No es esa la mirada que vio Lola en los ojos de su madrastra, la señora Dietrichson, arquetipo de femme fatale. Según postrera confesión a su amante Walter Neff, tiene podrida el alma. ¡Qué interesante sería una precuela de Perdición Double Indemnity que explique cómo llegó Phyllis Dietrichson hasta ahí!
Piensa el bueno del agente de seguros Neff en el poder de las mujeres que nada más que con una mirada y cuatro réplicas provocan esa necesidad de poseerlas en hombres debiluchos como él. “Ese impulso”, pensó tarde Neff, “ha sido el principio de mi perdición”.
Esa mirada de la señora Dietrichson a Neff en el supermercado, entre productos perfectamente alineados, es la de quien intenta retener al angustiado cómplice del crimen que han cometido para cobrar la indemnización doble del seguro. En esta película de perdedores todos los malos caen como fichas de dominó.
Billy Wilder dirige y el mismo Wilder y Raymond Chandler escriben. ¿Es posible superarlo? Por si acaso, garantizaron la obra maestra con Barbara Stanwick, Edward G. Robinson y Fred MacMurray en los papeles principales.

Diálogos para la historia muchos, entre ellos, este memorable:
– Tenías al asesino al otro lado de la mesa, Keyes. (MacMurray)
– No. Lo tenía más cerca. (G. Robinson)
Porque para el eficaz y leal Keyes, Neff era ante todo un amigo.
– ¿Pero tú crees que sospechó de él?
– Claro, mi cielo, si hasta él mismo lo dice, pero con tal de salvarlo era capaz de endosarle el crimen a otro.
– Sí, a Nino Zachetti, que después resulta ser un buen hombre para Lola.
– Brindemos por Dios, es decir, por Billy Wilder.
– Brindemos por nosotros, ¿Te había dicho alguna vez que me siento desatendida?
– Planeemos juntos un asesinato.
– Leave me alone. Y no me llames mi cielo.