Hace diez días visité en París la exposición «Lumière! Le cinéma inventé«, organizada por el Institut Lumière en el Gran Palais de París. La muestra conmemora el nacimiento del cine, hace 120 años. Además de explicar cómo se inventó el Cinematógrafo y poner en valor el trabajo, anterior y posterior de Louis y Auguste Lumière, la exposición plantea un análisis de los trazos que los Lumière han dejado en el cine. Comisariada por el crítico Jacques Berger y el director del Festival de Cannes, Thierry Frémaux, muestra, además, una serie de cortometrajes filmados como homenaje a la inaugural «Salida de la fábrica» (1895) por Quentin Tarantino, Xavier Dolan, Pedro Almodóvar, Paolo Sorrentino y Michael Cimino. Puede visitarse hasta el 14 de junio de 2015.

Fotograma de «Salida de la fábrica», la primera película de la historia del cine. / INSTITUT LUMIÈRE
El 19 de marzo de 1895, los hermanos Lumière, Louis y Auguste, rodaban en su fábrica de Lyon la primera de las 1422 películas que produjeron hasta 1905. Mostraba una masa de obreros, hombres y mujeres, casi todos a pie, alguno en bicicleta, saliendo por el portón de un hangar al final de la jornada. Tres días después, el 22 de marzo de 1895, lo proyectaban por primera vez en París, de forma gratuita y a un público selecto, en el marco de una presentación del invento llevada a cabo por el patriarca, Antoine Lumière. Más presentaciones se hicieron por el país hasta que a finales del ese mismo año se realizó la primera proyección abierta al público previo pago de entrada. Fue el 28 de diciembre, un sábado, en el Salón Indio del Grand Café, en el número 14 del bulevar de Las Capuchinas de París. Hoy ocupa el lugar el lujoso hotel Scribe. Para conmemorar la efeméride, el Instituto Lumière exhibe la exposición Lumière! Le cinéma inventé en la capital de Francia. Hasta el próximo 14 de junio puede verse en el Grand Palais, al principio de los Campos Elíseos. La edificación fue construida justamente para el evento que supuso el triunfo definitivo de los genios de Lyon -y del cine-: la Exposición Universal de París de 1900. La muestra está comisariada por el director del festival de Cannes, Thierry Frémaux, y el crítico cinematográfico Jacques Gerber.
Nació como un invento científico, el Cinematógrafo, pero muy pronto se hizo cine: industria nada más arrancar, después arte, arrebato, entretenimiento para las masas ávidas; finalmente, un compendio de todo lo anterior. La exposición Lumière! Le cinéma inventé muestra, por primera vez, toda la producción de los Lumière, llevada a cabo entre 1895 y 1905, aunque del total de 1422 filmes, una a una solo se pueden ver las 150 que han sido restauradas en soporte digital 4K. Las otras 1272 se muestran un mosaico sobre una pantalla de seis metros de alto. Cada filme Lumière dura poco menos de un minuto. Su filmografía completa suma veintitrés horas. Entre mayo y junio de este año está previsto poner a la venta, por primera vez, estos 150 filmes restaurados. Será en soporte Blu-Ray y DVD. En el mismo mosaico se intercala, además, la película inaugural, Sortie d’usine (Salida de la fábrica, 1895). El hangar por el que salen los trabajadores se conserva hoy, es la Rue du Premier Film (calle de la Primera Película). Para la exposición se invitó a cineastas contemporáneos (entre ellos, Quentin Tarantino, Xavier Dolan, Pedro Almodóvar, Paolo Sorrentino y Michael Cimino) a filmar su réplica del filme, en plano fijo y desde idéntico emplazamiento.
Cambió el mundo
Precisamente el filme «Salida de la fábrica», proyectado debajo de una luz de neón blanca con el título de la exposición, recibe al visitante tras dos citas alusivas al significado y sentido del cine del director Wim Wenders y el filósofo Jean-Paul Sartre. A continuación, los orígenes de la proeza. ¿Cómo se gestó? Provenientes de una familia modesta –seis hermanos, padre viticultor, Antoine, y madre lavandera, Jeanne- Joséphine- todos se mudaron de Besanzón a Lyon, en el este del país, huyendo de la guerra franco-prusiana de 1870. Con el tiempo, cuatro de los hermanos se casarían con otros tantos hermanos y hermanas de la misma familia, los Winckler. Los Lumière lo justificarían diciendo que era la forma de que la familia tuviera una única suegra. La leyenda dice que los hermanos Auguste y Louis, los mayores de los seis, juraron trabajar siempre juntos después de superar un suceso traumático en la adolescencia, cuando quedaron atrapados en una oscura cueva de la costa de Bretaña por la subida de la marea.
