El largometraje “Melbourne”, opera prima del iraní Nima Javidi, sobre un matrimonio que debe enfrentarse a un terrible suceso a noventa minutos de cerrar su vivienda en Teherán para emigrar a Australia, ganó la Pirámide de Oro del 36 Festival Internacional de Cine de El Cairo. El festival finalizó el 20 de noviembre con una clausura en el complejo histórico de las pirámides de Giza, donde también se ubica la famosa Esfinge.
Esta es la sexta parte de la crónica, en su versión completa y con algunas fotos nuevas, que preparé para la revista online El Asombrario, asociada a ElDiario.es.

En “Red Amnesia”, de Xiaoshuai Wang, Lü Zhong interpreta a Deng, una anciana con graves deudas en su pasado adquiridas durante la Revolución Cultural.
Todas la proyecciones del festival se desarrollan en el interior del complejo de la Opera de El Cairo. De camino a los cines El Hadara, junto al edificio principal de la Ópera, produce extrañeza las voces un coro que calienta sus voces saliendo de una de sus puertas. Es como si de pronto estuvieras en otro país. En la china “Red Amnesia”, de Xiaoshuai Wang, la actriz septuagenaria Lü Zhong interpreta magníficamente a Deng, una anciana con graves deudas en su pasado adquiridas durante la Revolución Cultural. La anciana traidora vive hoy viuda en Pekín con sus dos hijos y debe resolver el misterio de una llamadas que recibe sin que el interlocutor se identifique. En medio de las grandes transformaciones del país asiático, a medio camino entre el thriller y el drama, “Red Amnesia”, igualmente incluida en la sección Festival of Festivals, describe a un país de ventanas quebradas que hacen caer a los muchachos al vacío. El filme también ha sido leído como una metáfora de la amnesia colectiva selectiva de un gigante en su sprint para convertirse en la principal superpotencia del planeta.

Por primera vez en la historia del festival, una actriz egipcia, Yousra, fue presidenta del jurado de la Sección Oficial de largometrajes.
El festival en El Cairo es mil veces político porque el cine con el gobierno islamista de los Hermanos Musulmanes tenía en el país los días contados. Y si no que se lo digan a los cineastas iraníes, que desde 1979 sufren las consecuencias de los dogmas de su Revolución Islámica. De esto trata precisamente el documental “A Cinema of Discontent”, dirigido en Estados Unidos por el iraní Jamsheed Akrami. Doce directores de este país, entre ellos Asghar Farhadi, Bahman Farmanara, Bahman Ghobadi, Noureddin Kelk, Jafar Panahi, Babak Payami, Mojtaba Raee y Reza Mirkarimi, exploran en las consecuencias que para su trabajo tienen los estrictos códigos por motivos religiosos impuestos por la censura de su país. Ghobadi llega a decir que el 90% de su trabajo creativo lo dedica a esquivar las absurdas prerrogativas del Gobierno, que tienen el dudoso mérito de haber convertido el cine de su país en un arte del medievo.

En «A Cinema of Discontent», doce directores iraníes exploran las consecuencias que para su trabajo tienen los estrictos códigos de la censura de su país.
Entre otros, los filmes obligan a la mujer a llevar la hijab (el pañuelo que les cubre la cabeza) en todas las escenas, incluidas las que se desarrollan en el interior del propio hogar, cosa que no ocurre en la vida real. Por ejemplo, en el baño, la cama o, de forma especialmente insólita, mientras el personaje se seca el pelo. Tampoco hombres y mujeres pueden tocarse ni abrazarse, ni siquiera en encuentros entre padres e hijas o madres con hijos. La excepción a la norma es que se golpeen. Y hay buenos mamporros en las escenas de los filmes que se muestran. Tampoco se pueden oír la voces de mujeres cantando o bailando en escenas. Aunque sus labios se muevan, la voz que se oirá siempre será la de un hombre.
El filme es sencillo en la forma, con una sucesión de testimonios intercalados con fragmentos de las películas y animaciones con rótulos que separan sus diferentes capítulos, pero al mismo tiempo estremecedor y divertido. Por ejemplo, cuando se muestra la escena de un filme donde un hombre hace el boca a boca a su gato, cosa que sería impensable –reflexiona la narradora- en el caso de que quien lo precisara fuera una mujer. Como es sabido, consecuencia de esta política de censura que dura más de tres décadas es que muchos de sus principales cineastas, algunas de cuyas películas han dado gran prestigio internacional a su país, hayan sido arrestados, encarcelados y empujados al exilio. En el documental de Akrami, estén donde estén, todos los directores declaran su amor sin fisuras a su país. Rueden dentro o en el extranjero, consideran que el territorio Irán seguirá mostrándose para el mundo en sus películas. Haga lo que haga el obcecado censor.

Imagen de la Gran Pirámide en el complejo histórico de Giza, a las afueras de El Cairo. / LUIS ROCA ARENCIBIA
(dentro de dos días continuará…)