Voy a pasármelo bien con esta defensa de “Autodefensa” y “Pacifiction” en los Premios Feroz 2023, con su coda dedicada a Pedro Almodóvar


La serie “Autodefensa” y el largometraje “Pacifiction” son las obras audiovisuales más feroces de 2022 en España. Sin embargo, se fueron de vacío en la décima edición de los Premios Feroz de los informadores de cine de España, entregados en Zaragoza el sábado 29 de enero. Este texto se publicó en el periódico La Provincia el domingo 30 de enero. Aquí lo comparto con algunos extras (with some extras).

Berta Prieto y Belén Barenys, las estrellas de “Autodefensa”. Fotos: Kiku Piñol

Toda la ferocidad que en el largometraje “As bestas” a mí me sabe a impostada, en la serie “Autodefensa” no lo es. Todo el feminismo que en “Cinco lobitos” dispara al corazón (de las mujeres y los hombres sensibles), en “Autodefensa” dispara a las rodillas (del machismo inmovilista). Las aventuras y desventuras de las dos amigas veinteañeras en Barcelona, interpretadas por Belén Barenys y Berta Prieto, están más cerca de la estética del cómic que de las series al uso, pongamos por caso “Intimidad”, que igualmente aborda una problemática (el acoso) que afecta muy mayormente a las mujeres.

Tráiler oficial de la serie “Autodefensa”, producida por Filmin.

¡Pero qué acartonada parece en comparación “Intimidad” y qué inmerecido que la insuperable ferocidad de “Autodefensa”, con toda la rabia y goce de libertad que exhuma, no haya ganado el Premio Feroz a mejor serie de comedia este año! Se lo llevó la inteligente “No me gusta conducir”. Además, los informadores españoles de cine asociados en AICE premiaron de esta serie sobre un cuarentón que decide sacarse el carnet de conducir a los actores Juan Diego Botto y David Lorente.

Viendo las interpretaciones de Botto y Lorente en el último capítulo de la serie el otro día, en el momento en que se persiguen cuando salen del “taxis”, descubrí que una de las mejores cosas que tienen los Premios Feroz es que motivan a actores y actrices en papeles de platino a superarse hasta sus límites no vaya a ser que una casualidad haga que les den a ellos el cada vez más prestigioso premio.

Porque si algo tienen estos premios es que son imprevisibles. Dicho lo anterior, una vez vistos los seis capítulos de la serie “No me gusta conducir”, puedo afirmar y afirmo que, si bien los dos premios a las interpretaciones son muy merecidos, “Autodefensa”’ como serie merece más, mucho más, el premio, dónde va a parar.

Puedo afirmar y afirmo que, si bien los dos premios a las interpretaciones de «No me gusta conducir» son muy merecidos, “Autodefensa”’ como serie merece más, mucho más, el premio, dónde va a parar.

En lo impredecible, “Autodefensa” está mas cerca de la americana “The Leftovers”, salvando los millones de dólares de distancia. “Autodefensa” es una modestísima serie del audiovisual español aún indie. Pero las dos tratan de la desolación. Su formato, tanto capítulos auto conclusivos como (si les da la gana) con continuidad, con duraciones breves y dispares, forma parte de su descaro y radicalidad.

Las dos protagonistas, creadoras también de la serie, terminan meando en la calle a la vista de todos y ese exhibicionismo impúdico, que equivale a sacarle la lengua al espectador, es uno de sus aciertos. El desconcierto de Belén ante los fetiches del escritor de cuentos infantiles, otro. Otro, el momento del colega actor aterrorizado ante la posibilidad de que la furia feminista se desate contra él en redes sociales y termine con su carrera a golpe de cancelaciones (pensando además que había hecho algo que no había hecho). El fundamental, el retrato palpitante de sus experiencias en la ciudad moderna.