Pero además de viticultor, Antoine Lumière era pintor y fotógrafo. La industria de la fotografía –inventada en la primera mitad del XIX- estaba en auge y el patriarca abrió un estudio fotográfico que funcionó entre 1871 y 1885. De Antoine heredaron los hijos la fuerza emprendedora y creativa. Louis Lumière, nacido el 5 e octubre de 1864, el más brillante de los dos, inventó con diecisiete años un novedoso sistema de revelado instantáneo con placas, la “Étiquette bleue”. Fueron el revulsivo para que la modesta empresa familiar se convirtiera en 1892, tres años antes del invento del cinematógrafo, en la primera industria europea en fabricación de placas fotográficas y la segunda a nivel mundial, solo detrás de la americana Kodak. Con el sistema, la fotografía dejaba de ser, por primera vez, asunto exclusivo para profesionales. La empresa Lumière de Lyon fabricaba también el papel fotográfico y los productos químicos necesarios.
La capacidad de capturar la realidad, en el sentido de cazarla –no solo representarla como hacía la pintura-, fue el gran avance que trajo consigo la fotografía. La ambición que está detrás del nacimiento del cine era ser capaz de dar aliento, vida, a esas nuevas imágenes fijas que empezaban a multiplicarse. Es decir, hacer que se movieran. El fenómeno de la persistencia retiniana, descubierto por Leonardo Da Vinci en el Renacimiento, ya había demostrado que si se pasan una serie de imágenes fijas a una determinada velocidad delante del ojo, el cerebro lo recibe como una nica imagen que parece estar en movimiento. Fue el principio que artistas y científicos siguieron para desarrollar técnicas y dispositivos que lograran reproducir el movimiento. La primera parte de Lumière! Le cinéma inventé muestra estos dispositivos desarrollados, entre otros, por el francés Demeny y los ingleses Marey, Muybridge y Edison durante el siglo XIX.

Autorretrato del operador Gabriel Veyre en Casablanca en 1908, con el sistema de fotografía en color Placa Autocroma, obra maestra de la empresa para Louis Lumière.
La Linterna Mágica, el Taumatropo, el Fenaquistiscopio, el Zootropo, el Praxinoscopio, la Cronofotografía, el Kinetógrafo y el Kinetoscopio se pueden ver -y en algunos caso manipular- en el Grand Palais. El Kinora Lumière es una versión reducida del Kinetoscopio de Edison, pensado para un único espectador. Otros como el Estereoscopio, reproducción de fotografías en relieve, señalan la obsesión por la búsqueda de la reproducción exacta de la realidad. Especialmente llamativo es el caso del Fusil de Marey, con forma de escopeta y un cañón de mayor diámetro que lo habitual, capaz de efectuar un disparo de doce imágenes por segundo allí donde se apuntara. Gracias a este extravagante artilugio se pudo descomponer el vuelo de los pájaros en imágenes por primera vez. Todos estos aparatos fueron la fuente de inspiración para el desarrollo del Cinematógrafo de los hermanos Lumière, el dispositivo que hará posible filmar y proyectar películas.
Esta parte de la exposición muestra, además, los carteles de las primeras proyecciones y los documentos de las patentes originales. Al respecto de los afiches, hoy llama la atención que pusieran el foco en los espectadores y no en la película. Obvio porque el reclamo no era ningún filme en concreto sino un conjunto de estos y porque la experiencia de la proyección era lo importante entonces. Por otro lado, el asunto de las patentes será vital, pues marcará el final de la hegemonía de los Lumière en el negocio y su regreso al ámbito solo de la fotografía. Los hermanos se reservaron celosamente la propiedad de sus inventos, pero su fulgurante éxito hizo surgir tras patentes que acabaron arrebatándoles el control. Retirados los hermanos Lumière de la carrera del cine en 1905, volvieron a la imagen fija. La inventiva no cesó. Entre otros, con la fotografía en 360 grados que se reproducía en cúpulas a seis metros de altura, películas de 70 milímetros, pruebas de cine en tres dimensiones y, el más trascendente, la Placa Autocroma o el primer proceso comercial para fotografías en color, considerado por Louis Lumière su obra maestra. Se lograba con una pantalla bañada en almidón de papa. La exposición muestra numerosos ejemplos de este invento que tenía como único defecto no poder reproducirse en serie. Lumière se mantuvo como firma hasta 1982, cuando fue absorbida por la filial francesa de la británica Ilford.

