El documental «La Isleta (1883-1993)», de treinta minutos de duración, primero que se realizó sobre el emblemático barrio de Las Palmas de Gran Canaria, es mi primer trabajo como director y cumple un cuarto de siglo. Para celebrarlo, la Asociación Atlas y el Foro por La Isleta se han unido para proyectarlo como inauguración de los actos del Día de La Isleta, conmemorativos del nacimiento del barrio en 1883. La proyección será en el Centro Cultural Pepe Dámaso (c/ Benecharo, 51, La Isleta) hoy miércoles 22 de febrero, a las 19.30 horas. El acto cuenta con la colaboración de Audiovisuales Canarias. La película, realizada en soporte de vídeo magnético Hi8, ha sido digitalizada y restaurada para la ocasión. El documental realizado a iniciativa de la Asociación Canaria de Universidad Populares, hace un recorrido de un siglo por los principales hitos históricos, sociales y festivos de La Isleta.
1. Para El Cachalote
Hubo momentos épicos en el rodaje de “La Isleta (1883-1993)”. Entonces no lo llamábamos rodaje sino grabación y si hacíamos un vídeo no hacíamos cine, como se dice ahora, y en ese caso no eras director sino realizador. Por ejemplo, el día que fuimos a entrevistar a la experta Ana Doreste en su casa de Escaleritas junto al Instituto Alonso Quesada. Había mucho viento en Las Palmas. El cámara Fulgen Saturno cargaba el trípode y la script Mila Melián la cámara, o al revés, y yo debía llevar un cuadrado de corcho de metro y medio de lado y quizás dos centímetros de espesor que usaríamos como difusor de la luz. Era nuestra primera producción, teníamos una media de 22 años, y eran equipamientos que simplemente íbamos probando.
Cuando bajé las escaleras a la plaza que da acceso a la vivienda de Ana Doreste un torbellino de aire empezó a moverme de lado a lado con el corcho haciendo de vela. Luché contra el viento todo lo que pude. Cuando Fulgen se dio la vuelta para advertirme del viento por el peligro que suponía para romper el difusor, yo estaba a mitad de la escalera mirando el pequeño triángulo blanco (de corcho) que había quedado agarrado a los dedos. El resto había salido volando. Todavía recuerdo la carcajada de Fulgen.
Otro momento épico fue el rodaje del lanzamiento del volador en las fiestas de La Naval, algo así como el chupinazo de los Sanfermines. Estábamos en el balcón del Club Victoria, con las autoridades e invitados. Debajo, la multitud esperando que el alcalde (entonces era Emilio Mayoral) encendiera la mecha que haría salir el petardo en dirección al cielo. Mayoral busca un fuego y lo halla en el presidente del patronato del Carnaval de Las Palmas, Manolo García, que le entregó al alcalde el cigarro que se estaba fumando. Mayoral prendió con él la mecha y el petardo sale disparado pero no en la dirección prevista, la bola de fuego empezó a bajar y explotó justo encima de las cabezas del público. No hubo heridos, pero Fulgen paneó con la cámara y captó de forma magistral el momento. A modo de fina ironia, le puse un rótulo con la fecha al plano para darle así como solemnidad histórica y lo monté tal y como fue rodado. En esa misma secuencia entre el público, hay un plano de uno de los personajes de la época, Juanito, el Goleador, moreno, fuerte, pelo negro, que siempre iba por la calle vestido de la Unión Deportiva Las Palmas y un balón bajo el brazo.
Otros personajes históricos como el pescador Juan El Cachalote (en la foto), aparecen en el documental. En este caso reparando unas nasas entre las barcas de La Puntilla. El Cachalote falleció de un golpe de mar en la costa de La Isleta trece años después y la ciudad le ha recordado con una escultura dedicada a él en La Puntilla. La secuencia con Juan es otro de mis momentos preferidos, aunque para descubrir por qué, tienes que ir el miércoles que viene, a las 19.30 horas, al Centro Cultural Pepe Dámaso de La Isleta, en el número 51 de la calle Bencheharo. Yo dedico esta entrada a Juan el Cachalote, cuya pérdida sentí mucho.
