Goya Toledo protagoniza con Juana Acosta, Daniel Grao e Ingrid García Jonsson el filme de Helena Taberna «Acantilado«, que actualmente se exhibe en cines. Rodada entre Gran Canaria y el País Vasco, la película, basada en la novela ‘El contenido del silencio’ de Lucía Etxebarria, narra en tono de ‘thriller’ la búsqueda de una mujer desaparecida supuestamente por su pertenencia a una secta. En esta entrevista, recién instalada en Los Ángeles, la lanzaroteña habla de ‘Acantilado’ y de su carrera. «No catalogo a las películas que hago por cómo se reciben, sino por cómo las recibo yo» / «Un actor es un deportista, tiene que estar siempre entrenando» / «Antonio Betamcor, director de «Mararía», era una persona muy romántica con lo que hacía» / «Esa pasión verdadera por su trabajo la detecté también en los profesionales de Canarias» son algunos de los titulares que destaco.
“Ando en un cambio de vida, recién llegada para instalarme en Los Ángeles, ha sido una decisión muy rápida. Estaré viviendo entre aquí, Madrid, que es mi centro de trabajo, y Canarias, que siempre ha sido mi casa”. Mientras hablamos no dejo de mirar la fotografía del perro que tiene como imagen de Whatsapp. Es Rocky, un bichón maltés de dos años que la acompaña a todos sus trabajos. “Mi perrito, un todo terreno, un aventurero con doble nacionalidad, americano y canario, ha estado conmigo ya en aviones, trenes y barcos. Lo he dejado provisionalmente con mis hermanas en Canarias hasta que me lo pueda traer, pero lo echo de menos una barbaridad”, dice la actriz lanzaroteña Goya Toledo.
Acantilado, tercer largometraje de la pamplonica Helena Taberna, se exhibe actualmente en salas. Su personaje de la inspectora de policía Yaiza Santana en el filme tiene el nombre del pueblo lanzaroteño de su madre y el apellido del productor que la lanzó a la fama, Andrés Santana, con el personaje protagonista de “Mararía” (Antonio José Betancor, 1998), que le valió la primera de sus tres nominaciones a los Premios Goya. Es la tercera vez que filma en Canarias. “También rodé en Tenerife “Maktub” (Paco Arango, 2011), que se basaba en la historia de un joven herreño con cáncer acogido por la Fundación Aladina. Por cierto, soy embajadora de esta fundación y en junio hacen una nueva campaña para financiar la renovación de la nueva UCI del Hospital Niño Jesús de Madrid. Estoy muy implicada con ellos desde la película”.
¿Cómo valora el hecho de que en Canarias se rueden de repente muchas películas?
El boom de rodajes en las Islas me parece maravilloso, algo que debía haber pasado desde hace mucho tiempo. Pero nunca es tarde. Canarias tiene muchos atractivos. La fotografía y el paisaje siempre llaman la atención de la crítica como algo excepcional, pero yo me quedo con la profesionalidad y el cariño de la gente que me encontré en Acantilado. Están a un nivel altísimo, nada que envidiar a ninguna otra zona donde haya industria. He tenido la suerte de trabajar en España, Latinoamérica, Europa… y hay una cosa que el profesional se lleva siempre. Si respetas tu trabajo, si te gusta lo que haces, eso es lo que te da la profesionalidad. He conocido a directores y directoras de muchas nacionalidades y todos tienen algo en común: la pasión por su trabajo. Esa pasión la detecté también en los profesionales de Canarias. ¡Y hay un enorme talento en las Islas!
La directora Helena Taberna ha escrito de usted: “Probablemente es uno de los papeles más complicados de su carrera y también uno de sus mayores logros como actriz”. ¿Cómo definiría a su personaje de la inspectora de policía Yaiza Santana?
Santana no es una mera investigadora. En una mujer obsesionada por la justicia y enteramente entregada al trabajo. Ama su profesión. Como he oído decir a algunos policías, su trabajo es “intentar que los malos no existan”. Para meterme en el rol tuve muchísima ayuda de policías, gente en Madrid y en Canarias. Para preparar mis personajes no paro de preguntar, es la forma de que mi actuación realmente tenga que ver con la vida real. La policía en Canarias no pudo ser más abierta. Nos facilitó mucha información.
Su personaje ha tomado algunas decisiones para solucionar el caso que la han comprometido en el plano emocional.
Es cierto que Santana mandó a alguien para poder solucionar el caso, pero ella no tiene un interés previo. Esta circunstancia que no vamos a desvelar después se complicó, y sus consecuencias se van nrevelando en el transcurso de la película. Porque Yaiza Santana también es una mujer que se ha olvidado de sí misma.
¿Con qué momentos se queda de la película?