Dos momentos de “Autodefensa”. Fotos: Kiku Piñol

No hay obra audiovisual más feminista que esta en la producción española de 2022, dirigida por un hombre, Miguel Ángel Blanca -recomendable su documental “Magaluf Ghost Town” de 2021-, que, por lo que cuenta, ha dejado a las dos jóvenes la batuta de sus auto ficciones. Ni Carla Simón con su premiada “Alcarràs”, película que no soporta un segundo visionado, ni Alauda Ruiz de Azúa, cuyo sensibilísimo retrato de la maternidad tiene el lunar de pintar a los hombres, todos los hombres, como completos inútiles. Eso es lo que parece el personaje interpretado por Ramón Barea, ay.

El equipo de “Autodefensa” en el photocall de los X Premios Feroz en Zaragoza. Foto: Luis Roca

Carla Simón ganó el Premio Feroz a mejor dirección y Alauda Ruiz de Azúa el de mejor guion. “Cinco lobitos”, con “As bestas”, de Rodrigo Sorogoyen, fueron más reconocidas que “Alcarràs” en los premios de los informadores españoles de cine, con tres premios cada una. Es posible que la división de votos entre las dos películas favoritas dirigidas por mujeres haya dejado el camino expedito a “As bestas”. No auguro que ocurra en los Premios Goya. Ahí Ruiz de Azúa debería ganar la mejor dirección novel, dejando así el camino libre a que Simón se haga con la mejor dirección y película. Aunque sea como el reconocimiento por haber logrado ganar un Oso de Oro en Berlín para España después de 41 años.

“Autodefensa” es tan descarnada que confunde a los lobbies. Pero peor parada salió este año el mejor filme de ficción español de 2022, el musical “Voy a pasármelo bien”, de David Serrano. Los lobbies leyeron Hombres G, pues la película está basada en sus canciones, e interpretaron pijerío rancio, facherío insoportable. Y la mandaron al ostracismo. Sin embargo, lograr terminar con matrícula de honor una propuesta tan a contra corriente (esta sí de verdad), con una notabilísima pegada en el público, tiene un valor superior. Tampoco “Voy a pasármelo bien” ganó el Premio Feroz a la mejor película de comedia del año, fue a parar a la hispano argentina “Competencia oficial”.

Tráiler oficial del largometraje “Pacifiction”.

Escribo de películas que quieren que el espectador vaya a pasárselo bien, se ría y emocione. Como yo mismo en los quince últimos minutos de la película de Serrano, que los pasé llorando a moco tendido, como un bebé con perreta. Porque en las películas que se hacen para que el espectador se aburra como una ostra, la mejor del año es, sin duda, “Pacifiction”, del catalán Albert Serra, que tampoco ganó el Feroz el sábado 18 de enero en Zaragoza.

Que “Pacifiction” no haya sido merecedora de nominaciones en los Premios Goya en categorías tan evidentes como la mejor fotografía o la mejor interpretación protagonista va en perjuicio del prestigio de los académicos españoles de cine.

Heidegger

Se ha escrito mucho sobre la falta de nominaciones de la película de Serra en los Premios Goya. Por decirlo de forma lo más abreviada posible, la impresión es que Serra y el cine español académico se miran mutuamente por encima del hombro. Ahora también pasa con los informadores de cine, aunque hay que matizar que los Premios Arrebato Ficción y No Ficción, los destinados a las películas (para entendernos) “raras”, las “marcianadas”, los “truños”, los otorga un reducido comité de socios y no los casi 250 periodistas de la asociación AICE que lo organiza.

Aún así, que “Pacifiction” no haya sido merecedora de nominaciones en los Premios Goya en categorías tan evidentes como la mejor fotografía (Artur Tort) o la mejor interpretación protagonista (Benoît Megimel) va en perjuicio del prestigio de los académicos españoles de cine. Porque ambos son de los mejores trabajos del año del cine español en ambas especialidades. La escena en el mar con surfistas entre grandes olas es la imagen cinematográfica más poderosa (y sobrecogedora) del cine español del año. Del actor protagonista Megimel no hay comentarios para demostrar su excelencia.

El personaje interpretado por Benoît Megimel otea el horizonte en un momento de “Pacifiction”, de Albert Serra.

