“Si el resultado de la experiencia cubana no es bueno, las voluntades de quienes lucharon por ella siguen siendo válidas, nobles” y «La democracia en Cuba es inevitable. Una de mis esperanzas es poder ver cómo el país empieza a reconstruirse” son dos de las frases destacadas de la entrevista con el director Haliam Pérez sobre su documental «Marina» que el viernes pasado, 29 de julio, publiqué en el suplemento de Cultura de La Provincia. El documental del cubano residente en Gran Canaria está seleccionado a concurso en septiembre en el 25 Festival de Cine de Biarritz, una de las principales citas europeas para el cine de América Latina.

Marina Pérez protagonizó el documental a los 85 años, el 10 de julio pasado cumplió 90. / COLECTIVO RUCS
Es llamativo que uno de los más interesantes largometrajes documentales canarios de los últimos años, “Marina”; dirigido por Haliam Pérez (La Habana, 1982), estrenado en marzo de 2015, haya tenido tan escaso eco en la prensa local. Lo corrobora el propio cineasta, residente en Gran Canaria desde 1997. “Marina” se estrenó en la sección de Canarias del festival de Las Palmas y hasta hoy ha pasado por unas quince citas, entre ellas la Muestra de Cine Independiente Cubano de Barcelona, Muestra de Cine Iberoamericano de Nicaragua, Filmar en América Latina (Suiza), el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana y la Cineteca Madrid, donde se proyectó hace tres semanas.
Después de año y pico recorriendo festivales, el filme de Pérez vuelve a proyectarse en septiembre en el festival de cine de Biarritz América Latina, donde compite en sección oficial de documentales. La cita arranca el 26 de septiembre y su director acudirá. Es una de las principales de Europa para el cine latinoamericano. “Tengo esperanzas puestas en lo que pueda pasar en este festival”, confiesa en el encuentro de hora y media que mantenemos en la plaza de Cairasco de Las Palmas.
Una de las canciones más queridas del cantautor cubano Silvio Rodríguez es “Óleo de mujer con sombrero”, acercamiento vallejiano al amor en forma de cóctel de frutas de la pasión, el desgarro y la pérdida. Amor, desgarro y pérdida por su país, Cuba, y por su familia es lo que fue a sanar Haliam Pérez con “Marina” cuando decidió dar vida a su primer largometraje documental. El director, que hoy cuenta treinta y cuatro años, llegó a Vecindario, en Santa Lucía de Tirajana, con quince. Con veintiuno se marchó a estudiar Bellas Artes en las universidades de La Laguna, Valencia y Barcelona.
«Marina» es una película del Colecttivo Rucs, integrado por Haliam Pérez, Rubén Margalló y Patricio Bottos. Alejandro Montiel participó como productor. El rodaje de duró dos meses y medio, hasta febrero de 2012. Ocupó a dos personas, Haliam Pérez y Rubén Margalló, que ejerció de ayudante de dirección. El sonidista Marcos Casademunt se sumó en las jornadas imprescindibles. Durante más de un año de montaje, el propio Pérez redujo las cuarenta horas grabadas a los 69 minutos del metraje final. La película, en forma de diario íntimo, recoge las vidas en el barrio de Playa de La Habana de la abuela de la familia, Marina (85 años), y dos de sus hijos en Cuba.
Arturo (50 años), albañil con fama, es ahora un hombre alcoholizado, desnortado desde su vuelta en los 80 de trabajar en la República Democrática Alemana (RDA). “Arturo”, dice Haliam Pérez, “ejemplifica los poderosos vínculos que en los 70 y 80 del siglo pasado se establecieron entre Cuba y todos aquellos países del campo socialista. Otro tío mío estuvo en Checoslovaquia. Estos cubanos pasaron años trabajando como mano de obra barata aislados en casas con otros compatriotas. Porque la RDA le pagaba un dinero muy decente al gobierno cubano por sus obreros, pero de ese dinero ellos no veían nada. Muchos, como Arturo, volvían cambiados. En su caso, la decisión de la familia de esconderle la muerte de su padre, que había ocurrido mientras él vivía en la RDA, le debió afectar especialmente. Pero él era el más joven de los varones y la familia lo hizo para protegerlo”.

