El primer Bed & Breakfast de Vegueta, casco histórico de Las Palmas de Gran Canaria, y un paseo por el barrio de San Lorenzo de esta ciudad, que fue municipio independiente hasta 1937, han sido las dos últimos entradas publicadas en Viajeros Urbanos de El País, la ventana online del suplemento El Viajero. A Ana Lola Betancor y Miguelo Arencibia (por el tema del B&B) y Manuel Santana, Antonio Alvarado, Manolo Cardona y Alexis González (por el de San Lorenzo) corresponden en esta ocasión los agradecimientos por la información y ayuda aportadas para la realización de los mismos.
Subrayo que el tema del Bed & Breakfast surgió tras un llamamiento que hice en Facebook para que personas interesadas se pusieran en contacto conmigo en el caso de que tuvieran información de establecimientos, lugares, erc, que ofrecer. El llamamiento sigue por supuesto abierto. Debo decir que ambos textos estuvieron en lo más alto de los más leído de El Viajero en los momentos de la publicación. El B&B ocupó el primer lugar durante todo un día. El tema de San Lorenzo llegó a ocupar la segunda plaza y, a fecha de hoy, ha sido compartido más de 600 veces en Facebook. El récord hasta la fecha, no obstante, lo ostenta aquel paseo por las casas de colores de San Juan de diciembre de 2012, que ha sido compartido en Facebook hasta hoy 1.984 veces.
Arriba puedes acceder directamente a los temas tal y como fueron publicados en El País. Pero a estos dos textos les tengo un cariño especial y, excepcionalmente, reproduciré a contuinuación los textos originales, que pocas veces coinciden exactamente con lo publicado. Agradezco a El País, y en especial a los responsables y compañeros de El Viajero la oportunidad que me permite seguir escribiendo al vuelo. Ojalá pueda seguir aprovechándola mucho tiempo.
Acompañaré los dos textos con fotos tomadas durante la realización de los trabajos. Empiezo por el de San Lorenzo, que cronológicamente fue el primero. Espero que gusten.
Paseo por San Lorenzo, el barrio agrícola de Las Palmas de Gran Canaria
El ¡blam! que el niño oía en el aula del colegio provenía de más allá de las fincas de plataneras, justo del otro lado del valle, de la cantera de San Lorenzo, último exponente –en declive- de las minas que durante siglos han horadado a golpe de barreno las montañas de esta zona de Gran Canaria. San Lorenzo es otro mundo. Nada que ver con la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria a la que pertenece. Y la explicación es que perdió a punta de pistola su condición de municipio independiente. Fue en 1937 después del golpe de estado de Franco. Tras un tiempo en la cárcel, el acalde comunista y cuatro concejales fueron ejecutados. Son los fusilados de San Lorenzo. Sus familiares aún buscan los cadáveres. Pocos en Gran Canaria lo saben. Tampoco que al pueblo de San Lorenzo pertenecieron siglos atrás dos de los parajes más codiciados de la isla, la playa de Las Canteras y la Isleta.
Una visita al barrio debe hacerse en domingo para coincidir con su mercado, el único agrícola de la capital. En coche los doce kilómetros de distancia no superan los diez minutos. Lo recomendable es tomar la circunvalación (GC-3) en dirección a Teror y desviarse por la GC-308. La sinuosa carretera que nos lleva al barrio pasa junto a un peculiar conjunto de veintiocho estanques construidos desde el siglo XVII para almacenar agua de riego. Son las charcas de San Lorenzo, una de las principales construcciones hidráulicas históricas de la isla. Un entorno de máximo interés ornitológico por la variedad de aves que transitan por ellas. Si la opción es transporte público hay que coger la guagua 335 de la compañía Global desde la estación del parque San Telmo. Sale cada hora a las y cinco, también los domingos. En 30 minutos llegaremos.
El mercado abre de 8 a 14 horas todos los domingos. Hay que llegar temprano. Suele copar su aforo de 7.000 visitantes en 1.500 metros cuadrados. En su treintena de puestos se pueden encontrar frutas y verduras de temporada de esta y otras zonas de la isla, queso, miel, semillas y planta aromáticas o todo tipo de panes. Por ejemplo, papas “del ojo dorado», calabaza boba, ciruelas del país, berenjena blanca, tunos indios y batatas de huevo.