Merece conocerse el cine de Albert Serra, aunque él no lo ponga fácil. En expresión cubana, te lo pone de pingaaaa, caballero. De los autores españoles de cine de los últimos quince años es, con diferencia, el más destacado. Sus películas sobre Don Quijote, Casanova, el mito de los Reyes Magos de Oriente (filmado en Fuerteventura), la aristocracia francesa en desbandada y Luis XIV, son las mejores películas del cine de autor español de los últimos años.

Un autor a la altura de nombres como Víctor Erice, aunque con la diferencia de que el banyolés hace cine en una época en que ya no es determinante llenar salas (sí, por eso los teóricos se nos han subido a todas y todos a la chepa). Para los escritores cinematográficos, Serra tiene una virtud adicional. Dado carácter eminentemente contemplativo de sus películas, su exasperante, irritante lentitud, te permite escribir la crítica al mismo tiempo que ves la película, un auténtico lujo hoy que el tiempo corre que se las pela.

Benoît Megimel en la secuencia entre grandes olas en alta mar de “Pacifiction”.

Tampoco eso lo han sabido valorar los informadores españoles de cine, pues el premio Feroz Arrebato de Ficción se lo arrebató, valga la redundancia, la grotesca “La piedad”, de Eduardo Casanova, que lógicamente estaba en la gala que no se lo creía. Fue a recoger el premio dando saltitos de alegría y cuando tenía que hablar, dijo dos boberías y se fue entre bambalinas agarrando bien el arrebatado reconocimiento.

Almodóvar

Pero el momento más feliz de la décima edición de los Premios Feroz fue la presencia de Pedro Almodóvar por su premio de honor. El viernes anterior a la gala en el Auditorio de Zaragoza fue objeto de una entrevista en directo. El acto fue una lección de lo que significa, de verdad, crear cultura. No en vano, las 2.000 personas presentes, la mayoría jóvenes, desafiando el cierzo que castigaba la ciudad con temperaturas gélidas esos días, tuvieron la oportunidad de escuchar a quien es el más importante director español desde la Transición, representante de una gran cultura española que tiene sus precedentes en nombres principales como Cervantes, Quevedo (el dramaturgo), Velázquez, Goya, Galdós y Buñuel, entre otros.

Pedro Almodóvar, a la izquierda, posa con los brazos levantados al final de la entrevista en el auditorio de Zaragoza. Foto: Luis Roca

Pedro Almodóvar se mostró frágil como una pluma de paloma, especialmente cuando recordó a su madre. En la gala del sábado rompió a llorar desconsoladamente cuando se refirió a ella. En la clase magistral del viernes uno de los momentazos llegó cuando contó que, cuando era ya conocido internacionalmente, después del éxito de “Mujeres al borde de un ataque de nervios” (1988), ella le dijo: “A mí me darías una satisfacción si volvieras a trabajar en Telefónica”. El público rio, yo igual, sin pararse a pensar en lo terrible que es la lectura profunda de la frase, pura expresión de ese miedo paralizante que nos ha corroído como sociedad, más agudo mientras más de cerca hayamos conocido el franquismo y más subordinados como territorios hayamos estado. Lo tenemos tan interiorizado como sociedad que para exorcizarlo reímos.

Sobre la falta de referencias al franquismo en los primeros quince años de su cine, cuestión por lo que la crítica le reprochaba a Pedro Almodóvar falta de compromiso político, el director del lugar de La Mancha de cuyo nombre no puedo acordarme zanjó con la mejor linterna de la entrevista: “Mi venganza contra el franquismo en mis primeras películas fue negarle la presencia en ellas”. Y sobre la España de hoy concluyó: “Nuestra democracia es mucho más imperfecta que cuando comenzó, necesita una revisión, refrescarla de forma urgente. Es tristísimo para los que vivimos en este país. La espontaneidad ha fallecido y la maldita corrección política se ha transformado en auto censura.”

Así salió publicado en el diario La Provincia este “textículo”, expresión que he oído a Javier Krahe, primero, y después a Alexis Ravelo. Supongo que que en paz seguro que descansan en el mismo módulo de las gentes de mal buen vivir, el de los titiriteros, alehop. Foto: Luis Roca.