Con dos, uno es la escena en la que entro a una morgue, una escena muy larga (aunque fue acortada en el montaje), que fue brutal para mí y también para Helena Taberna, la directora. Yaiza Santana veía a alguien que quiere y se ha ido, y yo en esa jornada de rodaje me transporté con ella, directamente. El otro fue la escena en la que se me ve a lo lejos en la lancha de la Guardia Civil. Ellos, por supuesto, no arriesgaban y me tranquilizaban, pero acabé empapada, saltando sobre las olas en alta mar, muy lejos de la costa precisamente para que fuera menos peligroso. Estuvimos dos horas bailando con el agua. Cuando llegamos a puerto el equipo canario me atendió con el cariño y sensibilidad que necesitaba, apoyándome. Estoy muy agradecida.
¿Qué diría de Acantilado para animar al espectador a acudir a los cines?
Me gusta cómo se adentra en el mundo de las sectas. Cómo alguien se introduce en ellas por una búsqueda de amor, afecto o entendimiento y lo que pasa a continuación. Creo que la película juega bien el debate de qué es una secta, porque a veces llamamos así a grupos de personas que toman la decisión de vivir de forma distinta sin molestar a nadie y sin hacerse daño. La pregunta sobre lo que es y no es una secta flotó durante todo el rodaje. Siempre se estigmatiza, como si por definición trajera algo malo, y no siempre es así. Es un mundo inmenso y un debate interesante.
Los emplazamientos grancanarios donde se rodaron escenas fueron El Agujero (Gáldar), playa de Las Mujeres (San Bartolomé de Tirajana), puerto de Las Nieves, Maipés y los barrancos de Guayedra y El Juncal (Agaete), calles del barrio de Arenales y la Supercomisaría (de Las Palmas de Gran Canaria). ¿Recuerda alguno de forma especial?
El barranco de Guayedra donde se construyó el set de la secta. Me impresionó. ¡Tiene una energía tan bonita! Fue una decisión muy acertada de Helena rodar ahí.
Viajemos al pasado. ¿Qué le ha quedado de “Mararía”?
Fue mucha magia. Había terminado arte dramático con Cristina Rota en Madrid y me habían ofrecido hacer de presentadora en unos documentales en las Islas. Quería ser actriz pero también trabajar, así que acepté. Y menos mal, porque rodando en La Geria aparcó un coche y se bajaron Marta Miró, Andrés Santana y Antonio Betancor. Entonces no sabía quiénes eran. Recuerdo que hacía mucho viento. Se me quedaron mirando, pero no le di importancia, porque cuando grabas con una cámara hay gente que se para y mira. Cuando cortamos se me acerca Antonio Betancor y me pregunta de dónde era. “De aquí”. “¿Y eres presentadora?” “No, soy actriz, acabo de terminar la carrera”. “Es que voy a hacer una película que se llama “Mararía” y tú eres la protagonista”, me dice. Casi me desmayo.
¿Qué recuerdo guarda de Antonio Betancor, fallecido en 2006?
Muchos maravillosos. Recuerdo su dulzura, su creatividad, su manera particular de ver las cosas. Era una persona muy romántica con lo que hacía, le gustaba mucho la belleza. Nos dio mucha pena a todos que se fuera.
En “Maktub,” de Paco Arango, interpretó por segunda vez a una mujer canaria. Supuso su segunda nominación a los Goya, la nominación de la Union de Actores y el premio del Círculo de Escritores Cinematográficos.
Conozco a Paco desde que llegué a Madrid y desde entonces él me había prometido que iba a ser la actriz protagonista de su primera película. Pasaron casi quince años, pero así fue. Me encanta hacer personajes canarios, conozco muy bien a la mujer canaria y creo que hay cosas que se cuentan mejor si esos papeles los interpretan actrices de las Islas, por gestos, palabras, maneras de percibir.
También se ligó a las Islas cuando rodó con Félix Sabroso y Dunia Ayaso el papel de la heroinómana Lina , actriz del cine del destape, en “Los años desnudos” (2008).
La película merece muchos reconocimientos, es una pena que no se haya visto más. Soy muy amiga de Candela Peña desde un festival en Argentina en el que coincidimos. Ella me dice “Gregor” y un día me llama: “Gregor, voy a hacer esta película y hay un personaje que lo vas a hacer tú”. Yo con Candela voy al fin del mundo. En Madrid no tenía muchos amigos canarios y, de repente, rodar con Félix y Dunia, la manera de hablar de ella, me hacía sentirme en mis raíces. Ojalá Dunia no se hubiera ido y hubiéramos podido volver a rodar juntos.
