Esos momentos mágicos que tienen las películas que de manera totalmente insólita se empeñan en explicar esa cosa loca que llamamos amor y encima van y lo logran. Como el momento este de Annie Hall cuando Alvy Singer y Annie Hall se besan con el puente de Manhattan de fondo, aquí con los rascacielitos de la calle Primero de Mayo en Las Palmas de fondo.
Y, como tiene que ser, esas películas profundas y únicas que dejan al final una sensación de añoranza, ternura y desgarro, porque eso es justamente lo que el inevitable paso del tiempo hace con las relaciones amorosas. Para quienes vivimos la necesidad de amor salvador a diario, para quienes lo hayan vivido, que nos quiten lo bailao. Y que viva la insolencia narrativa de Woody Allen durante toda la película. Sí, “Annie Hall” sigue siendo una obra maestra.