Mujeres al volante del cine español


Así salió publicada ayer en el periódico La Provincia mi crónica del 70 Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Comparto el texto en abierto y en su versión completa.

2022 pasará a la historia por ser el primero en que mujeres españolas directoras de cine han realizado las mejores películas. La ultra sensible “La maternal”, presentada en la sección oficial del 70 festival de cine de San Sebastián, conforma este año, con “Alcarrás” y “Cinco lobitos”, un tridente imbatible.

“El triángulo de la tristeza”, Palma de Oro del pasado festival de Cannes es una reveladora, arrebatadora, combativa y excesiva sátira despiadada del mundo que vivimos.

El primer festival de cine de San Sebastián se celebró con las cenizas aún calientes de Jean-Luc Godard, fallecido el lunes anterior. Hubo gritos desgarrados que pidieron para el padre de la cinefilia mundial crespones negros e incluso luto oficial. El festival los aplacó con un comunicado oficial y 91 salvas desde el hotel María Cristina, donde el apátrida director de 150 películas, muchas instaladas, indeleblemente, en la memoria colectiva mundial -entre ellas la inolvidable “Salve quien pueda, la vida” (1980)-, antiguo comunista trotskista, fumador de puros, amante del baloncesto y tenis, se habría alojado alguna vez.

Es ficción. Godard se murió el lunes y nada en el Zinemaldia recordó al director de «Histoire(s) du Cinéma» (1988). Siempre sospeché que los guiños del festival dirigido por José Luis Rebordinos al cine deconstruido son una expresión de sensata precaución para evitar terminar lapidado por los deconstructores. Rebordinos es el director que más años ha estado al frente del más importante evento cultural de España.

Un momento de «La maternal», de Pilar Palomero.

Hay algo peor que tener resaca después de una noche de fiesta con tu productora y distribuidores por otro documental que no es el tuyo en la discoteca Bataplán, antro principal del festival, al mismo ras de la playa de la Concha, que además tengas película a las ocho y media de la mañana y sea otra decepción. No ocurrió. Afortunadamente, la historia del 70 festival de cine dio un giro de guion inesperado el martes con “La maternal”, lo nuevo de Pilar Palomero, ganadora del Premio Goya a mejor película con “Las niñas” hace dos años. Vuelve la aragonesa con un retrato íntimo femenino, esta vez de una jovencísima madre de 14 años, y vuelve a sostener el éxito de la propuesta en el casting de su protagonista, en este caso la extraordinaria Carla Quílez.

Equipo de “La maternal”, con Pilar Palomero en el centro y Carla Quílez a su derecha, tras la rueda de prensa / LUIS ROCA

La película ratifica la validez de lo que desde hace años reivindican las feministas para el cine, la mirada femenina. En “La maternal”, ese poder se traduce en una propuesta muy sencilla, a caballo entre la ficción y el documental, pero emocionante hasta las lágrimas. Con “Alcarrás” (Carla Simón) y “Cinco lobitos” (Alauda Ruiz de Azúa) constituyen las tres mejores películas del cine español del año, un tridente imbatible. Las tres dirigidas por mujeres, dos de ellas abordando el tema de la maternidad.

La rueda de prensa también fue emocionante cuando tomaron la palabra las actrices, jovencísimas madres adolescentes internadas en centros de menores que se interpretan a si mismas, felices por fin porque, como expresó una de ellas, “de una experiencia tan mala ha salido algo tan bonito como esta película”.

Vicky Krieps es Sissi en la película «Corsage», de Maria Kreutzer.

Retrato íntimo también, pero en este caso del último año de vida, en 1878, de la princesa Isabel de Baviera (Sissi), emperatriz de Austria y reina consorte de Hungría, es la coproducción europea “Corsage”. El relato, a la manera de Sofia Coppola en “María Antonieta” (2006), incluye anacronismos narrativos como esa preciosa interpretación al arpa del “As Tears Go By”, de los Rolling Stones, en el propio palacio de la emperatriz. “Corsage” le saca a la emperatriz el corsé y nos la muestra en su interesantísima feminidad. Y literalmente desnuda por primera vez en la historia del cine. La película también está dirigida por una mujer, Maria Kreutzer.

