(En esta entrada incluyo fotos propias, unas tomadas con teléfono móvil y subidas a la red social Instagram –@luisrocaarencibia– y otras con cámara digital convencional. También se incluyen imágenes promocionales de las películas que se mencionan. Las tres panorámicas que se incluyen conmigo de modelo son de José Antonio González)
Viernes, 21 de septiembre
Ambientazo en el restaurante Aldanondo. José Antonio se lanza al bonito con tomate. Marta, Álex y yo mismo a la txuleta con ensalada. Al igual que el año pasado, coincidimos con Santiago Segura, unas mesas más allá. Del comedor interior salen a la calle a fumar Ernesto Alteiro y Benjamín Ávila, actor y director de la argentina Infancia clandestina, que gustó mucho al público. También gustó a Imanol, director de ikastola, que aparece con Manuel y Fer al final de la cena. Nos retiramos a dormir.
Lo imposible batió récords de taquilla en España durante su primer fin de semana. Hay que recordar que fue un fin de semana de puente y… sin fútbol, negocio omnipresente que es uno de los principales escollos para el desarrollo del país.
José Antonio, que ha venido con un documental de Ayoze O`Shanahan filmado en Colombia bajo el brazo, se va de copas. Al día siguiente nos dirá que cruzó dos frases en una disco con el director de El orfanato (2007) Juan Antonio Bayona, Jota para los del cine, que presentará el jueves 27 la más esperada del Zinemaldia, Lo imposible, sobre una familia española que se salvó del tsunami de Asia el 26 de diciembre de 2012. Aprecio El orfanato porque permitió a mi querido Josep Rosell llevarse para casa el Goya a la Mejor Dirección Artísitica aquel año. Ya iba siendo hora.
En Donostia, el cine y la gastronomía se funden sin imposturas. Será el último día de nuestra estancia, el sábado 29 de septiembre, cuando descubriremos el mejor sitio de pintxos de los conocidos en los últimos cuatro años. Zeruko, en el número 10 de la calle Pescadería.
Sábado, 22 de septiembre
El año pasado acabé mis visionados en el Zinemaldia con una película francesa muda, The Artist (Michael Hazanavicius), que al final fue la película del año. Este año empecé con otra muda, Blancanieves (Pablo Berger), que tiene todos los números para convertirse en la película española del año. Con permiso de Lo imposible. La dan a las nueve de la mañana en la sala grande del auditorio Kursaal de Moneo. ¡Quién sabe si como The Artist también logra ganar el Oscar! En San Sebastián obtendría una semana más tarde el Premio Especial del Jurado y una Concha de Plata para la actriz Macarena García, la Chelito de la popular telenovela Amar en tiempos revueltos. El que no arriesga no gana. Macarena García hace de Blancanieves. Y de verdad que sus rasgos se parecen mucho a los del clásico de Walt Disney de 1937 .
El filme de Berger es un fantástico ejercicio que encandila al público. Se equivoca quien piensa que hacer hoy cine mudo es un mero ejercicio de nostalgia. También es reivindicar un tipo de narración que cuenta más con menos palabras. Cine en estado puro. Fueron muchos los cineastas que afirmaron que el cine moriría con la llegada del sonoro. Y muchos más los que piensan que las grandes obras maestras se realizaron ya en esos tiempos. Sus tres décadas de vigencia ofrecen tantas variantes como pueda uno imaginarse, como apuntó el propio Berger en la rueda de prensa tras el pase del filme.
Vas a ver una de Ken Loach y te esperas un dramón de proletarios en suburbios ingleses con mensaje político de un golpe de riñón y sin vaselina. Y aciertas en casi todo menos en lo más importante. The Angels’ Share (La parte de los ángeles) es una deliciosa comedia que te lleva en volandas desde el minuto uno.
La televisión lleva alimentando con actores y actrices al cine desde hace quince años. Antes era al revés. Y mucho antes fue el teatro el que lo hacía. Comparto sesión con Álex, que se ha venido el fin de semana. Con ella desayuné en Santana. Pronto dará un curso en Las Palmas precisamente de eso, actuar para series de televisión. Manuel, mientras tanto, vio Blancanieves ayer y quedó enamorado de los ojos de Daniel Giménez Cacho. Con razón. A mí me perdió la niña Sofía Oria, que hace de Carmencita. Maribel Verdú, en el papel de madrastra, Ángela Molina como la abuela, Ramón Barea como el apoderado, Imma Cuesta como la madre. Todos están bien. También los enanos toreros. Diez horas más tarde le daré la mano emocionado al enano enamorado en la puerta de la fiesta de la película en la discoteca Bataplán.
En las sesiones dominicales del cine San Roque de Firgas, pueblecito de la medianía de Gran Canaria de donde soy de origen por parte de madre, el público estallaba al unísono en aplausos y vítores cuando irrumpía el Séptimo de Caballería para salvar a tiro limpio el fuerte acorralado por los indios. En la película Argo de Ben Affleck, producida por él mismo y George Clooney, buena parte de la sala grande del Kursaal estalló en aplausos cuando el avión que conducía a casa a los rehenes estadounidenses escondidos en la embajada de Canadá conseguía por fin despegar. El cine en salas no debe morir. Mucho mejor si el recinto, como este, tiene aforo para 1.800 personas y está hasta la bandera. El Zinemaldia, cuarto festival de Europa, es sin embargo el primero en público que lo vive.
Argo cuenta la crisis de los rehenes de 1979 entre Estados Unidos e Irán. Una historia basada en hechos reales que tuvo como protagonista a quien consiguió sacarlos del país, el latino de la C.I.A. Tony Mendez (interpretado por el propio Affleck). La coartada era hacer creer a los iraníes que los americanos ocultos eran canadienses miembros del rodaje del filme de ciencia ficción Argo. Una invención disparatada que funcionó. El filme crece cuando cambia de escenario al Hollywood de la época, que entonces tenía el famoso letrero de la colina tirado por los suelos. John Goodman y Alan Arkin Interpretan a los cineastas que hacen verosímil la coartada. La película en esos momentos arranca carcajadas.
Ghobadi, exiliado por orden de las autoridades de Irán, dijo en el escenario del Kursaal que hizo el filme «para no morir.» Rhino Sesion cuenta la historia de un escritor iraní condenado a 30 años tras el advenimiento de la revolución islámica por venganza de su ex chófer, secretamente enamorado de su hermosa esposa Mina, interpretada por Monica Belucci.