Marta en “El desconocido” (Dani de la Torre, 2015), Virginia en “Marsella” (Belén Macías, 2014), Inés en “Planes para mañana” (Juana Macías, 2010), Maribel en “Rivales” (Fernando Colomo, 2008), Carmen Castro en “Las 13 rosas” (Emilio Martínez Lázaro, 2007), Bárbara y Julia en “Fuera del cuerpo” (Vicente Peñarrocha, 2004), Mónica Vega en “La caja 507” (Enrique Urbizu, 2002), Valeria en “Amores perros” (Alejandro González Iñárritu, 2000), ¿qué papeles se llevaría a una isla desierta?
“Mararía” fue mi primera película y es muy especial. Nunca olvidaré lo que significa esa magia de que se te cumpla un deseo. No puedo mojarme más, porque cada vez que me entregan un proyecto me doy a él al cien por cien, agarrándome al personaje y la historia. Este trabajo tira mucho de ti, de lo que puedas darles a los personajes. Siempre pienso que todas las películas tienen su parte positiva y que podrían verse en el mundo entero. La realidad es que al final eso solo pasa con algunas. Hay casos como Amores perros, que en Estados Unidos casi nadie había visto hasta que se nominó a la Mejor Película de Habla no Inglesa en los Óscar de Hollywood. Al año siguiente todo el mundo la conocía. Tuvo un movimiento brutal. Pero no catalogo las películas que hago por cómo se reciben, sino por cómo las recibo yo.
¿Cuál es la clave de mantenerse con esa regularidad en películas de todo signo?
Sigo formándome. De hecho, localizar escuelas es lo primero que he hecho nada más aterrizar en Los Ángeles. Un actor es un deportista, tienes que estar siempre entrenando. Cuando trabajas es como si jugaras un partido y en los periodos en los que no lo haces tienes que mantener la forma entrenando. No puedo dar consejos, pero sí hablar de lo que a mí me viene bien. Es importante elegir dónde te formas, porque hay miles de escuelas, pero maestros pocos. En mi caso, me formé con Cristina Rota, Juan Carlos Corazza y Susan Batson, una entrenadora de estrellas como Nicole Kidman y Juliette Binoche. Entrenando coges y desechas, pero siempre son pasos adelante. Lo que no recomiendo a nadie es lo que hice con Cristina Rota, que fue sumergirme en la escuela dejando al margen todo el resto de mi vida. Aunque en ese momento yo necesitaba saber en qué consistía esto de ser actriz.
LA ACTRIZ DE «MARARÍA», EL PAPEL MÁS DESEADO DEL CINE DE CANARIAS
Por su fisonomía, sus ojos oscuros, los rasgos angulosos de su rostro, a la actriz que interpretó a María la de Femés en Mararía le suelen ofrecer papeles dramáticos de mujer dura y sufrida con los sentimientos a flor de piel. Curiosamente, ese primer papel en el filme de Antonio Betancor es el que más se acerca a la hermosa mujer con facciones de top model que también es. En Rivales y Fuera del cuerpo ha probado la comedia. “No me siento encasillada y, además, he tenido la suerte porque mis personajes siempre han sido muy distintos, un regalo maravilloso para un actor”. Gregoria Micaela Toledo Machín, como aparece en Wikipedia, es una mujer cercana y dulce a la que le gusta trabajar y sonreír. Casi siempre ajena a la política, por sus Islas ha salido de su zona de confort, como cuando se movilizó en contra de las prospecciones de Repsol frente a las costas canarias.
Así apareció en la mesa redonda sobre cine y turismo a la que la invité a participar, tres meses antes del rodaje de Acantilado, en el marco del II Foro Internacional de Turismo Maspalomas Costa Canaria, en diciembre de 2014. Hay un secreto más. Los dos compartimos trabajo en Mararía, ella como actriz protagonista y quien firma como único canario en el equipo de dirección. Y descansando en habitaciones contiguas durante las ocho semanas de estancia en el hotel Beatriz Costa Teguise entre septiembre y noviembre de 1997. Al revés que el leonés Carmelo Gómez-que interpretaba al médico D. Fermín-, a Goya Toledo se la veía en aquel rodaje centrada en su trabajo, como tanteando de puntillas el nuevo medio, quizás abrumada por la responsabilidad de interpretar el papel más deseado de la historia del cine en Canarias. La nominación al Premio Goya a la Mejor Actriz Revelación al año siguiente la catapultó a una carrera que crece papel a papel, a cada nuevo paso más sólida e interesante. Pronto la veremos en otras pantallas, pero Goya Toledo, Medalla de Oro de Canarias en 2007, veintiún créditos como actriz de cine en 18 años de profesión, no es amiga de adelantar proyectos. “Es una mezcla de superstición y prudencia, pero es mi manera de hacerlo, así soy”.