Cartel promocional de «La consagración de la primavera», tercera película de Fernando Franco.

Las películas en las que hombres directores abordan retratos femeninos tienen cada vez menos interés, aunque se hagan con sentido y sensibilidad como esta. “La consagración de la primavera”, tercera del sevillano Fernando Franco, sobre una chica de 18 años abriéndose a la sexualidad a la vez que original descubrimiento del sexo para los afectados por parálisis cerebral. ¿Por qué los hombres directores hacen tantas películas sobre la sexualidad femenina y menos sobre la masculina, por qué no se centran en lo que conocen y escriben, disertan, juzgan, sobre lo que no conocen? Por exceso de oferta y credibilidad, no son buenos tiempos para la mirada masculina, al revés que la femenina, y más si abordan temas relacionados con la intimidad de la mujer. Con todo, “La consagración de la primavera” es de esas películas que te hacen mejor persona.

Anna Castillo y Oriol Pla, en un momento de «Girasoles silvestres» (Jaime Rosales).

De tipos de masculinidades trata lo nuevo de Jaime Rosales, “Girasoles silvestres”, su película más amable con el público. El director de “La soledad” (2007), con la que ganó el Goya, propone una película de trazo sutil e interesante en el uso de las elipsis. “Girasoles silvestres” trata de una madre joven (Anna Castillo) con dos niños pequeños y las parejas que va teniendo. Cada una representa un tipo de masculinidad. Son como escalones en el proceso de afrontar la vida.

Es interesante pensar en cómo sería está película si fuera dirigida por una mujer en vez de un hombre. Y, más aún, por un hombre desde la perspectiva de los hombres. Y, todavía más, por una mujer desde la perspectiva de los tres hombres. La riqueza de lo que somos consiste en ser tolerante con nuestras naturalezas, e intolerantes siempre con lo que nos hace daño. La película tiene la profundidad de su último plano y contiene una revelación, la del actor Oriol Pla que, en el papel de Óscar, es ya un serio candidato al próximo Goya a Mejor Actor Revelación.

Un momento del documental «Mutzenbacher», de Ruth Beckermann.

Me tomo unos marianitos con el productor vasco canario Ramón Saldías, 82 años y como una rosa (de Francia, pues nació en Bidart). Desde 2004 reside en Donostia después más de 30 haciendo cine y publicidad en Canarias. Tiene dificultades para catalogar y digitalizar su valioso fondo de películas. Mientras conversamos, pienso en lo honesta que es con las masculinidades la directora austriaca Ruth Beckermann en el documental “Mutzenbacher”. En él, entrevista a hombres de 16 a 99 años corrientes y molientes para hablar de sexo y mujeres usando como excusa una obra mayor de la literatura pornográfica, la novela anónima de 1906 “Josefine Mutzenbacher, o la historia de vida de una puta vienesa, contada por ella misma”. Lo que se escucha no es políticamente correcto. Hay mujeres que abandonan la sala ofendidas. Me despido al corre corre de Saldías hasta el año que viene.

Ricardo Darín y Juan Pedro Lanzani en «Argentina, 1985», de Santiago Mitre.

Hay películas que parecen reflejar la vida real. A otras se les ve el cartón, como a “Argentina, 1985” (Santiago Mitre). Está protagonizada por el omnipresente Ricardo Darín como el fiscal Julio Strassera, quien estuvo a cargo del juicio contra las juntas militares que gobernaron Argentina entre 1976 y 1983. Tratar este oscurísimo período de la historia con dinero de multinacional estadounidense (Amazon) convierte la tragedia en entretenimiento. Hay emoción, llantinas, humor y una banda sonora infumable. “Peliculón”, me dice alguien nada más salir. A la hora de cerrar este texto, era la mas votada para ganar el Premio del Público.

La película inaugural, “Modelo 77”, decepciona por sus muchísimos lugares comunes para contar una historia carcelaria situada en la España de la Transición. De todas, es a la que más se le ve el cartón. Tiene además un desenlace precipitado. El director, Alberto Rodríguez, reconocido por “La Isla Mínima” o “El hombre de las mil caras”, dijo en rueda de prensa que quería hacerla “entretenida y que hiciera pensar”, un oxímoron de libro. Lo mejor es la poderosa presencia física de Javier Gutiérrez.