El filme es de sobresaliente si no fuera por los últimos diez minutos, cuando sin previo aviso se transforma en un panfleto norteamericano. El gatillazo en esos minutos es monumental, con voz en off del ex presidente Jimmy Carter al final de los créditos incluida. El filme obtuvo el segundo puesto en el Premio del Público en el muy alabado Festival Internacional de Cine de Toronto (Tiff). El primero fue para The Sessions (Ben Levin, 2012) que también se exhibió en el Zinemaldia y gustó a Manuel, aunque sin excesos. Yo no la vi. Viendo Argo me provoca cierta inquietud que la tarde anterior Juan Carlos Fresnadillo me hubiera recordado que la inauguración del Zinemaldia en 1977 fue con La guerra de las galaxias (Star Wars, George Lucas, 1977) y que en esta película el hijo de Mendez tenga su habitación llena de muñequitos de la misma película. ¿Casualidad, destino?
El siguiente filme es también norteamericano. Pero con las banderas de las barras y estrellas usadas para transmitir significados opuestos. Nunca me he creído al excesivo Oliver Stone. Sus filmes solo tienen morbo, aunque para mí eso no es poco. Pero aquí clama al cielo que un director como él, un hombre hecho y derecho, firme esa inverosímil oda al lugar común en clave narco que es Salvajes (Savages, 2012). Una película para adolescentes que arranca pareciendo que va a ser realmente salvaje pero que se desinfla definitivamente tras el clamoroso error de casting que supone poner a Salma Hayek al frente de los malos. Benicio del Toro, que también está en el Zinemaldia por la coral 7 días en La Habana (Benicio del Toro, Pablo Trapero, Julio Medem, Elia Suleiman, Gaspar Noé, Juan Carlos Tabío, Laurent Cantet) es lo más solvente de un filme que cuenta con la presencia siempre apetecible de John Travolta.
Dustin Hoffman, Tommy Lee Jones, Oliver Stone, Ewan MacGregor, John Travolta. Salvo los dos primeros, los demás Premios Donostia del año huelen a saldo. Por lo menos no hay que pagarlos, razón de peso para un festival como este con 7,2 millones de euros de presupuesto, poco para un clase A. Entre tantos, una actriz española, secundaria histórica, pasó casi desapercibida. Chus Lampreave sí que merece un Donostia. Un colega le dijo que le había encantado en su papel en Hable con ella (2002) de Pedro Almodóvar. “¿Y qué película es esa?”, respondió. Quizás la Concha de Plata a la Mejor Dirección para Fernando Trueba por El artista y la modelo, donde Lampreave hace de chacha al servicio de Jean Rochefort y Gina Lollobrigida, pueda confortar tan craso olvido.
Llegamos al Basque Culinary Center, inaugurado hace un año, para una cena incluida en la sección Culinary Zinema. El taxista nos informa que hemos pasado junto a la casa que el dictador Franco tenía en la ciudad para pasar los veranos. Da escalofríos.
Una de las paredes interiores del centro superior de estudios culinarios del País Vasco está decorada con chapas o cascos de botellas, en este caso de cerveza Heineken. Cosas de los patrocinios. El menú esta noche es en honor al filme El chef (Comme un chef, Daniel Cohen, 2012) y está preparado por Aizpea Oihaneder y Xabi Díez del restaurante Xarma de Donostia y Roberto Ruiz del restaurante Frontón de Tolosa. Una de las propuestas es canelón de pepino y melón, tartar de bonito ahumado y bombón líquido de Idiazabal. Compartimos mesa con un matrimonio de catalán y madrileña acompañados por la madre de él, un científico que a José Antonio le recuerda a Eduard Punset. En la mesa me confiesan que me confundieron con el actor francés Jean Reno, protagonista de El chef. Al director tinerfeño de cine Santiago Ríos le corresponde el honor de haber sido el primero que, durante el rodaje Mambí en la isla de La Palma, me habló de ese parecido razonable.
Tras la cena entramos en la fiesta de Blancanieves en la discoteca Bataplán gracias a Jacques, que ha venido a promocionar la película inaugural del festival, El fraude (Arbitrage, Nicholas Jarecki, 2012). Se quedará una noche con nosotros en el piso. En la fiesta cruzan Lluís Homar, Imma Cuesta, Angela Molina. Tras una cristalera en un reservado protegido por dos fornidos porteros departe Benicio del Toro. Dos jovencitas donostiarras histéricas me piden por favor que le haga una foto al portorriqueño y se las mande por whatsup. Salgo de la fiesta precipitadamente. Es el principio de un resfriado que no me ha soltado del todo hasta hoy que escribo esto treinta días después.
En España la crítica ya hubiera colgado del palo mayor a quien hiciera aquí una película como The Love Songs of Tiedan, sobre unos campurrios en un pueblo perdido adornada con canciones folclóricas y bailes regionales. Pero como es china…
Domingo, 23 de septiembre
Ayer vivimos el que sería último día del verano, con temperaturas de 30 grados. El domingo amaneció encapotado. A las 11 de la mañana, mientras se llena la sala grande del Kursaal (el llamado K1), un matrimonio habla con unos amigos del suplicio que había sido contemplar a las ocho y media de la mañana El muerto y ser feliz, la última creación audiovisual de Javier Rebollo. El filme obtendría dos reconocimientos, el premio FIPRESCI de los críticos, que distingue en San Sebastián desde 1999 al cine “más arriesgado, original y personal” y la Contxa de Plata al Mejor Actor para José Sacristán.
Corrosiva e inteligente es En la casa (Dans la maison), de François Ozon, que ganaría con merecimiento la Concha de Oro del festival, aunque el premio más importante del certamen podría haber ido a parar de igual forma al iraní Bahman Ghobadi por la poética Rhino Sesion (La estación del rinoceronte) o al franco-griego Constantin Costa-Gavras por la ácida Le capital.
En la casa trata de un demonio de 16 años, Claude (Ernst Umhauer), que se presenta en la vida de un profesor del instituto, Germain (Fabrice Luchini), para dar la vuelta del revés a su aburrido matrimonio de clase media. El chico escribe rematadamente bien. Quizás sea un ángel. Engancha al profesor y a su mujer (Kristin Scott Thomas) con la historia de la familia de un amigo del instituto, Rapha, cuya madre Esther está interpretada por una Emmanuelle Seigner que no ha perdido nada del morbo que exhibió en la inolvidable Lunas de hiel (Bitter Moon, Roman Polanski, 1992). Claude se inmiscuye en las familias y las cambia. El espectador y los personajes se preguntan si estaban mejor antes o después. Dans la maison, basada en la obra de teatro del español Juan Mayorga El chico de la última fila, es un filme de guión preciso sobre las fronteras entre realidad y ficción. También, una master class sobre la construcción de relatos.
A estas horas del mediodía del domingo, el Hotel María Cristina es un ejército de gentes del cine. Entrevisto al productor de cine Andrés Santana para un especial sobre los hitos de Canarias en el Zinemaldia. Él obtuvo en 1994 la Concha de Oro por Días Contados, de Imanol Uribe. Javier Bardem, nacido en Las Palmas de Gran Canaria, obtuvo con el mismo filme la Concha de Plata al Mejor Actor. A salida, un equipo de televisión entrevista a José Sacristán en la terraza del hotel. Las de Pedro Almodóvar y Bette Davis son las primeras caricaturas de la exposición callejera 25 años de caricaturas en el Zinemaldia en la cercana plaza Okendo.