Tras la compra nos acercamos a la plaza. Son dos minutos a pie. Pasamos junto al bazar Murillo, donde si hay hambre podremos pedirnos un bocadillo con el típico pan “grande”. Lo podremos degustar muy cerca, frente a la terraza que hay delante de la iglesia, construida en el siglo XVII. Enfrente, la misma casa de dos plantas que hoy es vivienda particular fue el antiguo ayuntamiento. “Te mataré / con una sobredosis de ternura” canta un limpiacoches con un vozarrón que traspasa las manzanas del casco viejo del pueblo. Nosotros recorremos las callejuelas buscando el edificio de los antiguos juzgados. Es domingo y muchas casas de las terreras tienen las puertas abiertas de par en par.
Venimos con hambre de campo. Queremos más. Así que decidimos escalar las cumbres de la capital. En coche nos desviamos por la calle La Paz, que es el punto de partida de la carretera vecinal de La Milagrosa (C-381). La cuesta es pronunciada. Ascendemos cuatrocientos metros en solo cinco kilómetros de trayecto y seis minutos entre los barrancos de El Acebuchal y El Pintor. Pasamos de largo por La Milagrosa, adonde volveremos para almorzar. Antes exploraremos los límites más altos del municipio de Las Palmas de Gran Canaria, a 610 metros en lo alto de la caldera volcánica de Pino Santo, paisaje protegido. Vale la pena bajarse del coche para admirar las vistas de la urbe, muy a lo lejos. El día está claro. Mirando al este, la isla de Fuerteventura parece un lagarto gigante tumbado al sol sobre el horizonte.
De vuelta, el bar La Milagrosa, veinte años de vida y cuatro en manos de sus actuales dueños, ofrece una relación calidad precio insuperable. Mejor llegar antes de la una. Se llena. Por diez euros por persona conoceremos su exquisita tortilla de papas, de las mejores de la isla. O su clásico papas, queso y mojo, es decir, papas hervidas con queso tierno y supremo mojo rojo casero. O sus deliciosas albóndigas caseras, su inapelable cochino frito. O su “acompañamiento”, que son caballas de lata servidas con ensalada. O todo a la vez. Estaremos fantásticamente atendidos. Para finalizar esta incursión en las cumbres de la capital nos queda tomar, ahora sí, la decisión más difícil. ¿Demoledor polvito canario o finísima tarta de piña? Si vivimos en el centro de la capital, la vuelta a casa en coche no nos llevará más de quince minutos.
Bar La Milagrosa, Plazoleta Era de Báez, La Milagrosa (San Lorenzo), 928 67 41 62. Jueves, de 18 a 24 horas. Viernes y sábados, de 12 a 17 horas, de 19 a 01 horas. Domingos, de 12 a 17 horas. Precio medio, 10 a 15 euros.
Mercado de San Lorenzo. Abierto todos los domingos de 8 a 14 horas. Productos de la tierra sin intermediarios.
La Casa de Vegueta, tras las huellas domésticas de los hermanos Néstor y Miguel Martín-Fernández en el corazón histórico de la ciudad.
Despiertas en La Casa de Vegueta (Pedro Díaz, 5), el primer Bed & Breakfast del casco histórico de Las Palmas de Gran Canaria, una casa canaria clásica, techos altos, patio interior luminoso, construida en 1913 a dos pasos de la plaza de Santo Domingo, el único lugar de la ciudad donde el silencio se impone. Abres los ojos. Sobre la mesilla de noche de una de las tres habitaciones dobles del establecimiento -todas con baño individual- descansa El soldado de porcelana, de Horacio Vázquez-Rial, el libro que encontraste al llegar como una señal. Te introdujo en la vida de Gustavo Durán, músico, militar, espía, diplomático, esposo, amante, estrechamente ligado a la ciudad por su noviazgo con su pintor más emblemático, Néstor, el simbolista visionario. El joven barcelonés de dorada melena rizada que el artista retrató en su gran obra, el Poema del Atlántico. Que casó a su hermana pequeña, Araceli Durán, con el hermano de Néstor, Miguel, el brillante arquitecto -primero racionalista, después neocanario- que erigió los proyectos de ambos cuando Néstor murió en 1938.