2. El extraño caso de las gafas de Pepe El Uruguayo

A la izquierda, Manolo García; a la derecha, José de León (Pepe El Uruguayo), entrevistados en el documental. / OAC
Las entrevistas que aparecen en el documental, a José de León (Pepe El Uruguayo), Manolo García, Felipe Bermúdez, José Luis Álamo, Francisco Zumaquero y Ana Doreste, habían sido concienzudamente preparadas previamente por el equipo de guionistas que encabezaba María Eugenia Cardenal, que fue quien me puso sobre la mesa la oprtunidad de dirigirlo. El documental es una iniciativa de la Asociacion Canarias de Universidades Populares y fue respaldado por Cultura del Ayuntamiento de Las Palmás de Gran Canaria, que entonces contaba como gerente con José Tristán Pimienta. Una vez decidida la parte del fragmento que nos interesaba tener registrado en vídeo para el montaje volvíamos a vernos con los personajes indicándoles la parte que debían decir de su parlamento. Es una forma de trabajo que quizás esté en desuso porque exige más tiempo y hoy vivimos tiempos de precipitación, pero es más efectiva, y tambien más segura si tienes claro el discurso que quieres trasladar. Entonces rodar (en vídeo se decía «grabar») costaba mucho más dinero que hoy, y nosotros rodamos el documental controlando el gasto al milímetro, como se rueda en cine.
De las entrevistas, la de Manolo García (en la foto, a la izquierda), entonces presidente del Patronato del Carnaval de la ciudad e isletero insigne por su rol en la vuelta de estas fiestas a la ciudad en 1976 -después de 40 años de prohibición por el Franquismo-, aportan el humor necesario para que el espectador empatice con el documental. García, fallecido en 2009, carnavalero, líder vecinal, cambullonero, era un auténtico personaje, por su forma de hablar, de voz grave y deje profundamente canario, su característico tartamudeo y la sorna que llevaba escrita en la mirada. Deseo que haya familiares suyos en la proyección del miércoles.
La entrevista a José de León (Pepe El Uruguayo) se hizo más grande de lo inicialmente previsto porque la muerte del abogado y político Fernando Sagaseta, el 3 de diciembre de 1993, canceló la cita prevista ese día al historiador Sergio Millares, que hoy es también concejal de Barrios y Participación Ciudadana y del Distrito Isleta y Guanarteme de Las Palmas de Gran Canaria. Así, Pepe tuvo que “actuar”, es decir, aprenderse los parlamentos que Millares había expuesto en las entrevistas. Lo hizo con gran profesionalidad. Esa es la razón por la que Sergio Millares no aparece en la película -aunque está en los agradecimientos- y Pepe sale en cuatro bloques, en vez de los dos inicialmente previstos.
Es divertido el detalle de que, a partir del segundo bloque, Pepe deja de llevar las gafas que tiene puestas en el primero. No estuve en esa grabación y, desde luego, es un claro fallo de continuidad del que nos dimos cuenta en el montaje. Pero las películas, como la vida, son una suma de aciertos y errores, y a mí este fallo, aunque me fastidia, también me gusta. Teníamos 22 años. ¿Cuál es la razón por la que Pepe El Uruguayo se quita las gafas durante la película? ¿Será una razón que nos desvelará el documental? ¿Volverá a llevar las gafas Pepe en los bloques siguientes? «El extraño caso de las gafas de Pepe El Uruguayo» es un aporte de perplejidad, extrañeza y suspense que enriquece a la obra cinematográfica desde el punto de vista de su dimensión artística. O a mí me gusta pensarlo así.
3. El mejor equipo

Imágenes del documental: foto de La Isleta en el siglo XIX, isleteros de fiesta y en misa y poblado de chabolas en El Confital. / OAC
El montaje de “La Isleta (1883-1993)” se realizó en un local de la calle Olof Palme, encima del gimnasio Vico. El soporte de grabación, Hi8, era un intento de Sony para competir con el Súper-VHS de Panasonic, soportes semi profesionales (o semi domésticos) que buscaban equipararse al U-Matic , pero que estaban muy lejos del Betacam, el soporte magnético profesional. El Hi8 tenía un problema, la fragilidad del soporte magnético, de solo 8 milímetros de ancho en cintas de un tamaño más pequeño que las de los viejos cassettes de música. Esa debilidad hacía que, a pesar del cuidado con que el cámara Fulgencio Saturno trataba el material, por las cabezas magneticas durante la propia reproducción con frecuencia se colaran “drops” (fallos en la cinta) que en el visionado se traducían en una raya que cruzaba de arriba abajo el cuadro o algún destello blanco en la imagen. Los “drops” fueron la mayor pesadilla durante el montaje y determinaron el uso o no de muchos fragmentos. Algunos permanecieron de forma inevitable en el montaje final. Son un testimonio de la evolución de los formatos de vídeo desde los años 70 hasta la aparición del soporte digital.