El caso es real y ocurrió en 1997. El impostor (The Imposter, Bart Layton 2012) es un documental que da un primer giro -y de 180 grados- antes de los créditos. El segundo y definitivo llegará a 20 minutos del final. Al principio piensas que el filme tratará del milagroso reencuentro de un niño de San Antonio de Texas (EEUU), Nicholas, con su familia. Nicholas, perdido desde hace cuatro años, ha aparecido de repente en Linares, España. Pero no. El chico que dice tener 16 años en realidad tiene 23 y es Frédéric Bourdin, un francés hijo de argelino, delincuente habitual, que deambula por Europa mintiendo sobre su identidad para lograr ser alojado en albergues.
Los diálogos de Cesare devere morire hablan de tiranía y libertad, de emancipación, dignidad y honor. De no perderle la cara a la lucha y de saber morir cuando todo está perdido. Un texto que interpretado por reclusos reales en una cárcel real (varios cuentan con condenas a cadena perpetua) adquiere una fuerza inusitable, superior.
Lo turbador de la historia está por llegar. El impostor es aceptado por la familia a pesar de que su parecido físico no casa con el chico rubio de ojos azules desaparecido. Y desconcierta que pase también los filtros del F.B.I. Bourdin se convirtió así en la primera persona de la historia de los Estados Unidos en entrar en el país con la identidad falsa de otro ciudadano de ese país. ¿Cómo es posible que pasara? ¿Fue quizás la familia quien hizo desaparecer al pequeño Nicholas? Para la policía sería muy sospechoso que apareciera y la familia lo rechazara. Y recibirlo cerraría el caso.
El filme es un galimatías que mezcla elementos y personajes reales con otros de ficción. Lo divertido llega con la llegada del detective privado Charlie Parker, que descubrirá el entuerto cuando el francés está haciendo creer a todos que su total transformación física se debe a las palizas, abusos y torturas durante su cautiverio. Frédéric Bourdin permaneció siete años en la cárcel. Hoy está casado y es padre de tres niños.
Aquí y allá, del madrileño Antonio Méndez Esparza, llegó a San Sebastián con el aval del premio de la Semana de la Critica del festival de Cannes. Es cine transparente, que es como yo llamo a esas películas de fotografía naturalista que parecen estar narrándose en directo. Esta historia transcurre en dos años, pero cada escena parece que dura lo que duraría en tiempo real. Es cine también que llaman «observacional», marca de un cierto tipo de narración contemporánea realizada con pocos recursos, sin ser pobre, y reivindicativo, sin ser panfletario.
Es el tempo por ejemplo de la bella Las Acacias (Pablo Giorgelli), vista el año pasado, o del cine de Carlos Sorín que veremos el último día de festival. Aquí y allá cuenta una bonita historia de idas y vueltas, de pobreza y dignidad, cumbias y corridos. Parece que en algún momento cambiará, súbita y trágicamente. Nada de eso. Los conflictos se viven dentro de los personajes, y el espectador está empujado a sentirlos como propios.
Dos momentos Le capital de Costa-Gavras arrancaron aplausos entre el público. El más memorable, cuando el tío del personaje que interpreta Gad Elmaleh explica en plena comida familiar por qué los bancos chupan tres veces la sangre a los ciudadanos. «No estás muy equivocado», admite el jefe de los banqueros. En esos momentos la comedia ácida va directo a la yugular.
Cine transparente es siempre cine observacional. Pero no necesariamente al revés. La diferencia está en el arte. La peruana El limpiador (Adrián Saba, 23 años) usa la misma estrategia narrativa que la película mejicana del madrileño Méndez y sin embargo provoca incontrolables ataques de risa. Al menos eso nos paso a Manolo, José y yo mismo cuando al segundo, ya cansados los tres del jaleo del día, se le ocurrió comparar el filme con la versión pobre de 28 semanas después (28 Weeks Later, 2007) de Juan Carlos Fresnadillo. Eusebio Vela, un limpiador de escenarios de muertes violentas encuentra de casualidad en un ropero a un chico, Joaquín, al que ayudara a sobrevivir en un tiempo apocalíptico que sin embargo el espectador ni siente ni padece. Para protegerlo del virus que se extiende de forma imparable por Lima le pone una caja de cartón en la cabeza. No la terminé.
Lunes, 24 de septiembre
Como una plegaria elevada al cielo se aparece Aida Folch en la película de Fernando Trueba El artista y la modelo. La campesina española huida de los campos de refugiados franceses tras la Guerra Civil es activista antifascista al tiempo que reclutada por un pintor octogenario para trabajar de modelo. “La primera prueba de la existencia de Dios es el cuerpo de la mujer, la forma esencial”, le dice el pintor interpretado por Jean Rochefort en un momento de este film. “La segunda, el aceite de oliva.” El filme se desarrolla en un amable blanco y negro que permite acariciar el cuerpo desnudo de la modelo mientras posa. Modelo y pintor traspasan el umbral profesional.
Tras la gran Chico & Rita (2010), que debió haber ganado el año pasado frente a Rango (2011) el Oscar al Mejor Largometraje de Animación, el director de Opera prima (1980), El sueño del mono loco (1989), Belle Epoque (1992) y La niña de tus ojos (1998) regresa al cine con actores reales. Por las caras del público a la salida del pase de prensa y acreditados en el teatro Principal, la acogida al filme ha sido más fría que cálida. Buena parte de la crítica no sigue los pasos a Trueba. Le exige un riesgo que esa crítica no asume. Paradójicamente, el premio FIPRESCI de los críticos a Javier Rebollo por El muerto y ser feliz fue el más previsible, por tanto el más conservador, de todo el palmarés. Decididamente, yo me quedo con Trueba. Aunque no comparta esa sensiblera lágrima del personaje de Aida Folch al final del filme.
Mientras avanzo con esta crónica, hoy, 10 de octubre, se ha sabido que la 60 edición del Festival de Cine de San Sebastián tuvo 157.256 espectadores. A pesar de que este año ha habido 32 sesiones menos que en la edición anterior, debido a la huelga convocada el miércoles 26 de septiembre, y a pesar de la subida del IVA del 8% al 21% en el precio de las entradas. El número de espectadores ha disminuido únicamente un 0,85% respecto a la edición del 2011.
En el cine San Roque de Firgas el público estallaba al unísono en aplausos y vítores cuando irrumpía el Séptimo de Caballería para salvar a tiro limpio la integridad del fuerte acorralado por los indios. Lo mismo pasó durante la proyección de Argo.