A la izquierda, un de los ejemplos de fotografía en 360 grados desarrollada por los Lumière que pueden verse en la exposición. / LUIS ROCA ARENCIBIA
Escribir el movimiento
Un hermoso Cinematógrafo –la palabra significa literalmente la “escritura del movimiento”- precede la reproducción del Salón Indio del Grand Café parisino. Está situado en el centro de la exposición. Es el mismo aparato que se usó para esa primera proyección de pago el Día de los Inocentes de 1895. El visitante experimenta aquí la mayor emoción. Traspasa una de las tres puertas de madera blanca y cristales traslúcidos amarillos y transparentes, entre vaporosos cortinajes estampados con motivos florales, pisa un mullido suelo alfombrado, se sienta en las pesadas sillas decimonónicas, bajo grandes lámparas colgantes de candelabro y asiste a una réplica del mismo programa que se exhibió entonces en soporte de película restaurada en 35 milímetros, tal y como fue originalmente. Son un total de diez películas con motivos familiares, cómicos y vistas urbanas.

La exposición muestra esta reproducción del Salón Indio del Grand Café de Paris, lugar de la primera proyección con pago de entrada. / LUIS ROCA ARENCIBIA
¿Qué fue lo novedoso del invento de los Lumière respecto a los dispositivos precedentes? La capacidad de registrar y mostrar el resultado en proyecciones colectivas. También, la posibilidad de tirar copias. La primera proyección de pago -a un franco la entrada, con un alquiler diario de la sala de treinta francos- congregó solo a treinta y tres personas. Pero la noticia corrió como un reguero de pólvora por la ciudad. Varias semanas después, 2.500 personas pagaban cada día por asistir a aquel espectáculo asombroso. Entre ellos el mago y empresario Georges Méliès, que ofreció –sin éxito- 10.000 francos por el aparato (llegaron a ofrecerse hasta 50.000) y dejó sus impresiones para la posteridad: “Mientras duró el espectáculo estábamos boquiabiertos, atónitos, golpeados por el estupor. Cuando la representación terminó fue el delirio, todos los que estábamos allí nos preguntábamos cómo podíamos conseguir aquel resultado”.
Aquel primer taquillazo demostró que el cine tenía tal capacidad de seducción entre las masas que podía convertirse en una potentísima industria. Así fue. Así es. Firmas como Gaumont y Pathé, que nacieron al calor de los Lumière con nuevas patentes, hoy siguen proyectando películas en salas de todo el mundo. Precisamente, el centro cultural parisino 104, en el norte de la ciudad, acoge en estas fechas una exposición similar con la empresa de la margarita. ¡Gaumont, 120 años! Puede visitarse allí con entrada libre hasta el 5 de agosto. La exposición del Grand Palais también reserva un espacio a estos pioneros. Si Pathé y Gaumont fueron decisivos en el desarrollo industrial del nuevo medio, el director, productor y distribuidor Georges Méliès ha quedado en la historia como el primero que desarrolló sus potencialidades estéticas.
El Cinematógrafo había sido patentado el 13 de febrero de 1895. A finales de diciembre empezó a fabricarse en serie. El éxito de la primera proyección de pago de la historia lanzó a los Lumière a filmar el mundo. Desde 1897 se comercializó con numerosas mejoras. Estos aparatos serían los que llevarían los operadores que los hermanos Lumière adiestraron para filmar por todos los rincones del planeta. Un espacio significativo de la exposición se dedica a estos, comparando su trabajo con la función que realizan las webcams actuales instaladas en lugares públicos. Camus, Carré, Chapuis, Chavanon, Decorps, Doublier, Gabillat, Girel, Klein, Mesguich, Maurice, Moisson, Moussy, Porta, Promio, Sestier, Trewey, Valluy, Velle y el más célebre y talentoso, Gabriel Veyre, que después de visitar Méjico, Japón e Indochina, terminó sus días en Marruecos. Allí pasó los últimos treinta y cinco años de su vida trabajando como fotógrafo e ingeniero para el sultán.
