1. La realidad
Cierra los ojos. Imagina una barriada en el extremo de una gran ciudad. La componen siete edificios. De éstos, dos torres centrales reúnen al 80% de los habitantes. Son auténticos rascacielos. Cada una cuenta con 100 plantas para viviendas y zonas comunes de servicio, comerciales y de ocio. Los principales órganos administrativos, deportivos, religiosos, los medios de comunicación, las principales zonas de esparcimiento de la barriada están aquí. En ellas viven los principales agentes económicos y sociales.
Cinco edificios más completan la barriada. Entre ellos suman el 20% de la población restante. Sus alturas tienen relación con la cantidad de personas que viven en ellos, que es diferente en cada uno. Así, estos edificios tienen el siguiente número de plantas: el mayor 16; 11 plantas el siguiente; 10 el siguiente; y 3 y 1 los más pequeños. Estos edificios cuentan como las torres con zonas comunes en la medida del número de vecinos y los recursos y necesidades del conjunto de la barriada. Pero hay quejas frecuentes de los que residen en ellos por tener que desplazarse a las torres para tener acceso a algunas prestaciones y comercios. En el otro lado, la densidad de población en las torres produce con frecuencia episodios de accidentes, inseguridad y violencia de los que los edificios están a salvo.
Hay que explicar que las torres no fueron siempre así de grandes ni estuvieron tan pobladas. Ni los edificios eran del tamaño que hoy ocupan. Quizás fuera por su posición central o por sus condiciones naturales. Quizás porque es lo que ocurre en cualquier barriada, que los vecinos tienden a establecerse allí donde ven mayores oportunidades de relaciones, de crecimiento, de negocio. El caso es que el paso del tiempo a lo largo de los siglos ha ido aumentando el tamaño de las dos torres por la llegada de pobladores desde otros edificios de la misma barriada. O desde otros barrios de ésta y otras ciudades de éste u otros países.
2. El error
Ocurre ahora que la barriada va a dotarse por primera vez de un órgano de gobierno autónomo que saldrá elegido de las votaciones que cada cuatro años harán sus habitantes. Debido a que cada torre y edificio tiene un presidente de Comunidad -y que están decididos a empezar esta nueva forma de gobernarse de la forma más respetuosa posible- deciden que todos puedan hacer sus propuestas por igual sin tener en cuenta el número de vecinos que representa.
Pero no es fácil encontrar un consenso. Mientras las demás barriadas de la ciudad ya han decidido sus sistemas, aquí los edificios pequeños hablan unidos y entre las dos torres hay una rivalidad histórica tan enconada que les impide llegar a acuerdos. Y en la negociación las torres ceden. Aceptan el argumento de que los edificios deben ser compensados como víctimas históricas de su poder.
Y cometen el error fatal: gratifican a los edificios con una representación en el gobierno muy superior a la de ellos. Deciden que la suma de representantes de los cinco edificios debe ser igual al de las dos torres. Deciden que la cámara tendrá 60 parlamentarios distribuidos de la la siguiente forma: las dos torres tendrán 15 representantes cada una; los edificios 8, 8, 7, 4 y 3. Hay que añadir que una propuesta similar, ni tan siquiera lejanamente parecida, no se da en los sistemas de elección de las demás barriadas de la ciudad.
3. El futuro
Los artífices de la propuesta nunca advirtieron a sus convecinos sobra lo desproporcional del sistema. Más bien esquivaban la respuesta si alguien llamaba la atención sobre el asunto. Y la barriada estaba tan lejos del centro de la ciudad que ésta la consideraba un enclave estratégico por su carácter fronterizo. Por eso, se preocupaba mucho de no meterse en asuntos que consideraba domésticos.