Foxfire (Laurent Cantet, 2011) atrapa durante sus 140 minutos. Pero uno sale con la sensación de que ha sido desaprovechada. La historia es original. Un grupo de chicas crean el grupo Foxfire, con el dibujo de una llama como emblema, para protegerse de los abusos de los hombres en una ciudad del interior de los Estados Unidos. A la pandilla se le van sumando más. Sus acciones son cada vez más atrevidas. Deciden vivir juntas en una granja. Aparece el dinero como problema. Sus motivaciones para estar juntas son diferentes, pero permanecen unidas. Entre todas se protegen. Engañan a hombres y planean el golpe que las separará.
El filme habla de libertad, sueños y realidad. De motivaciones, de política. Legs (Raven Adamson) la líder, acabará huyendo a Canadá. Reaparecerá luchando con Fidel Castro en la Sierra Maestra. El director de La clase (La clase, 2008, Palma de Oro en Cannes) regresa con narrativa diferente. Esta edición del Zinemaldia no tiene cine USA en la sección oficial a concurso. Pero la película del francés es como si lo fuera. Ambientación, interpretación, factura recuerdan a películas independientes norteamericanas. No es de Concha de Oro. Mi favorita sigue siendo Blancanieves.
El resfriado me tumba mientras por la ventana contemplo al presidente de la Academia española de Cine y propietario de Alta Films, Enrique González Macho, fumándose un pitillo a las puertas del Aldanondo. Es el primer catarro en cinco años de zinemaldias. Temes que te dé tan fuerte que te deje tirado la semana entera.
Paseo rumbo a los cines Antiguo Berri para ver la única presencia de Canarias este año en el festival. Edificio España, de Víctor Moreno, ha sido seleccionado en Made in Spain, sección ecléctica que algunos críticos miran por encima del hombro, pero que, en definitiva, reúne lo mejor del cine español del año. El filme ya estuvo presente en otro de los festivales de referencia, el Bacifi argentino. Me encuentro con Moreno antes de la proyección. Exhibe nervios propios de una premier. Lo acompañan Nayra Sanz, montadora del filme, y Guillermo Carnero, ayudante. La sala es pequeña, con capacidad para cincuenta. Un peninsular que es presentado como el coproductor, David Matamoros, presenta a Moreno como un «mini genio, mini porque es canario y ya sabemos que van siempre algo atrasados.» Que le retiren el pasaporte.
“…Y en polvo te convertirás” parecen querer decir los planos al final del filme con los camiones descargando escombros a las afueras de Madrid. Las películas de Moreno son así. Filmadas sin hacer ostentación. Tampoco de sus significados. Moreno deja el manos del espectador el trabajo de interpretarlos.
La película es el registro de un vaciado. El de un edificio muy emblemático de Madrid, la mole que preside la plaza de España. La cámara la lleva siempre el propio Moreno, quien interpela en algunos momentos a los personajes que aparecen. El ritmo es pausado. El montaje preciso y eficiente. No se hace aburrido. Edificio España, como todos los filmes de Moreno, invita a pensar. Y por su tempo a hacerlo durante el mismo tiempo que dura la proyección.
A la una de la madrugada en la oscuridad de la sala a medio llenar, entre un público que como yo se está despidiendo del Zinemalda, vivo uno de los momentos más intensos. Los dos hermanos juegan desinhibidos al son de una conocida canción de David Bowie de 1970, Ragazzo solo, ragazza sola. ¿Se puede pedir más?
Moreno asimila el filme a su corto Fajas y corsés (2007). Tiene razón. Aquel también era un registro. Pero aquí la revelación está en un título que no tiene nada de anormal. Se corresponde con el título de la mole. Es igual de casual que el plano general fijo del rebaño de cabras acercándose a cámara de El extraño que ante la presencia desconocida (y fuera de campo) del operador se frenan y amontonan, estorbándose. Unos pensarán que están desorientadas. Otros que asustadas. Otros que simplemente esperan una indicación. Otros que la imagen es una metáfora de la reacción del hombre ante la inesperada irrupción de lo diferente. Edificio España es el registro de un vaciado. El vaciado de un país que se llama España.
Casualmente, la película se empezó a rodar en 2007, dos años antes de que Elena Salgado anunciara la aparición de los primeros brotes verdes. Después se descubrió que el color confundió a la ministra. En realidad lo que vio en el camino fueron cagarrutas de cabra. Entonces la crisis no hacía señales ni de humo. Había subvenciones para dar y repartir. La corrupción campaba a sus anchas. Éramos idiotas, descuidados, despreocupados, felices.
Ahora España, como en el filme, son trabajadores de muchas nacionalidades embarcados en una tarea de desmontaje. Como en el filme, sus celadores han pasado a ser cicerones de un tour por lo que fuimos. El país son viejos inquilinos que ven como las paredes de sus casas se derrumban. Y España es, en fin, un equipo de arquitectos elegido para su remodelación. Que nadie lo dude: los arquitectos actuarán al dictado de los nuevos propietarios para, si hace falta, dar carpetazo a una manera de entender un país derrotado por el imperio de la ley de los mercados. La corrupción sigue campando a sus anchas. Seguimos siendo idiotas y descuidados, pero ahora estamos más preocupados. Eso no quiere decir necesariamente que seamos menos felices.
Dans la maison, es un filme de guión preciso sobre las fronteras entre realidad y ficción. También, una master class sobre la construcción de relatos.
La fiesta de El artista y la modelo en el hotel Astoria, subiendo bien alta la ría de la ciudad, es un regumbio de zonas. Las exclusivas y las del común. Lo mejor fueron las presencias de Jean Rochefort y Chus Lampreave. José volvió bien entrada la madrugada después de conseguir que Rochefort le hiciera el característico baile de El marido de la peluquera (Le mari de la coiffeuse, Patrice Leconte, 1990), bello filme homenajeado a su vez por Pedro Guerra con una bonita canción.
Martes, 25 de septiembre
«Las historias de amor más extrañas son las más bonitas de todas.» Mientras me emociono viendo como trata de arrancarle un beso a su hijo Pietro en el hotel donde se hospedan en Sarajevo en un viaje que les revelará la verdad, confío en que si Penélope Cruz no gana la Concha de Plata por Volver a nacer (Venuto al mondo, Sergio Castellito) sea solamente porque hay interpretaciones mejores. La verdad me lo desmiente.
Animals de Marçal Forés es cine joven que recuerda al de cineastas españoles como Carlos Saura en los años setenta. Que conecta con los nuevos tiempos.