El mayor dolor de Jacinto era no haber visto a su hija Katia desde hacía 14 años. Hoy vive con ella en Portland (Estados Unidos). / COLECTIVO RUCS
Jacinto (64), militar unido a la causa revolucionaria desde los 15 años, con experiencia como soldado en frentes de guerra y durante unos años miembro del contraespionaje cubano, formado en la antigua U.R.S.S., vive ahora en la casa familiar paralizado ante la posibilidad de no poder salir del país para visitar a su hija Katia en Portland (Estados Unidos), a quien no ve desde hace 14 años. “La secuencia más dura de la película”, observa Pérez, “es cuando le pregunto por lo que le pasó con Katia y él, quebrándose, me pide que deje de grabarlo. Es su mayor dolor”. Como todo cubano, Haliam Pérez sabe que explicar las cosas de la realidad de su país a un público no familiarizado con Cuba no es fácil. “Si entras en esa lógica te obligas a ser muy descriptivo y encima el resultado puede ser igualmente frustrante, porque las cosas en Cuba, además de complejas, en muchos casos son absurdas. Por eso en “Marina” me limité a mostrar el conflicto, otra cosa pasaba por hacer un documental de corte más televisivo que no me interesaba”.
La tía Odalys (39 años), madre soltera con dos hijos, también aparece en el filme, aunque solo de forma superficial. Su secuencia principal es cuando ayuda a bañarse a la octogenaria, el momento expresa la continuidad de la familia, la generosidad esencial de la maternidad. “Odalys es la más joven de todos los hermanos, nacida en La Habana cuando la familia había conseguido el privilegio de trasladarse desde Camagüey a la capital por la influencia de uno de los hijos dentro del Partido Comunista. Muchas espectadoras me preguntan por qué no profundicé más en Odalys. La respuesta es que sus conflictos escenificaban menos la historia de Cuba, que era lo que yo quería contar”. El documental debió grabarse sin esperar. “Tenía necesidad de rodar porque lo que acontecía en la casa de abuela estaba en una fase muy transitoria, con Arturo muy deteriorado por el alcohol y Jacinto que podía salir de Cuba en cualquier momento. Por eso nos saltamos el proceso de búsqueda de financiación con televisiones”.
De los once hijos que tuvo Marina, tres han fallecido y de los ocho restantes solo dos permanecen en La Habana, Odalys y Arsenio. Los demás se reparten entre Estados Unidos y España, en Galicia y Canarias. El padre del director, Julio Pérez, emigró a Gran Canaria para comenzar una nueva vida en los 90. Haliam lo siguió en 1997, en pleno pico del Período Especial que el gobierno de Fidel Castro decretó en 1992 por el derrumbe en cascada de los países al otro lado del telón de acero, que dejó a Cuba sin sus principales ingresos. De los dos hijos protagonistas del filme solo queda Jacinto, que reside ya en Portland con su hija. “Volvió hace poco a La Habana, después de dos años en Estados Unidos, para el noventa cumpleaños de abuela Marina, el pasado 10 de julio,” explica su sobrino. “Ha ganado peso, está rejuvenecido desde que vive con Katia”. Arturo murió de un infarto a finales de 2015.
Sopa con arroz
Le pregunto por su momentos preferidos del filme. “La película cuenta dos historias en paralelo, la de mi familia y la de Cuba, o cómo la historia del país ha traspasado a mi familia. Mis momentos más potentes desde el punto de vista cinematográfico son tres. Uno es la declaración de amor de abuela, cuando ella cuenta la historia de la relación con su marido, que ha muerto, y llora. Pero se repone en seguida y bromea con la idea de buscarse a un “viejito en España”. Conseguir en un solo testimonio una declaración de amor y de carácter tan contundentes es difícil en el cine. Lo viví con mucha emoción e intensidad. El segundo momento es cuando mi tío Jacinto sale de su encierro y abuela le da un plato de sopa con arroz. Se vuelve niño otra vez delante de su madre de ochenta y tantos. La secuencia es un canto al amor maternal con una reflexión positiva sobre el tránsito de la vida. Y la última es el que mencioné del encuentro con Jacinto que se quiebra hablando de su hija Katia ausente. Su estado de debilidad era tan grande que me resultaba obsceno mostrarlo”.
