Para el cine de su ciudad, Dunia Ayaso puede estar segura de haberse ido dejando el listón más alto de cuantas películas se hayan hecho con Las Palmas de Gran Canaria como telón de fondo. Más que eso, “La isla interior” (2009) es Las Palmas, no podía haberse rodado en otra ciudad. El filme -cuya premier mundial la acogió el festival de Valladolid y donde el madrileño Alberto San Juan obtuvo el premio al Mejor Actor- suponía la vuelta de ella y Félix Sabroso a su tierra tras su primer largometraje, “Fea” (1994), realizado en vídeo en Madrid quince años antes. Ambos habían marchado de Canarias a hacer cine en 1992. En el recuerdo de las conversaciones con ella no olvido cómo echaba siempre de menos el ambiente de aquellos talleres de cine del Centro Insular de Cultura de la calle Pérez Galdós donde ambos se formaron a finales de los ochenta. Allí los vi por primera vez.
“Antes y después de cada rodaje estamos por separarnos,” confesó Dunia. “Es un desgaste energético muy duro. En casa lloramos, discutimos, nos peleamos mucho. Un follón.”
Dunia se fue con Félix de Las Palmas a Madrid a hacerse los dos cineastas porque eso es lo que cualquier persona cabal sabe que hay que hacer, más si cuentan con la fuerza de ser pareja. Pero, igual que casi todos los cineastas canarios en el exterior, nunca perdieron de vista su tierra. “La isla interior” fue su regreso y también su película más oscura, una vuelta de tuerca en el drama que ya exploraron por primera vez con “Los años desnudos” (2008). Nadie que no conozca los límites psicológicos que impone la insularidad podría escribir esa historia. Feliz maridaje con Félix Sabroso y más feliz si cabe por la suma en este filme de otra de las parejas fecundas del cine canario, Ana Sánchez-Gijón y Juan Antonio Castaño (Mengue). En una entrevista reciente que publiqué por los 20 años de la productora La Mirada, destaqué, quizás como homenaje premonitorio a Dunia Ayaso, una frase de Ana: “La isla interior” es, seguro, la mejor película de La Mirada y una de las mejores del cine español.”
«Los guiños del cine de Dunia a su tierra son constantes. No hay mujer cineasta isleña en la historia que acumule sus logros»
En mis tiempos en el festival de cine de Las Palmas los invité a formar parte del jurado del Foro Canario (Félix vino por los dos) y organicé el pase de “¡Descongélate!” (2003), la película más potente de la pareja. Un comedia de guión preciso como un reloj suizo con el sello de la factoría El Deseo gracias al cual otra artista canaria, Roberta Marrero, alcanzó la gran pantalla. Durante la presentación al público en los multicines Las Arenas en aquel certamen dominado por el disparate organizativo recuerdo que dije que el festival internacional, más que de Las Palmas de Gran Canaria, debiera ser redenominado “de Félix Sabroso y Dunia Ayaso”, pues no hay personas tan ligadas al cine y a esta ciudad como ellos.
“La isla interior” fue su regreso y también su película más oscura, una vuelta de tuerca en el drama que ya exploraron por primera vez con “Los años desnudos”
Los guiños del cine de Dunia a su tierra son constantes. En la esperpéntica –y visionaria- “El grito en el cielo” (1998), Antonia San Juan tuvo su oportunidad como la chiflada telefonista de los zumos de papaya. La actriz y directora sería poco después Agrado en “Todo sobre mi madre” (1999) de Pedro Almodóvar, su papel más relevante hasta hoy. Antes, la pareja había dado la gran campanada con “Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí” (1997), filme fenómeno cuyos ecos llegan hasta hoy.
«Su aspecto físico destilaba templanza, equilibrio, serenidad. Todos los problemas los escondía detrás de un rostro dulce que era como la luna.»
El papel protagonista de Dunia Ayaso en el contexto del cine en las islas está fuera de toda discusión. Tampoco hay mujer cineasta isleña en la historia que acumule sus logros. En el ámbito nacional, la serie “Mujeres” (2006) ayudó a la pareja a apuntalar su prestigio. Con su muerte en Tenerife las benditas redes sociales eran ayer un hervidero de mensajes de incredulidad de cineastas de todo el país. Dunia era muy apreciada, y aún más querida. Su aspecto físico destilaba templanza, equilibrio, serenidad, ternura. Todos los problemas los escondía detrás de un rostro dulce que era como la luna, con una sonrisa pícara que te desarmaba.
«El festival internacional, más que de Las Palmas de Gran Canaria, debiera ser redenominado “de Félix Sabroso y Dunia Ayaso”
Le hice la primera entrevista el 19 de marzo de 1998 en La Provincia por el estreno inminente de “El grito en el cielo” y un reportaje el 20 de junio de 2008 en El País Semanal por “Los años desnudos”. En la primera Dunia reivindicaba con Félix la importancia suprema de buscar a los espectadores en aquellos tiempos en los que el cine español también estaba en crisis. Curioso que quince años después haya quien defienda el cine que les da conscientemente la espalda. También les preguntaba por la distribución de roles en los rodajes: “nuestras tareas se confunden cada vez más. Eso debe de ser la compenetración”. “Para el cine en las islas, es más importante promover los rodajes foráneos o la producción propia?” “La producción propia, aunque los rodajes externos podrían traer beneficios indirectos al cine canario.”
«Dunia Ayaso puede estar segura de haberse ido dejando el listón más alto de cuantas películas se hayan hecho con Las Palmas de Gran Canaria como telón de fondo.»
En el reportaje en El País sobre “Los años desnudos” ahondaba en las relaciones de la pareja, no en vano no se conocen precedentes de un matrimonio cinematográfico como el que ella formaba con Félix. “Antes y después de cada rodaje estamos por separarnos,” confesó Dunia. “Es un desgaste energético muy duro. En casa lloramos, discutimos, nos peleamos mucho. Un follón.” A las palabras de Dunia, siguieron estas de Félix: “Pero también nos reímos y divertimos. Somos pura vida. La gente nos dice que lo que tenemos que hacer es dejarnos de boberías y contar nuestra historia.” Ahora nadie más que él deberá hacerlo.