Los premios del jurado a la Mejor Actriz son los más discutibles del certamen por su arbitrariedad. ¿Por qué Macarena García y no Maribel Verdú o Sofía Oria en Blancanieves? ¿Por qué Katie Coseni y no cualquiera de sus compañeras de reparto en Foxfire, Raven Adamson, Claire Mazerolle, Madeleine Bisson, Rachel Nyhuus? En Volver a nacer Cruz revela una madurez plena. La que ha ido dibujando con meticulosidad de alfarera desde Jamón, jamón (Bigas Luna, 1992) hasta Volver (Pedro Almodóvar, 2006). Leí en un revista que esta nueva plenitud se la ha dado la recién estrenada maternidad. Aquí se la ve avejentada por primera vez. Lo cierto es que su tesón y entrega a una profesión de funámbulo parece que empieza a recoger los mejores frutos.
El filme de Castellito, que también actúa en el papel del carabinieri pareja de madurez de Gemma (Penélope Cruz), me recuerda a los de Rodrigo García. Con un guión sólidamente construido y voluntad de trascendencia. Es un filme de larga duración. Castellito consigue sin embargo que la segunda hora sea más intensa que la primera. Los giros de esta historia de amor en los tiempos de la guerra de la antigua Yugoslavia fueron para mi imprevisibles.
Un festival de cine son miles de pantallas en blanco. Cesare deve morire (Caesar Must Die), filme de los Hermanos Taviani de la sección Perlas de Zabaltegui que obtuvo el Oso de Oro en la pasado edición del festival de Berlín, es el film más potente de esta edición. Presos italianos preparan en distintos emplazamientos de una cárcel la obra Julio César de William Shakespeare. Los diálogos hablan de tiranía y libertad, de emancipación, dignidad y honor. De no perderle la cara a la lucha y de saber morir cuando todo está perdido. Un texto que interpretado por reclusos reales en una cárcel real (varios cuentan con condenas a cadena perpetua) adquiere una fuerza inusitable, superior. Retumba en las paredes, las remueven.
La conspiración urdida por Bruto y Casio para acabar con el tirano Julio César fracasó por haber dejado con vida a Antonio. Permitir que este hablara en el Senado al pueblo de Roma fue un error de principiantes. Claramente, una licencia poética de Skakespeare para hacer verosímil el relato. Los Taviani demuestran que Julio César no era Roma. Roma era un desarrollo social que llevaba de forma imparable a la tiranía. César, Antonio, Casio, Bruto no eran sino piezas al servicio de la tiranía que estaba por llegar de forma inevitable.
Die Lebenden (The Dead and the Living), de la austriaca Barbara Albert, viene a corroborar que aún queda por superar en Alemania (y Austria) del sentido de culpabilidad por la Segunda Guerra Mundial. Los rescoldos siguen calientes 70 años después. Es un trauma sobre el que se ha vuelto tantísimas veces que aburre. No me interesa a no ser que el acercamiento sea original. Por ejemplo, en la magnífica La cinta blanca (Das Weisse Band, Michael Haneke, 2009), que indaga en los orígenes de aquella barbarie antes de que ocurriera. Aquí, Sita es una joven austriaca con raíces rumanas que tiene indicios de que su abuelo llegó a ser coronel de las temibles SS nazis. El filme narra esa búsqueda en medio una muy previsible historia de amor.
Llueve a mares. La melancolía nos coge desprevenidos y con la cola de un resfriado que no acaba de irse porque el aire acondicionado de las salas vuelve a darle nuevo impulso en cada pase. Tenemos que comprar un paraguas camino al teatro Principal para ver The Love Songs of Tiedan, segundo filme de un chino que responde al nombre de Hao Jie. Aguanto una hora y diez minutos en la sala, pero me podía haber ido a los quince minutos, con la primera canción. No tengo sensibilidad suficiente para apreciar el arte de las canciones tradicionales chinas. Pero además la realización es arbitraria. El exostismo es lo único que salva el filme. Cuando China tome el mando será otro cantar. Los que la defienden ahora dirán que es un cine imperialista. En España la crítica ya hubiera colgado del palo mayor a quien hiciera una película igual, sobre unos campurrios en un pueblo perdido español adornada con canciones folclóricas y bailes regionales.
Edificio España se empezó a rodar en 2007, dos años antes de que Elena Salgado anunciara la aparición de los primeros brotes verdes. Después se descubrió que el color confundió a la ministra.
En el lado opuesto Carne de perro es una película chilena áspera y seca de director también primerizo, Fernando Guzzoni. Me recuerda a la gran Toni Manero, de Pablo Larraín. El filme retrata a un ex milico incapaz de asumir su condición de civil, décadas después de que el país respire sin Pinochet. Un personaje violento de ideología nazi, un soldado del dictador al que desubicó la democracia. Hoy vive solo y apartado de mujer e hija.
En Carne de perro, la cámara sobrevuela el hombro de Alejandro (Alejandro Goic) de principio a fin. Y no se despega de él. Hay destellos de gran director en la puesta en escena. El trabajo actoral es sobresaliente. Es de valorar el mérito del director al mostrarse tan piadoso con su personaje. Guzzoni no lo prejuzga. No hace un panfleto. No exhibe banderas. Nos lo enseña como el hombre desquiciado, desesperado, enfermo, que es. Carne de perro es una apuesta de su director para cerrar heridas. El filme obtendría el premio Kutxa Nuevos Directores del festival. Lo vemos a las 00.00 horas del 26, día de huelga general en Euskadi convocada por el sindicato mayoritario. Por ello mañana solo hay cine en el Kursaal. Hoy fueron cinco películas. Mañana quizá tres.
Miércoles, 26 de septiembre
Es día de huelga. Del festival nos piden que no hagamos cola en el Kursaal hasta que no acabe de pasar la manifestación, que es bien larga. El director Rebordinos aguarda en el hall con miembros de la organización del festival. Hay policías nerviosos custodiando la entrada. Un joven portando una bandera comunista cruza delante del cartel de Lo imposible de Bayona. Demasiados significados para resistirse a intentar una fotografía.
Sorpresa en la sala grande del Kursaal. Antes de la proyección de Rhino Sesion (La estación de los rinocerontes) el director Bahman Ghobadi sale al escenario y pide disculpas por la copia que vamos a ver. La copia “defectuosa” se ve, empero, sin defectos aparentes. Y sobrecoge por momentos. Producida por Martin Scorsese conjuga buen ritmo dramático con momentos de gran intensidad poética. El que más, una lluvia de tortugas como meteoritos, metáfora del que cae y es capaz de levantarse sin poder renunciar a llevar su hogar, su pasado, a cuestas. La salida del poeta de la cárcel, la búsqueda de su mujer Mina, el conocimiento de lo que pasó en su ausencia marcan los giros que hacen avanzar la historia. Ghobadi, exiliado por orden de las autoridades de su país, dijo en el escenario que hizo el filme «para no morir.» Rhino Sesion cuenta la historia de un escritor iraní condenado a 30 años tras el advenimiento de la revolución islámica por venganza de su ex chófer, secretamente enamorado de su hermosa esposa Mina, papel interpretado por una Mónica Bellucci que a sus 48 años exhibe una belleza deslumbrante.