La sensación con la que acabé el festival tras ver la decepcionante “Blonde” (Andrew Dominik), sobre Marilyn Monroe, es que estamos asistiendo al fin del cine.

Falla al respetable la sección Perlas si en vez de limitarse a exhibir las películas premiadas en festivales del año, se abre, como anuncia este año, “a sumar propuestas de directores que han crecido con el festival”. ¿Y si lo que presentan carece de interés? Es el caso de la película de Isaki Lacuesta, ganador dos veces de la Concha de Oro. “Un año, una noche” trata de las secuelas en una joven pareja m víctima del atentado yihadista en la sala Bataclán de París en 2015. La película se enreda en cómo encaran el trauma los dos protagonistas sin llegar a ningún lugar interesante.

Los excesos melodramáticos lastran otra película de las que parecen programadas por compromiso, “En los márgenes”, la primera película del actor Juan Diego Botto, con producción de Penélope Cruz, protagonizada por la propia productora y Luis Tosar, ella como mujer deshauciada, él en el papel de lo que Bertolt Brecht consideraba hombres “imprescindibles, los que luchan toda la vida”. Honra a la actriz de Alcobendas decir que destinará los 30.000 del Premio Nacional de Cinematografía, que recibió este año en el festival, a la plataforma anti desahucios, la lucha contra el cáncer y un fondo asistencial para los actores.

Un momento de «R.M.N.», de Christian Mungu.

De las muchas idioteces que se dicen sobre la experiencia cinematográfica es que te permite viajar. Yo lo he escrito también alguna vez. Como si calentar la butaca, el sofá o el colchón pueda compararse a la experiencia de desplazarse físicamente a un lugar. “R.M.N.” es la nueva e interesante película del rumano Cristian Mungiu, director de una de las películas más impactantes de la primera década del siglo, “9 semanas, 4 meses y 2 días”. En la nueva nos da a conocer la vida en un pueblo de Transilvano, enfrentado a unos srilankeses trabajadores de la panadería. Vale la pena solo por la secuencia del encuentro que celebran los vecinos para echar a los inmigrantes, ejemplo insuperable de una asamblea.

No me sedujo, por pretencioso y repetitivo, el nuevo trabajo de Sebastian Lelio, director chileno que ganó el Óscar a mejor película de habla no inglesa por la meritoria, y sobrevalorada, “Una mujer fantástica” (2017). Esta nueva, su primera película internacional, financiada por Netflix, se llama “El prodigio” y se centra en la enfermera que viaja a un pueblo de Irlanda en el siglo XIX para vigilar a una niña que se mantiene viva después de cuatro meses sin comer. Su original arranque genera grandes expectativas, finalmente no cubiertas.

Hirozaku Koreeda está tan presente en este festival como Juanito el Pionero lo estuvo en los carnavales de Las Palmas. Este año el japonés presenta “Broker”, película plagada de buenísimas intenciones, pero larga como un día sin pan. En nombre de la vuelta de público a las salas, que el ministro Iceta defendió con vehemencia en uno de sus discursos aquí, deben reconsiderar modificar la temperatura de las salas por debajo los 27 grados hoy permitidos. Así no hay quien viva.

Un momento de «Moonage Daydream», documental sobre David Bowie.

El documental “Moonage Daydream” (Brett Morgen) sobre David Bowie, fallecido en 2016, empieza siendo un interesantísimo retrato de la evolución de uno de los artistas mas influyentes de los últimos 50 años (músico, pintor, escultor, actor, videasta) pero se estrella en su tramo final, que se alarga, inexplicablemente, durante cuarenta minutos y en nada favorece al autor de “Space Oddity”. Pero hasta ese momento vale mucho la pena por el certero retrato del cantante nacido en Brixton y el mundo ferozmente individualista en que, con Bowie, nos tocado vivir.