Estos operadores –ciento veinte en total- capturaron así, por primera vez, imágenes en movimiento de los treinta y un países por donde pasaron. Las filmaron y las proyectaron, llevando a estos lugares las primeras imágenes en movimiento de otros sitios que, en muchos casos, nunca habían sido vistos. Es significativo que los operadores que más han destacado con el paso de los años eran los que menos se ceñían a las instrucciones de los hermanos Lumière. El lionés Alexandre Promio, por ejemplo, ha pasado a la historia por ser el primero en hacer un ‘travelling’, esto es, el desplazamiento de la cámara sobre una superficie en movimiento, normalmente sobre una plataforma encima de unos raíles. Promio colocó la cámara sobre una góndola en movimiento en Venecia para rodar el filme Panorama del Gran Canal visto desde una embarcación (1896). Los tipos de películas que filmaban y presentaban los Lumière se dividían en diez: A través de Francia; El mundo visto por los operadores; Filmes de familia; Reconstrucciones históricas; Espectáculos; Vistas cómicas; Vistas militares; Eventos oficiales; Danzas; y Deportes.

Vista de la zona de la exposición con las pantallas táctiles y el mosaico donde se muestran las 1.422 películas producidas por los hermanos Lumière. / LUIS ROCA ARENCIBIA
En esos años, el cine estaba pendiente sobre todo de ver cómo reaccionaba el espectador ante lo que se proyectaba. Entre las películas más buscadas en el conjunto de ciento cincuenta películas restauradas y digitalizadas que pueden verse en pantallas táctiles transparentes en la exposición, La llegada de un tren a La Ciotat (Arrive d’un train a La Ciotat) es la más demandada. Es el filme ante el cual muchos espectadores, en los albores del cine, huían despavoridos de la sala pensando que el tren que veían acercarse en la pantalla se les venía encima.
Obra de arte
“En el cine de los hermanos Lumière no es una historia lo que se cuenta, es la vida. ¿Existe algo más profundo? Por eso esas películas son tan importantes: abrieron la puerta de nuestra imaginación. Es exactamente lo que hoy llamaríamos una obra de arte”. Si es irrefutable que los hermanos nacidos en Besanzón fueron padres del cine y que, como expresa en la cita anterior el director Jean Renoir, todo lo que vino después es legado suyo, es el cine que apuesta por un mirada testimonial o contemplativa, el que se preocupa por contar cosas de una forma que parezcan lo más cercanas posible a como son en la realidad, el que palpita con los ritmos de la vida, el que se considera hoy en mayor medida deudor de los Lumière. Curiosa consideración para quienes empezaron siendo los promotores del mayor espectáculo.
Lumière, Tarantino, Almodóvar, Dolan, Cimino, Moreno Así, el trazo Lumière puede rastrearse en el cine de Jean Renoir y Robert Bresson. En el neorrealismo italiano, en Roberto Rossellini, en Víctor Erice, Abbas Kiarostami. Ejemplo relevante en España de este cine es Víctor Moreno, punta de lanza de autores que en los últimos años han construido un cine de la reflexión desde la contemplación. Su obra más conocida es Edificio España, nominado al Premio Goya al Mejor Documental en 2015, sobre el vaciamiento de la emblemática torre madrileña. Pero donde el rastro Lumière es más claro es en sus cortometrajes. El extraño (2009), filmado en Lanzarote, es una suerte de filme inaugural que apela directamente a Salida de la fábrica. La imagen digital semiprofesional aporta una veracidad de la que hoy carece el celuloide. Solo con ese equipo ligero y discreto podría haberse conseguido además el resultado. El audio es el que recoge el micrófono de la propia cámara. Aquí no hay trabajadores, sino un rebaño de cabras por un camino entre muros de piedra acercándose al operador de cámara que las filma. El plano es fijo y frontal, sin cortes. Dura minuto y medio. La presencia extraña frena a los animales. Se arremolinan, estorban, balan, muchas parecen mirar de reojo, una alza el cuello. No continúan. El resultado sorprende a espectador y operador.
La consolidación del soporte digital, el fin del celuloide, nos hace asistir a un momento histórico sin precedentes en 120 años de cine. De eso habla el último tramo de exposición. Por primera vez desde los Lumière, cambia la esencia de la captación de imágenes, la forma de filmar, distribuir y proyectar. Asistimos al nacimiento de unas nuevas reglas del juego. Directores como Quentin Tarantino, Pedro Almodóvar, Michael Cimino, Xavier Dolan y Paolo Sorrentino fueron invitados a filmar la Salida de la fábrica a su manera en el emplazamiento original, el Hangar del Primer Filme en Lyon. Usaron la oportunidad como un divertimento. Ninguna reproduce igual de bien, en clave contemporánea, el sentido de la inaugural de los hermanos Louis y Auguste Lumière como el filme de Víctor Moreno.
Es un alivio encontrar a alguien que realmente sabe lo que están hablando en Internet . Queda claro, que sabes cómo llevar un post a la luz y que sea ameno. Más personas tiene que leer esto.
Hola: muchas gracias por el comentario. Abrazo!