Una avispa irrumpe en la conversación dándose sonoros golpetazos contra el cristal de la ventana a escasos metros de nuestras caras. “La película me sirvió en primer lugar a mí. Temía el reencuentro después de trece años sin viajar a Cuba, pero todo estaba igual. También me hizo cambiar algunas ideas preconcebidas. Cuando uno vive un proceso como el cubano, en el que por culpa de un sistema te ves obligado a construir una vida distinta en un lugar diferente, con lo que conlleva de deterioro de tu entorno social y afectivo, tiendes a culpar al sistema de todo. Por ese motivo, hay muchos cubanos que han pasado a militar en la ultraderecha en los países que le han acogido. A mí me resultaba difícil que gente como mi tío Jacinto siguieran defendiendo el sistema. ¿Cómo es posible cuando después de haberte jugado la vida por él, de haber luchado en guerras, no tienes nada, no has recibido ningún tipo de reconocimiento y ni siquiera puedes ver a tu hija que está exiliada desde hace 14 años en otro país? Hay una frase suya que lo responde: “No importa el final, lo que importa es que por lo que yo luché tenía sentido”. Esa fue la enseñanza: la posibilidad de cambiar la sociedad con unos valores más igualitarios eran válidos en aquel momento y siguen siéndolo. Es peligroso anular todo un proceso en función del resultado. Si este no es bueno, como es obvio en este caso, no se puede negar que las voluntades personales de quienes lucharon por ese cambio eran y siguen siendo válidas, nobles. Esa lección de vida es importante”.
Le pregunto a Haliam Pérez por lo que un cubano emigrante de 34 años piensa respecto de su país. “Cuba está entrando en una etapa de transición que no será tan veloz como les gustaría a todos. Basta ya el sufrimiento y el maltrato a que está sometida la población cubana desde hace años, por su propio gobierno y por gobiernos externos. Ya hemos sacrificado bastante. El país se merece un cambio real para mejor. Mi impresión es que lo que se cuece hoy es cómo va a ser ese trasvase de poder. La clave es cómo la generación de los militares, a la que no le queda mucho tiempo de vida, facilita que sus hijos, que son los que siguen teniendo la gestión del poder, garanticen una cuota de poder tras esa transición a la democracia. Porque estos nuevos militares tienen hoy el mando, pero no peso histórico. Quiero pensar que la democracia en Cuba es inevitable. Una de mis esperanzas es poder ser testigo de su renacer, ver cómo el país empieza a reconstruirse”.

El cineasta cubano emigró con 15 años a Gran Canaria y estudió Bellas Artes y Cine en La Laguna, Valencia y Barcelona. / OAC
TRAS LOS PASOS DE «LA ACADEMIA DE LAS MUSAS» DE JOSÉ LUIS GUERÍN
Las cavilaciones de Haliam Pérez por el estilo cinematográfico de “Marina” no podían estar por encima de los valores y la dignidad de su familia. “Siempre digo que quería hacer una película que entendiera mi abuela. Además de mostrar nuestras vísceras, del quebranto por el que pasa la familia, que eso sirviera también para ayudarnos. Mi abuela pudo verla por primera vez en un pase privado en el Ateneo de Vecindario, con una nieta y una bisnieta a cada lado. Su frase final fue: “¡la película está buenísima!” Se emocionó, estaba muy orgullosa”.
Es impensable querer vivir del cine haciendo un tipo de películas como “Marina”, como reconoce el propio director. Finalizamos el encuentro reflexionando sobre su futuro como cineasta, sobre las posibilidades de vivir del cine en las Islas. “En este cine solamente el productor puede aspirar a mantenerse y observa el caso de Lluís Miñarro, que cerró en 2014 después de haber sido su principal referente”. Haliam Pérez, actualmente en paro, vive en la casa familiar y sale adelante con trabajos puntuales. Desde octubre y durante tres meses dará un taller de cine en Santa Lucía, un ayuntamiento que, insiste, “fue determinante para poder financiar “Marina” en la fase de postproducción”.
Menos conocido es que Haliam Pérez fue el ayudante de dirección de “La academia de las musas”, de José Luis Guerín (2015), estrenada en el festival de Locarno y ganadora en otras citas de prestigio como el Festival de Sevilla. El proyecto en el que trabaja ahora es una continuación de la misma película, dirigida por él. “Uno de los hallazgos de la película de Guerín es que no sabes dónde acaba la ficción y empieza el documental. El punto de partida es el mismo que “La academia de las musas”, no saber qué vamos a hacer, simplemente vamos a plantar la cámara y empezaremos a hilar con lo que pasa delante de ella. Pero solo comparte con la primera el personaje del profesor de Literatura de la Universidad de Barcelona, Raffaele Pinto. Estamos en un tercio de la película. Espero tenerla terminada en 2017”.