Así, pasaron treinta años y algunos habitantes de las torres empezaron a descubrir con una mezcla de estupefacción, indignación y extrañeza que una vez tras otra la voluntad que desprendían los votos de los ciudadanos después de cada cita electoral no se reflejaba en la distribución de los representantes que integraban el Parlamento. Especialmente hiriente les parecía porque la vida en la barriada registraba los más bajos índices de calidad de toda la ciudad. El mayor desempleo, los peores servicios en sanidad y educación, el menor desarrollo. Claro que también los edificios habían hecho extraordinarios progresos en esas décadas. Pero esos beneficios los disfrutaban, según el edificio en que se hubieran producido, el 16%, 11%, 10%, 3% ó el 1% de los habitantes. O menos. Porque que hay que añadir que en estos treinta años la diferencia de población entre torres y edificios se acentuó aún más en beneficio –o perjuicio, según se mire- de las torres. Ahora éstas tienen el 83% de los habitantes, y los edificios el 17%. Darles durante 30 años mayor poder no significó que los ciudadanos de los edificios no siguieran marchándose de ellos en busca de un futuro mejor.
Y así ocurrió que un grupo de vecinos se unió para cambiar las cosas. Investigaron sobre el sistema electoral y certificaron que la gravedad del error era extrema por una razón que cualquier ciudadano podría comprender fácilmente: daba legitimidad a que el voto de los habitantes tuviera un valor muy diferente según donde se viviera. Dicho de otra forma, los votos de muchos de los habitantes de las torres iban directamente a la papelera, sin ellos saberlo. Nadie advirtió que lo que se había concebido como una compensación a los habitantes de los edificios se convertía al mismo tiempo en un castigo a los habitantes de las torres. En consecuencia, a la capacidad de desarrollo de la barriada, pues en las dos torres viven los principales agentes empresariales, culturales y sociales. Y los más destacados emprendedores. No es fantasía, prepotencia, ni falta de respeto. Así es la realidad. La barriada tiene en su columna vertebral un defecto de origen. Un defecto muy grave, pero superable.
De más cosas se dio cuenta el grupo de conocidos. Por ejemplo, que vencer por mayoría absoluta era un objetivo inalcanzable para cualquier contendiente debido al poder de los presidentes de Comunidad de edificios y torres. O lo que es lo mismo, las tres asociaciones vecinales que en estas tres décadas se habían consolidado en la barriada sabían que los gobiernos que se formaran dependerían siempre de negociaciones entre ellos. Nunca los vecinos decidían con su preferencia de voto el color del Gobierno.
Siguieron investigando y descubrieron cosas más feas: que diez años antes se había hecho una reforma para hacer aún más restrictivo el sistema. Y ya les indignó descubrir que los que se autodenominaban «padres de la barriada» habían puesto a los vecinos unos obstáculos prácticamente insalvables para cambiarlo. Habían protegido de tal manera el sistema que solo una rebelión de vecinos concienciados podría devolver la justicia a la barriada. Traerles algo que pudieran denominar por fin una Democracia.
Y en eso está ahora este grupo de conocidos. Y con ellos cada vez más vecinos airados. Contándoles la verdad a las víctimas reales del sistema, que son la barriada y, especialmente, los habitantes de las dos torres. Apelando a su sensatez, su cordura, su esfuerzo, su ánimo. Organizando un Manifiesto que esperan poder presentar la primera quincena de mayo de 2012 con el mayor número de firmas posible. Sólo piden una cosa. Reformar ya, de una vez por todas, ese sistema electoral que desde hace treinta años lastra sus oportunidades de crecimiento. Que lastra injustamente sus vidas, las de sus hijos y de todos los habitantes de la barriada. Abre los ojos. Firma.
En la ilustración superior, representación gráfica de las siete torres con sus tamaños relativos adecuados a su número de habitantes.
Destacada en la imagen inferior, el área que ocupa la barriada en la gran ciudad. En puntos de color amarillo, el lugar aproximado que ocupan las dos torres.
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Querido Luis, estupendo el escrito y muy claro el ejemplo. Te felicito por involucrarte y luchar de esta manera. Un beso grande.
(Ya yo hace mucho que firmé)
Muchas gracias, Coca. Buscamos ahora la forma de llegar a esos miles de personas que firmarían, pero que no tienen constancia siquiera del problema.
Estimado Luis:
Gracias por tu esfuerzo explicativo. La reforma electoral de Canarias es necesaria para que las decisiones tomadas en el Parlamento se hagan conforme a las mayorías reales.
Recibe un cordial saludo de Demócratas Para El Cambio.
Gracias por el ánimo y, especialmente, por coger por los cuernos el toro más difícil al que nos enfrentamos en la barriada! Que no se diga que no lo hemos intentado.