla a curiosear era la impresión que les causaban las lentillas de colores que uno de los actores se ponía y quitaba para asombro y risas de la chiquillería.

Otra de las anécdotas se produjo porque el rodaje coincidió con un partido de fútbol del Real Madrid contra Las Palmas. La filmación se encontraba ese día a tres millas de la costa, excepcionalmente lejos porque grababan sonido, en unos magnetofones, según Amalio Barrera, “grandes como ruedas de camiones”. Resultaba que el capitán del barco y el maquinista querían ver el fútbol. Era el año 1954 y el Real Madrid contaba con futbolistas de la talla de Di Stéfano, Puskas y Gento. “Entonces mi padre me dijo que los llevara a la playa de las Alcaravaneras. Antes en la parte sur de esa playa había un muellito, y allí los solté, y apuntando hacia donde estaba el Estado Insular les dije en inglés: Camina this way, in fron’. Llegaron al partido, se cumplió con todos.”

Gregory Peck con tres mujeres isleñas / ARCHIVO AMOR GIMÉNEZ

Entre fiestas en el Club Victoria de Las Canteras, recepciones con el cónsul inglés Gerardo Miller, intempestivas visitas de madrugada a la casa de lenocinio más famosa de la época, en el barrio de Ciudad Jardín, juergas que empataban un día con el siguiente y saques de honor el mismo día de Navidad en el Estadio Insular -que había sido construido hacía diez años, el ramo se lo entregó Tere Fuentes, hija del industrial Eufemiano Fuentes-, se produjo la madre de todas las anécdotas del rodaje, la del piano del hotel Santa Catalina que terminó rodando escalinatas abajo de uno de sus salones. Fue por una apuesta entre forzudos ingleses y canarios, en estado de embriaguez, por ver quién era capaz de cargarlo. La anécdota dio tanto pie a las exageraciones que he llegado a escuchar que el piano acabó volando por uno de los ventanales del hotel.

Todos estos cuentos diferencian el rodaje de “Moby Dick” de los actuales. Entonces llegó a la misma ciudad abierta, pero fuertemente reprimida bajo el corsé del franquismo y empobrecida como todo el país por las consecuencias de la guerra civil, que había terminado 16 años antes. Las Palmas tenía entonces 180.000 habitantes. El contraste con un equipo que representaba lo más avanzado de una poderosa industria trasnacional era muy grande, a mí me gusta decir que es como si hoy nos visitaran extraterrestres. Las oportunidades que generó fueron importantes. Como contó el trabajador y artesano del puerto Juan Márquez, el látex que se trajo para la construcción del cachalote no se había visto nunca en Las Palmas, y desde el rodaje empezó a utilizarse con frecuencia en la ciudad. Manuel Pérez González, hijo del boxeador local Carreta, contaba cómo gracias al rodaje en el popular y humilde barrio de La Isleta se pudo comer mucha carne de res. Y es que la producción la pedía como cebo para atraer a las gaviotas que debían revolotear alrededor de la escena, sin saber que la gente del popular barrio se la quedaba para comérsela en casa y al mar echaban las sobras del pescado.

La sabrosa colección de anécdotas se completa por la aportada por César Díez, sobre el incidente que provocó el director John Huston en casa del gobernador civil, el falangista Santiago Guillén Moreno. Cuentan que Huston se cogió tal cogorza en un almuerzo, que terminó debajo de la mesa besándole los pies a la esposa de Guillén. Díez es quien conserva el más preciado objeto del rodaje que queda, el modelo del cachalote blanco en 1,35 metros de largo y 45 centímetros de ancho, que se trajo a Gran Canaria para, a partir de él, construir la maqueta. También conserva las fotos del proceso de construcción de la ballena en los talleres de Carbonera Canaria, que incluyen la botadura con champán del cachalote, a cargo de la niña Amalita Guillén, hija del gobernador civil, tras casi dos meses de trabajo.

El autor de este texto sujeta la reproducción a 1,35 metros de Moby Dick, preparando un programa de Canal Arte Francia con el que colaboró. / OAC

Agencia Magnum

Otro de los hitos del rodaje lo descubrí por un reportaje en El País Semanal sobre una exposición en Madrid de la Agencia Magnum, agencia internacional de fotografía fundada, entre otros, por Henry Cartier Bresson y Robert Capa. Así supe el nombre del fotógrafo de las imágenes sueltas que habíamos vistos del momento, Erich Lessing, y que hasta entonces nadie había hilado como procedentes de la misma cámara fotográfica.