En Io e Te, de Bernardo Bertolucci, los hermanos bailan desinhibidos una conocida canción de David Bowie de 1970, Ragazzo solo, ragazza sola. Duda, deseo, amor, desgarro, intención. ¿Es que se puede pedir más?
La huelga permite un distendido paseo al monte Urgull, desde donde se tienen las mejores vistas de la ciudad más bonita de España después de Las Palmas. Ambas guardan muchas similitudes. No los caracteres de sus paisanos. Tampoco sus niveles de renta. Pero una ciudad con gran playa urbana une más allá de las nubes a aquellos que tienen el privilegio de disfrutarla.
La iraní Parviz, segundo largometraje del director iraní Mayid Barzegar, es el retrato de un gordísimo ni-ni cincuentón que de forma natural torna a psicokiller. Lo van dejando sin ocupación y el personaje, un solterón que ayudaba en distintas tareas en la comunidad de vecinos, decide ponerse violento. El film sigue el estilo del cine que persigue al personaje sin desprenderse de él hasta el desenlace. La escabechina que se intuye tras el negro del final es grande. Aunque quizás todo sea demasiado arbitrario, con un guión con demasiadas preguntas, que son también son lagunas, en el aire.
El chileno Pablo Larraín es otra cosa. Su filme No tiene una virtud poco habitual: muestra su compromiso al minuto de arrancar, desde el título. Basada en El plebiscito de Antonio Skármeta, narra la victoria del “no” en el referéndum de 1989 convocado por Augusto Pinochet para perpetuarse en el poder. Protagonizada por Gael García Bernal en el papel de un publicista separado con hijo, cuenta las estrategias de marketing llevadas a cabo por ambas campañas. Sorprende la prepotencia de los finalmente perdedores, que incumplieron el abecé de estos asuntos entrando al trapo de las provocaciones, siempre a remolque.
El filme está terminado con la estética de video habitual de la época. Larraín logra así que las imágenes de la historia que se nos cuenta se confundan con las reales de ambas campañas y con las de los noticieros de la época. Hasta tal punto se confunden que en el momento en que se muestran las imágenes reales de Augusto Pinochet dirigiéndose en un discurso a la nación y afirmando con sonrisa cínica «si en estos años he hecho algo mal, pido perdón a los chilenos», un espectador enrabietado lanzó un insulto que pudo oír toda la sala. Quizás quería que llegara hasta oídos del dictador fallecido en 2006.
Jueves, 27 de septiembre
La película más esperada del festival llena el Kursaal un jueves a las 9 de la mañana. Lo imposible trata de la salvación de una española y su familia en el tsunami que asoló la costa del sudeste asiático el 26 de diciembre de 2004. La historia aquí es la de un matrimonio inglés residente en Tokyo formado por Naomi Watts, Evan McGregory tres angelitos que en seguida recuerdan a los de la película E.T. (1982) de Steven Spielberg.
¡Cuánto daño nos hizo E.T.! Hay muchas cosas que no funcionan en Lo imposible. Otras que sí. Entre estas últimas, las interpretaciones y la recreación que realiza de la catástrofe. Ver a guapísimos actores y actrices en el papel de triunfadores a los que el mar da un zarpazo es lo que espera el público. Y llorar cuando se salvan. Falla en que cuando entras ya sabes todo lo que va a pasar. Y no sorprende en nada. Me hubiera encantado ver la misma película pero protagonizada por actores y actrices españoles. Y sentir de verdad como el peso de esa ola grande como el Everest les hace cambiar sus vidas, aunque el filme no la muestre.
Lo imposible batió récords de taquilla en España durante su primer fin de semana. Aunque el mérito es irreprochable, hay que recordar que fue un fin de semana con puente y, lo más importante, que esos días en España no había fútbol, negocio omnipresente que es uno de los principales escollos para el desarrollo del país. Y uno de los grandes culpables de la actual crisis. Desde estas líneas reivindico un boicot permanente, sin tregua. Al deporte rey tenemos entre todos que pasarlo por la guillotina. Así debió haber sido desde la época de Santiago Bernabeu.
Aquí y allá, del madrileño Antonio Méndez Esparza, es cine transparente, que es como yo llamo a esas películas de fotografía naturalista que parecen estar narrándose en directo. Es cine también llamado observacional, marca de un cierto tipo de narración contemporánea realizada con pocos recursos sin ser pobre y reivindicativo sin ser panfletario.
El filme del catalán Bayona es cine español de multinacional, heredero de la hendidura que, no casualmente, abrieron un canario, Juan Carlos Fresnadillo, (Intacto, 2001; 28 semanas después, 28 Weeks Later, 2007), y un chileno-madrileño, Alejandro Amenábar (Los otros, 2001; Ágora, 2009). Detrás han venido otros como el gallego Rodrigo Cortés (Buried, Enterrado, 2010; Luces rojas, Red Lights, 2012). Bayona se alinea con la opción de Cortés. Hacer cine español sin signos de identidad del país. O como si fuera americano. Deslocalizado. Con el único compromiso del rendimiento económico. Supongo que el objetivo de ambos es emigrar a Hollywood cuando las circunstancias lo permitan.
De lo que más orgulloso estoy de mi paso por la comisión de Ayudas a la Distribución del I.C.A.A. fue haber logrado que la película La ventana (2008), de Carlos Sorín, obtuviera un pellizco por su difusión en nuestro país. Todo ello con la complicidad de la discreta subdirectora general de Promoción y Relaciones Institucionales, Rosario Alburquerque, que se reveló en el último instante como una admiradora del argentino.
Sorín llega en sección Oficial al 60 Zinemaldia. Con más mar, este también, -como el de Lo imposible– en calma aparente. Aquí mar con tiburones, pero ni rastro de Steven Spielberg. El filme Días de pesca trata de Marco, un padre ex alcohólico que se baja hasta la Patagonia para buscar el perdón de su hija Ana tras años de ausencia. Y conocer de paso a su nieto Gianni. En el camino conocerá a un entrenador de boxeo sin ninguna duda de la victoria de su pupila contra una rival boliviana. También a tres jóvenes colombianos en viaje lisérgico. Es un filme delicado y hermoso, sobre aquellas pequeñas cosas que fueron importantes en la vida, con una muy meritoria interpretación de Alejandro Awada en el papel principal.
En Volver a nacer Penélope Cruz revela una madurez plena. La que ha ido dibujando con meticulosidad de alfarera desde Jamón, jamón (Bigas Luna, 1992) hasta Volver (Pedro Almodóvar, 2006). Aquí se la ve avejentada por primera vez.
A la salida almorzamos –y es la segunda vez- en Izkiña Jatetxea de la calle Fermín Calbetón. Insuperable su sopa de pescado. En la puerta nos hacemos la foto de despedida. Rafa se vuelve a Madrid. Todavía no nos ha llegado nada de la convulsión en la redacción que está acechando a la vuelta de la esquina. En el último momento aparece Fer. No estamos todos los que somos, pero sí somos todos los que estamos.