Los Monopol donostiarras

La noticia más importante del festival este año no tuvo que ver con estrenos ni estrellas. Fue el reconocimiento del festival a Sade Cines, la empresa donostiarra propietaria de las 20 salas en los tres complejos multicines que existen en la ciudad. El tirón de un festival inclusivo, que busca a una ciudadanía diversa y mayoritaria, tiene influencia en que estas salas, los cines Príncipe, Antiguo Berri y Trueba, que combinan cine de autor con estenos comerciales, pueda mantenerse durante todo el año en una ciudad de solo 188.000 habitantes.

La noticia más importante del festival este año fue el reconocimiento a Sade Cines, la empresa donostiarra propietaria de los cines Príncipe, Antiguo Berri y Trueba.

Solo en los dos primeros días de la 70 edición, el público donostiarra compró 45.000 entradas. En 2019, último año antes de la pandemia, fueron 178.687 las entradas vendidas. San Sebastián tiene, así, uno de los públicos más cultos, cinematográficamente hablando, del mundo. Personas cultas son empoderadas. Lo contrario son seres condenados.

Condenados son los del pueblucho del levante español donde se desarrolla “El agua”, película de Elena Pérez Riera que justifica su presencia, supongo, por la cuota de cine dirigido por mujeres que debe cumplir el festival para no ser señalado como machista. La película es una simpleza con momentos que dan vergüenza ajena promocionada como otra nueva precuela, una más, de “El espíritu de la colmena” (Víctor Erice, 1973)c cine de autor pequeñito y radicalmente honesto. Para más inri, López Riera ofreció una clase magistral en el festival. Después hay quien se queja del auge de la extrema derecha.

Comprendo el abandono de Carlos Boyero, el comentarista de cine más leído de España, de las grandes citas festivaleras, entre otras, esta de San Sebastián. Aquí viene a presentar un documental que se llama “El crítico” sobre el que será emitido en TCM. También le dan un reconocimiento por su labor de tantos años. Empezó cuando Fernando Trueba le cedió el testigo en La Guía del Ocio al irse a rodar “Ópera prima” (1980).

El cine se ha infantilizado. Cada vez más decadente desde que las ayudas públicas de las que se nutre se han orientado a premiar lo político por encima de lo industrial. La perversión es tal que hay gobiernos que promocionan las películas independientemente del público al que se dirija. Es más, las hay que, si una película no tiene espectadores, les parece incluso mejor, el colmo de la estulticia. El sistema está podrido por el intervencionismo de los gobiernos. Los festivales, financiados casi siempre con dinero público, son igualmente culpables.

Publicidad de la película sobre el crítico Carlos Boyero en el 70 festival de cine.

La sensación con la que acabé el festival tras ver la decepcionante “Blonde” (Andrew Dominik), sobre Marilyn Monroe, es que estamos asistiendo al fin del cine. Hay inflación de películas malas, o carentes de interés. Y, sin embargo, vienen precedidas de largos años de trabajo e ingente inversión pública. ¿Para qué se hacen si se las olvidará desde antes de salir?.

En las salas, los más jóvenes no paran de moverse haciendo temblar sus piernas y consultar el móvil. Hay quien cabecea dormido durante media hora y cuando termina la película aplaude entusiasmado. Me gustaría saber a cuántos de los acreditados por prensa se les retribuye por su trabajo. Si, como sospecho, solo se les paga dignamente a una pequeñísima minoría, es porque a las empresas periodísticas todo esto también les importa un bledo.

La película que acompañó el Premio Donostia a Juliette Binoche, “Con amor y furia” (Claire Denise) no podrá en Las Palmas como el 99 % de la programación del festival, porque en esa ciudad africana no quedan cines donde ponerla. Hay auditorios, museos, orquestas y teatros públicos con una programación anual durante todo el año sufragada con decenas de millones de euros públicos. Pero no hay cines. Búscala más adelante en alguna plataforma si quieres ver este remedo amargo de “Un hombre y una mujer” (Claude Lelouch, 1966) que ganó el premio a la mejor dirección en el pasado festival de Berlín. Merece la pena por la apuesta pareja protagonista, Binoche y Vincent Lindon.