El documental contó con el mejor equipo posible. Nos habíamos asociado en una cooperativa que se llamaba IMA-G a instancias, creo recordar, de Octavio Cardoso, que entonces coordinaba el área de Vídeo del Cabildo de Gran Canaria. Además de este produjimos otros dos documentales después. Trabajábamos en una casa de la calle Pérez Galdós. Lourdes Rojas fue la jefa de producción. Hoy sigue siendo una técnico de referencia en la Isla en asuntos de localizaciones y atrezzo, fundamentalmente, una auténtica trabajadora del sector, del que no se ha separado nunca, con gran mérito. Como ayudante de producción Lourdes tenía a Loren Saavedra, el más joven de un grupo que tenía una media de 22 años. Loren era entonces cuñado de Octavio Cardoso y actualmente sigue trabajando en todas aquellas producciones a las que puede apuntarse, principalmente en equipos de cámara.
La pareja formada por Fulgencio Saturno y Mila Melián ocupaban los cargos de Cámara e iluminación y Script, respectivamente. Son una pareja de cine, en realidad son “la pareja del cine” de Gran Canaria en los 90. Mila es una reconocida script hoy alejada del mundo profesional (pertenecemos a una generación para la cual hubo muy pocas oportunidades de consolidarse en la profesión). En los 90 trabajó en casi todos los rodajes de cine que se llevaron a cabo en la Isla. Fulgen es hoy cámara de TVE en Canarias, un puesto al que llegó después de ganar unas oposiciones tras 20 años dedicándose al asunto como cámara, iluminador y fotógrafo independiente, en todo tipo de producciones audiovisuales, también muchas de cine. Es un cámara de altísimo nivel, con buen gusto compositivo y un conocimiento profundo y escrupuloso de las herramientas técnicas y los cuidados que hay que tener con el material. Y hombre de pocas palabras. Trece años después, cuando emprendí un nuevo trabajo, lo hice otra vez con él.
25 años después de “La Isleta (1883-1993)”, felices circunstancias de la vida me brindaron la posibilidad de pedirle a Óscar Santamaría, un profesional que admiro de forma especial como montador por sus trabajos en “Julie” (Alba González de Molina, 2016) y “Con cuatro cuerdas” (Amaury Santana, 2014), el favor de darle un baño a las copias en soporte digital que había recibido esta pasada semana, las primeras que tengo en mi poder después de 25 años. Por eso, la copia que veremos el miércoles en el Centro Cultural Pepe Dámaso será la mejor posible, se ha corregido el entrelazado que generaba rayas en las panorámicas, se han realizado unos fallos de sonido que detecté en la digitalización y se ha dado, en general, un tono más compacto al conjunto de la imagen.
4. Amén

El momento del documental que recuerda a los represaliados en el campo de concentración de La Isleta une imágenes de víctimas de Franquismo con la montaña del Vigía mientras se escucha la canción «Ay, Carmela». / OAC
En tiempos de tecnologías rudimentarias, antes de que naciera la señal digital, se inventara el móvil e Internet, hacer la gestión de los derechos de la música era un viaje costosísimo en tiempo que con demasiada frecuencia te llevaba a ninguna parte. Más en un trabajo como este cuya difusión iba a ser, exclusivamente, en el ámbito docente, institucional y privado. Y me lancé de cabeza a la piscina con la elección de la música, sabiendo que
a) íbamos a cumplir escrupulosamente el compromiso de difusión no lucrativa, delegando su uso a la Asociación Cultural de Universidad Populares que lo financió y,
b) que la música era esencial para dar ritmo a una propuesta narrativa encorsetada por un guión que tenía que ser necesariamente rígido y que, por eso mismo, no era fácil de hacer entretenida. “Prohibido aburrir”, dice Félix Sabroso que tenía como máxima Dunia Ayaso. Si el documental le resultaba un aburrimiento habría fracasado.