El franco-griego Costa-Gavras monta en Le capital una delirante farsa sobre cómo los bancos manejan el mundo. Como la de Sorín, aquí también hay tiburones acechando, pero estos visten trajes caros y aman dominar el mundo a golpe de especulación. Costa-Gavras es ovacionado a la salida de la proyección en el Kursaal. Va acompañado del actor Gad Elmaleh, fantástico en su papel de rey de los escualos. Ganan puntos, película y actor, para premio de los grandes. Dos momentos del filme arrancaron insólitos aplausos entre el público. El más memorable, cuando el tío de Marc Tourneuil (el personaje que interpreta Elmaleh) explica en plena comida familiar por qué los bancos chupan tres veces la sangre a los ciudadanos. «No estás muy equivocado», admite el jefe de los banqueros. En esos momentos esta comedia ácida va directo a la yugular.
Se equivoca mucho quien piensa que hacer hoy cine mudo es un mero ejercicio de nostalgia. También es reivindicar el cine en estado puro.
Entre contento y decepcionado salgo del documental König des Comics (Rosa von Praunheim, 2012). Lo primero porque no es poco conocer el recorrido vital de Ralph König, uno de los cartoonist –que diría José- más importantes de Europa. Lo segundo porque el relato es poco imaginativo y banal. Pero yo no sabía nada del alemán más allá de su admiradísima obra, de la que desde que la conocí me convertí inmediatamente en difusor entre el grupo de amigos.
El condón asesino y El retorno del condón asesino fueron mis primeros cómics de König a finales de los 80, mientras estudiaba en Madrid. Correspondían, creo, a las dos primeras entregas que realizó en España Ediciones La Cúpula. Las que con buen olfato comercial sirvieron para popularizarlo en España. Tras ellos, recuerdo especialmente El hombre deseado, Lisísrata, Beach Boys, Pretty Baby y Huevos de toro.
Así que me viene muy bien saber que König nació en el pueblecito del centro-oeste alemán de Westönnen, donde descubrió su homosexualidad durante la adolescencia con su primera novia. Que al poco tiempo tres días en Frankfurt cambiaron su vida. Que antes detestaba a los travestis y a partir de Frankfurt se travestía como el que más, recordando a Pedro Almodóvar en sus primeras películas. Que su éxito comenzó el primer lustro de los 80 con Der bewegte Man (El hombre deseado), que siguieron con Lisístrata y la saga El condón asesino. Que un brasileño le hizo perder unos años el sentido. Que vive feliz, en paz, a sus cincuenta y pico en compañía de su nueva pareja, a la que conoció en una página de contactos gays por Internet. El documental no es nada más. Frío, primario. Le faltan miles de huevos de toro apilados unos encima de otros para estar a la altura del dibujante.
König firmaría la tarde del día siguiente ejemplares en una galería de arte frente al Kursaal. Manuel se compró algunos en la FNAC expresamente para la cita. König obsequiaba a los más afortunados con una viñeta personalizada.
Viernes, 28 de septiembre
Vas al Teatro Victoria Eugenia a ver una de Ken Loach y con la que está cayendo esperas un dramón de proletarios en suburbios ingleses con mensaje político de un golpe de riñón y sin vaselina. Y aciertas en casi todo menos en lo más importante. The Angels’ Share (La parte de los ángeles) te lleva en volandas desde el minuto uno. Y por supuesto que Loach reinvindica, pero el tono que elige esta vez es el de una deliciosa comedia.
El arranque es soberbio, pero mejor se pone cuando la película gira al subgénero de película de timadores. En este caso el atraco se produce en la Escocia profunda y con cuatro jóvenes con antecedentes penales ataviados con la kilt (la clásica falda escocesa) para pasar desapercibidos. De The Angels’ Share destaca el mensaje esperanzador desapasionado, los profundos valores que transmite. Especialmente llama la atención la actuación del novato Gary Maitland en el papel del chico mas descerebrado del grupo. El más aparentemente tonto es justo el que dará la clave para que todo acabe saliendo sobre ruedas.
Tras la película me voy de pintxos y txacolís con el productor Ramón Saldías (Bidart, 1938), primer cineasta profesional contemporáneo de Canarias, que reside en Donostia desde 2003 tras 33 años haciendo cine, o al menos intentándolo, en Gran Canaria.
No, de Pablo Larraín, es un filme que tiene una virtud poco habitual: muestra su compromiso al minuto de arrancar, desde el título.
La catalana Animals (Marçal Forés, 2012), recibida con grandes aplausos en la abarrotada sala 2 del Kursaal por un público muy joven, es una emotiva historia con elementos fantásticos sobre la iniciación (homo)sexual de un chico (Oriol Pla) con novia (Roser Tapias). A Tapias la admiro desde que vi cómo defendía con uñas y dientes uno de los papeles menos gratos que he visto en los últimos años, la quinceañera Almudena de Amar en tiempos revueltos. ¡Bien de sufrimiento!
Animals es búsqueda, temor y desesperanza. El filme se ubica en un colegio bilingüe en zona rural. Así que está justificado que sus personajes hablen entre ellos lo mismo en catalán, español o inglés. Pero la rareza mayor es la presencia de seres que cobran vida en la pantalla. Especialmente el osito de peluche que los actores exhibieron como una copa del mundo tras el pase.
Los bichos son fruto de la imaginación de sus protagonistas. La confusión entre realidad y sueño, imaginación y ficción es marca del filme. Y por momentos perturbadora. Es cine que recuerda a la exitosa Eva (Kike Maíllo, 2011). Y lo más importante, cine joven que recuerda al de cineastas españoles como Carlos Saura en los años setenta. Cine que conecta con los nuevos tiempos. Tan destacable como la cinta en sí misma es comprobar que es un producto de Escándalo Films, productora de la Escac de Barcelona -la escuela de cine de más prestigio de España-, un modelo innovador que desde el cambio de milenio está removiendo los cimientos del cine español. Eso hasta que Cataluña se independice.
El Industry Club celebra en su sede del museo de San Telmo su fiesta de despedida. Es precisamente en el -supuestamente exclusivo- apartado destinado a los que -en apariencia- forman parte de la industria -¿cuál industria?- donde el festival de San Sebastián tiene todo el margen para mejorar. Yo me salto la party con permiso de José, al que fotografío delante del luminoso Kursaal, para ver la que será mi última película de la edición. Entre tanto, allá voló él para volver pletórico a las seis de la mañana después de hacer ronda discotequera con actores, DJs y petisuís.