Así, también, pude acceder al total de esa fantástica colección de 24 fotografías de gran calidad, parte de las cuales fueron publicadas en el semanario francés Paris Match en un especial sobre el rodaje. Sobre todas ellas destaca una en las aguas de la bahía del Confital. En ella se aprecia al director de fotografía Oswald Morris, sentado sobre un extensible en la popa de una de las barcas balleneras que perseguían a Moby Dick, con el aparatoso equipo de cámara protegido con un cristal inclinando tanto la embarcación que el trasero de Morris queda hundido bajo el agua. Morris había trabajado con Huston en “Moulin Rouge” (1952) y es responsable de filmes como “Lolita” (Stanley Kubrick, 1962), “El violinista en el tejado” (Norman Jewison, 1971); y “Los cañones de Navarone” (J. Lee Thompson, 1961), también protagonizado por Gregory Peck.

Rodaje de «Moby Dick» en la bahía del Confital / ERICH LESSIING-MAGNUM-OAC

Gregory Peck rodó en Las Palmas de Gran Canaria la secuencia más importante de la película, la de la caza de Moby Dick, que ocupa los últimos trece minutos de película hasta el “Finis” con que se cierra el filme sobre una imagen del mar de la bahía del Confital. En ella, al grito de “¡Por ahí resopla!”, el capitán ordenaba la persecución del animal, el lanzamiento de arpones desde las barcas de apoyo y, una vez comprobado que estos no hacían efecto sobre el monstruo, encaramarse él mismo sobre el animal y clavarle hasta el mango el arpón. Lo hace una y otra vez, gritando, envuelto en la sangre que mana del animal y la lluvia provocada por las olas que levanta el cachalote en su agitación. Pero Moby Dick es indoblegable y acaba hundiéndose en el océano con el Capitán Ahab enganchado en los cabos de los mismos arpones usados para la caza. El mar queda en calma. Algunas gaviotas sobrevuelan graznando. Y, cuando los marineros daban por perdido a su capitán, este vuelve a emerger, muerto y enredado en los cabos.

La compleja escena se rodó una parte en aguas de la bahía del Confital y otras en el naciente de la ciudad. Contó con la participación de figurantes locales que hacían de marineros de las barcas en las tomas lejanas. La de Peck sobre el lomo del animal se hizo en el naciente sobre el decorado que simulaba una sección del lomo del cetáceo. Este contaba con un sistema mecánico accionado por un maquinista que hacía que Peck se hundiera y emergiera del agua. En esos planos cercanos quien rodaba era el propio Peck, no se acudió ni al muñeco traído para el rodaje ni al doble que el actor tenía para las escenas lejanas. Al acabar la secuencia ese día, la estrella agradeció al operario canario encargado de maniobrar el artilugio, de nombre Sindo, su pericia, afirmando que su vida había estado en sus manos. Lo contaba Francisco Correa en un artículo publicado en este mismo periódico en la década de los 90.

Para John Huston, en el rodaje de la misma secuencia fue donde se consiguió el plano más importante del filme, una imagen que ni él mismo había previsto. Y es que el balanceo de Peck -ya muerto- a lomos del cetáceo hacia que, de forma natural, se le moviera su brazo derecho en un gesto que parecía decir, a los marineros que contemplaban la escena, que debían continuar la caza. Solo sobrevive Ismael, y gracias a eso conocemos la historia. El plano del joven marinero flotando en el mar agarrado al ataúd de Queequeg, con el que acaba la película, se rodó en la bahía del Confital el 27 de diciembre de 1954.

No hay constancia, hasta hoy, de excursiones del Huston, Peck y el resto del equipo de rodaje al interior de la isla. Una pena, pues esa belleza natural que hoy a duras penas conservamos hubiera servido para hacer más profunda la huella en los cineastas del lugar al que el destino trajo hace 68 años y seis meses. Sí, en cambio, debieron disfrutar, de noche, de unos poderosos cielos mucho más estrellados que los de hoy. Miren hacia arriba de madrugada y en el manto de estrellas visible desde la ciudad una de ellas, si duda, es la de Gregory Peck, Gregorio Pérez, actor que iba para médico pero que como llegó a afirmar, no entendía su vida sin la interpretación. Y cuya luz elegante, discreta, sabia, indeleble, hoy nos sigue inspirando.

Gregory Peck y, al fondo, Frederik von Ledebur, en la imagen promocional más conocida de «Moby Dick» / OAC

2 comentarios en “Gregory Peck, uno de los nuestros: todo sobre el rodaje de «Moby Dick» en España

  1. Interesantísimo artículo sobre una de las historias menos conocidas de la relación del cine con Gran Canaria y con su capital, la del rodaje de «Moby Dick». Es de agradecer la gran cantidad de detalles relativos a personas implicadas en el proyecto de la película, a lugares y situaciones vividas a lo largo de su filmación. Sin duda, se trata de un material que bien podría ser publicado en formato libro o en otros soportes digitales para su divulgación entre la sociedad canaria y para conocimiento general. Muchas gracias por la investigación llevada a cabo por el autor y felicitaciones por el trabajo realizado.

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