En La Casa de Vegueta, abierta en diciembre de 2012, los precios oscilan entre 60 y 90 euros con desayuno. Puedes llegar con un niño si es mayor de 12 años. Especialmente bonitas son las delicadas baldosas hidráulicas con pigmentos verdes y rojos que ornamentn sus 200 metros cuadrados de suelo. Por ahora, no establece estancias mínimas. Su dueña, Ana Lola Betancor, las ha tenido hasta de ocho noches. “Personas de Inglaterra, Suecia, Japón, Australia, Nueva Zelanda. Siento que todo el que pasa me deja una huella.” Desayunas con ella cuando te lanza la revelación. “La silla donde te sientas fue diseñada por Miguel Martín-Fernández y construida en su taller de ebanistería. Era parte del mobiliario de Cho Gloria, su casa de campo. También la cubertería le pertenecía. Y la alacena rústica que tienes delante. ¿No te has fijado en las reproducciones de los ocho cuadros del Poema del Atlántico de Néstor en el salón? También pertenecieron al arquitecto. Lo mismo que cuatro camas de la casa. Dos diseñadas por él. Justamente dormiste en una de ellas.” También la mesilla de noche donde reposa Gustavo Durán.
Abres el periódico. Una noticia te sobresalta. El ayuntamiento de la ciudad reinaugurará en abril la Casa del Turismo de Néstor y Miguel en el parque Santa Catalina. Llevaba décadas cerrada. Apartas la mermelada de higo. El libro, la revelación, la noticia. Cambias la hoja de ruta. Mejor profundizar en la historia de los hermanos antes de visitar un legado trascendental para Gran Canaria. La Casa del Turismo, el edificio del Cabildo Insular, el teatro Pérez Galdós, el barrio residencial de Ciudad Jardín, el hotel Santa Catalina, el Pueblo Canario, el Museo Néstor, la Casa del Marino, el parador de turismo Cruz de Tejeda.
Olvidas Maspalomas. Te quedarás en el acogedor patio de la casa de espíritu cosmopolita zampándote a Vázquez-Rial. Y en los ratos libres le pedirás a Ana Lola la guía Vegueta, un paseo en el tiempo, editada por ella y el nieto del arquitecto, Miguelo Arencibia. Y patearás el barrio que fundó la ciudad en 1478. La verdad original de Las Palmas en un trapecio con la superficie equivalente de treinta y seis campos de fútbol que da gusto callejear. La plaza de Santo Domingo, su silencio de sepulcro. El pasaje en “s” mayúscula del conquistador Pedro de Algaba. El indolente chapoteo de la fuente de la plaza del Pilar Nuevo junto a la Casa de Colón. El mar erizado al final de la soleada calle de Los Balcones. La torre de la Audiencia, su delicada canción popular. Los ocho canes ingleses de hierro fundido de la plaza de Santa Ana. El Centro Atlántico de Arte Moderno del arquitecto Sáenz de Oiza. La insuperable azotea de las remozadas Casas Consistoriales. Los maestros holandeses del Museo Diocesano de Arte Sacro en el patio de los Naranjos de la Catedral, su ascensor de la torre sur con insuperables vistas. Las tascas de las calles La Pelota y Mendizábal, camino del Mercado, que rebosan todos los jueves del año por la oferta de tapas a un euro. Las iglesias de San Agustín y los Jesuitas, la ermita de San Antonio Abad, la plaza del Espíritu Santo. La Sala Verneau del Museo Canario, sus 4 momias, 20 pelvis, 4 esqueletos y 955 cráneos prehispánicos como fantasmagóricos lucernarios.
La Casa de Vegueta. Pedro Díaz, 5. 35001 – Las Palmas de Gran Canaria. Tel. +34 928 339 318 ; +34 696 468 982