Io e te (Yo y tú, Bernardo Bertolucci) se hace pegadiza gracias a una potente banda sonora compuesta por canciones de referencia del pop inglés. Lorenzo (Jacopo Olmo Antinori), un chico en los catorce con todos los síntomas que la terrible edad conlleva, decide no irse a una excursión de la escuela y se queda en los cuartos trasteros de su edificio. Allí recibe de casualidad la visita de su hermana de padre, Olivia (Tea Falco, que recuerda mucho a Patricia Arquette), una veinteañera abandonada y yonki.
Esta película de descubrimiento filmada con mucha naturalidad y solvencia por el septuagenario Bertolucci cuenta el mismo tema de Animals pero visto del revés. Aquí también hay desesperanza y dolor, pero también otra cosa que en la anterior no se da: respuestas, verdad. A la una de la madrugada en la oscuridad de la sala a medio llenar, entre un público que como yo se está despidiendo del Zinemalda y la fantástica ciudad que lo acoge hasta el año que viene, vivo uno de los momentos más intensos de los 25 filmes vistos en siete maratonianas jornadas. Los dos hermanos juegan desinhibidos al son de una conocida canción de David Bowie de 1970, Ragazzo solo, ragazza sola. Versión italiana del tema Space Oddity. Duda, deseo, amor, desgarro, intención. ¿Se puede pedir más? ¡Agur Donostia! Un año más, ¡eskerrik asko!
La mia mente ha preso il volo / Un pensiero uno solo / Io cammino mentre dorme la città
I suoi occhi nella notte / Fanali bianchi nella notte / Una voce che mi parla chi sarà?
Dimmi ragazzo solo dove vai, / Perchè tanto dolore? / Hai perduto senza dubbio un grande amore / Ma di amori è tutta piena la città,
No ragazza sola, no no no / Stavolta sei in errore / Non ho perso solamente un grande amore / Ieri sera ho perso tutto con lei.
Ma lei / I colori della vita / Lei / I cieli blu / Una come lei non la troverò mai più
Ora ragazzo solo dove andrai / La notte è un grande mare / Se ti serve la mia mano per nuotare / Grazie ma stasera io vorrei morire / Perchè sai negli occhi miei / C’è un angelo, un angelo / Che ormai non vola più / Che ormai non vola più / Che ormai non vola più
C’è lei / I colori della vita / Lei i cieli blu / Una come lei non la troverò mai più.
Índice de imágenes:
1) Marta en un mirador del monte Urgull. Foto: Luis Roca Arencibia
2) Fotogramas de «Blancanieves», de Pablo Berger.
3) Un momento de «Argo», de Ben Affleck.
4) Luis Roca Arencibia camino al Kursaal. Foto: José Antonio González
5) Chus Lampreave en la fiesta de «El artista y la modelo», de Fernando Trueba/Alta Films. Foto: Luis Roca Arencibia
6) Tres imágenes del Basque Culinary Center con otra de Benicio del Toro en la discoteca Bataplán durante la fiesta de «Blancanieves», de Pablo Berger. Fotos: Luis Roca Arencibia
7) Cartel de «El muerto y ser feliz», de Javier Rebollo, en un expositor junto a la ría de Donostia. Foto: Luis Roca Arencibia
8) Fotogramas de «En la casa», de François Ozon, Concha de Oro del Festival.
9) Cartel de «El impostor», de Bart Layton.
10) Un momento de la película «Aquí y allá», de Antonio Méndez.
11) Dos momentos de «El artista y la modelo», de Fernando Trueba, y dos de la fiesta de la película en el hotel Astoria. Fotos: Luis Roca Arencibia
12) El Kursaal de Moneo a la salida de la película «Foxfire», de Laurent Cantet. Foto: Luis Roca Arencibia
13) Enrique González Macho se fuma un pitillo en la puerta del Aldanondo. Foto: Luis Roca Arencibia
14) Proyección de «Edificio España», de Víctor Moreno, en la sala 2 de los cines Antiguo Berri. Foto: Luis Roca Arencibia
15) Proyección de «Volver a nacer», de Sergio Castellito, en el Kursaal. Foto: Luis Roca Arencibia
16) Una pantalla en blanco. Foto: Luis Roca Arencibia
17) Dos momentos de «Carne de perro», de Fernando Guzzoni.
18) Manifestación el 26-S convocada por el sindicato vasco mayoritariom a su paso por el Kursaal. Foto: Luis Roca Arencibia
19) Bahman Gobahdi se dirige al público del Kursaal 1 antes de la proyección. Monica Bellucci posa en el photocall. Un momento de Rhino Sesion. Fotos: Luis Roca Arencibia / José Antonio González / Promoción
20) Vistas de Donostia. Fotos: Luis Roca Arencibia
21) La manifestación del 26-S pasa por delante de la valla publicitaria de «Lo imposible, de Juan Carlos Bayona. Foto: Luis Roca Arencibia
22) Reproducciones de la revista gratuita «Zinemaldia»: cartel de «Días de Pesca», de Carlos Sorín y portada dedicada a «Animals» de Marçal Forés.
23) Foto de grupo delante del restaurante Izquiña. Un momento de Le capital, de Costa-Gavras; y el director franco-griego y Gad Elmaleh saludan al público en el Kursaal tras el pase del filme. Fotos: Luis Roca Arencibia
24) Un momento del pase de «König des Comics», de Rosa von Prauheim, en los cines Príncipe. Foto: Luis Roca Arencibia
25) Viñeta de Ralph König dedicada a Manuel.
26) Cartel de The Angels´Share, de Ken Loach.
27) Proyección de «Animals», de Marçal Forés, en el Kursaal, y los actores tras el pase. Foto: Luis Roca Arencibia
28) José Antonio delante del Kursaal, a punto de terminar el festival. Foto: Luis Roca Arencibia
29) Un momento de Io e Te, de Bernardo Bertolucci. Foto: Luis Roca Arencibia
30) Despidiéndome el sábado 29 en el aeropuerto de Hondarribia. Foto: José Antonio González.
31) Collage con fotos tomadas durante el Zinemaldia
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Pingback: Memorias del 61 Festival de Cine de San Sebastián, crónica de una inmersión anunciada | Cine, comunicación y viajes desde Canarias
Gracias por evocarnos hermosos recuerdos del cine San Roque de Firgas
Vaya Erramun, de lo que se viene enterando uno!! jaja. Me alegro que haya gustado y espero que el año que viene, si no nos vemos antes, compartamos más rato, aunque sé que eso dependerá más de mí….!!
Luis, te llego el comentario. Me parecio muy buena tu pechada en escribir la cronica, más bien puede resultar un libro. Supongo que te quedaste sin letras en el ordenador. Gracias por nombrame, pero yo soy como los de Bilbao, tengo la edad que me da la gana,jajajaj. Cuando me preguntan, nacimiento etc. respondo 1938, tpfas las fechas, ¡joder! que no entendeis; 1 / 9 / 38, todas las fechas coinciden con el año.
Basarkada
Erramun