Mi padre vivió de niño en la calle Tenerife. Su madre, Rita, vivió en las casas que colgaban sobre el mar en La Puntilla. Uno de mis mejores amigos vivió allí durante años. No voy a decir que me siento como en casa paseando por el barrio, pero una parte de mí siente La Isleta como algo propio. Fue el primer barrio obrero de Canarias, por la construcción del Puerto de La Luz, y, de los de Las Palmas de Gran Canaria, el que -con diferencia- más arraigado tiene el sentido de pertenencia de sus vecinos, el que trajo el carnaval, el contrapoder popular a las élites de Ciudad Jardin y Vegueta. Es un lugar en una geografía sin par que alberga, además, el mayor tesoro por recuperar de la ciudad, los tres volcanes de la Isleta, desde 1898 bajo dominio militar. Profundizar en las claves del barrio gracias a la oportunidad que me dio el documental ha sido uno de los mejores regalos de mi vida.
Como suele pasar, la elección de la música se debió a circunstancias del momento y otras que se venían fraguando desde hacía años. La música cadenciosa de Erik Satie que abre y cierra el documental (“Gymnopédies”), lo eleva en dos momentos esenciales distanciándolo de lo local. Al compositor francés lo había conocido en mis años de estudiante en Madrid no recuerdo cómo, quizás por alguna película. La Isleta merece una música universal.
La música militar e histórica (“El novio de la muerte”, “Himno de Riego”, “Ay, Carmela”) que acompañan el desarrollo histórico de los primeros diez minutos, fueron extraídos de LPs, discos de vinilo (entonces empezaba a generalizarse el CD) de la colección familiar de María Eugenia Cardenal. El himno “La Internacional”, interpretado por Stéphane Grappelli, está extraído de la banda sonora del filme de Louis Malle, “Milou en Mayo” (1992), una de mis músicas de cine favoritas. Finalmente, el fragmento de “Tatuaje” de Concha Piquer lo extraje de unos singles, discos de vinilo antiquísimos, de 75 rpm, heredados por mi familia de la colección de mi abuelo Rafael Roca. En Madrid había descubierto a Doña Concha con mis compañeros de piso y “Tatuaje” es su mejor canción, un tema que además encajaba perfectamente para dibujar con un brochazo los 40 años de Franquismo que cayeron como un pesadísimo telón sobre el escenario de España. La voz de Concha Piquer se acompaña en el documental con imágenes de la Sima de Jinámar en Telde, donde eran arrojados muchos de los represaliados por los fascistas. El final de ese bloque histórico, con la Piquer cantado sobre unos planos de telarañas en tuneras en lo alto de la sima es de mis momentos preferidos.
Lo demás del documental mezcla temas del folclore y populares, algunos de los cuales que estaban en boga en ese momento. Ninguno ha perdido vigencia. La isa “De La Isleta al Refugio”, la carnavalera “Una rayita”, el hit local “Somos costeros”…. acompañan, entre otros, el documental durante los últimos veinte minutos de metraje. Hay que observar que el documental se realizó antes del nacimiento de Coalición Canaria, que en estos últimos 24 años en el Gobierno (lleva ya más de la mitad que el dictador Franco) ha usado la música popular y folclórica canaria como un arma de destrucción masiva de identidad, desvirtuando su sentido y ensuciando su pureza. El mismo año 1993 que se proyectó por primera vez el vídeo fue el de la moción de censura al entonces presidente Jerónimo Saavedra por parte de un grupo de insularistas con puerto base en Tenerife que han marcado, finalmente, el devenir histórico del Archipiélago.
Hay un momento de la música que no pude resolver y se me quedó clavado como una espinita, porque en la edición hubo que bajar el sonido justo en el último verso de una copla popular que define de forma genial el ser isletero. No encontré la manera de evitar que el espectador se perdiera ese último verso, pues la edición la hicimos como si fuera un videoclip, montando la imagen sobre una banda de sonido, que estaba en este caso previamente medida para no superar los treinta minutos. Ahora que tengo la oportunidad, pongo por fin la letra completa:
…Soy del barrio de La Isleta
Soy del barrio de La Isleta
Soy canario de Las Palmas
Pero no soy de Vegueta…
Amén.
Más que atractivo e interesante el trabajo. Gracias.