Una imagen de Juliette Binoche fue el cartel del 70 Festival Internacional de Cine de San Sebastián.

De las palabras de Juliette Binoche en la rueda de prensa por su premio honorífico destacó que, antes de triunfar, trabajaba como cajera de supermercado para pagarse el teléfono donde recibía las propuestas de castings. En esas estaba cuando tuvo una experiencia extraña con Jean-Luc Godard, en su prueba le hizo recitar un poema totalmente desnuda. De aquellos lodos, estos movimientos #MeToo. La más importante actriz francesa de la actualidad afirmó que ve el cine como cualquier aficionado, aleatoriamente, sin analizarlo. Nunca juzga los papeles y, sin embargo, busca identificar su recorrido interior y amarlos.

Remedo de “Un pez llamado Wanda” (Charles Crichton, 1988), menos genial, naturalmente, pero con momentos desternillantes, es la propuesta de otro francés habitual del festival, Louis Garrel. Presentó “L´Innocent”, tragicomedia con momentos grotescos que se ve bien, pero se olvida con la misma facilidad. Y ya no remedo, sino adaptación libre de “Las amargas lágrimas de Petra von Kant” (Rainer W. Fassbinder, 1972) es “Peter von Kant”, de François Ozon, otro habitual del festival. Un director en la cima del arte cinematográfico mundial vive una monumental crisis por un palo amoroso. Las presencias de Isabelle Adjani y Hanna Schygulla hacen interesante el visionado de esta película que más parece un ejercicio de fin de curso que una película en serio.

Pareja protagonista de «El triángulo de la tristeza», de Ruben Östlund.

Las buenas

Ha hecho falta superar el ecuador del festival para encontrarnos, por fin, con una película deslumbrante. Es “El triángulo de la tristeza”, Palma de Oro del pasado festival de Cannes. Reveladora, arrebatadora, combativa, excesiva, sátira despiadada del mundo que vivimos, punki a ratos. Como en la anterior del director, Ruben Östlund, “The Square”, que también ganó en Cannes, se reconocen las deudas de Luis Buñuel.

El filme trata de una pareja de supermodelos y cómo les cambia la vida durante un crucero de lujo. “Triangulo de la tristeza” reparte interrogantes a ostias, sobre el cambio de los roles de género, el pornocapitalismo y la frivolidad irresponsable de la sociedad de consumo. Nada que no conozcamos y frente a lo cual tan poco hacemos.

Fotograma de «Tori y Lokita», de los Hermanos Dardenne.

En la marginalidad de la marginalidad se sitúa la película que gano el Premio Especial del 75 festival de Cannes, “Tori y Lokita”, de los Hermanos Dardenne, sobre dos jovencísimos hermanos africanos que se buscan la vida como pueden para pagar las deudas de sus traficantes de inmigrantes mientras ella no recibe sus papeles. El retrato es veraz y cruento, perfecto. El único pero es que no resulta original en el cine de los belgas, principales nombres, con el británico Ken Loach, del cine social europeo.

Imagen de «Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades», de Ignacio G. Iñárritu.

Onírica, a ratos felliniana, sorrentiniana, excéntrica, poética, patriótica, crítica, testimonial, es la nueva propuesta de Ignacio G. Iñárritu, que, con Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón conforman los tres grandes nombres del cine mexicano actual. El filme “Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades”, sobre un documentalista mexicano emigrado a EEUU que recibe un prestigioso premio, más parece un testamento cinematográfico del director. La disfrutarán los paladares exigentes y pacientes, pues casi alcanza las tres horas. Por sus poderosas imágenes merece verse en pantalla grande.

Diálogos cinéfagos / “The White Lotus” (2022) – Mike White


Foto: LUIS ROCA

– ¿Y ahora qué hago? Me aburro.

– Cómprate un loro.

– Gaspar se escapó volando, mi vida. Quedamos en que no sacaríamos más ese tema.

– Te estás mimetizando con The White Lotus. ¿Tanto te gustó?

Cartel de la serie de HBO “The White Lotus”

– Me encantó, está en HBO, que todo el hotel lo sepa. Cortita, seis capítulos, y redonda.

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