El canario Paco Delgado, diseñador de vestuario de «Los miserables», nominado a un Oscar de Hollywood / Al tercer día Delgado resucitó


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Así posaron en exclusiva para la revista Vogue Amanda Seyfried, Eddie Redmayne y Anne Hathaway, con el vestuario diseñado por Paco Delgado para Los Miserables, de Tom Hooper.

El diseñador de vestuario Paco Delgado es Dios.  ¿O por lo menos su hijo? Al menos lo ha sido en España esta segunda semana de 2013.  No la olvidará fácilmente. El primer día (el martes 8 de enero) logró una nominación a los Premios Goya por Blancanieves, de Pablo Berger. El siguiente (era miércoles 9 de enero) otra a los Premios Bafta ingleses por el diseño de vestuario de Los miserables (Les Misérables, Tom Hooper). Y al tercer día (es decir, hoy mismo, se acaba de saber en la comunicación de nominaciones celebrada en el Academy’s Samuel Goldwyn Theater de Beverly Hills, Los Ángeles, Estados Unidos) la guinda final. Ha sido nominado a los Oscar de Hollywood por Los miserables. Tras tres días que para él seguro que han sido de infarto, Delgado resucitó.

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Maribel Verdú se ha declarado entusiasta admiradora del vestuario que Delgado hizo para su personaje de la madrastra de Blancanieves, de Pablo Berger.

El figurinista nacido en Lanzarote (islas Canarias) ha entrado así en el selecto club de la treintena de cineastas españoles nominados al premio de cine más importante de el mundo. Y es el segundo figurinista nacido en España que lo consigue.  Sigue leyendo

El grande perdió, el chico ganó


Por usar un símil futbolero, lo que ocurrió el domingo en el Parque de las Naciones de Madrid durante la 26 edición de los Premios Goya tiene su explicación en que el único director español de los contendientes que juega en la Champions debía ser juzgado por quienes lo hacen en categorías inferiores. Esas son las lógicas que, por otro lado, al manchego Almodóvar seguro también benefician en terrenos de juego de mucha mayor enjundia con compañeros de clase más aventajados que él. El grande perdió / el chico ganó / como ganaron Méndez, Angelito, Palmero y Camurria / frente a rivales de peso mayor es una hermosa estrofa del folclore canario, himno de la Lucha Canaria, usada también comúnmente para reivindicar la capacidad de los pequeños por imponerse a los previsibles favoritos.

Dos fueron las señales inequívocas que confirmarían que los tiros (de pistolas, revólveres, rifles) irían, nunca mejor dicho, por No habrá paz para los malvados y Blackthorn. Sin destino. La primera, la clamorosa no obtención por parte de Almodóvar del premio al Mejor Guión Adaptado a favor de, por primera vez en la historia de los Goya, una película de animación, Arrugas. Que compitan Bollaín, Zambrano y Almodóvar y ganen Ángel de la Cruz, Ignacio Ferreras, Paco Roca y Rosanna Cecchini por Arrugas podía ser quizás justo, pero seguro era un aviso inequívoco. No habrá paz… sí ganó en cambio el Mejor Guión Original. La segunda señal fue el momento en que el premio al Mejor Diseño de Vestuario fue a parar a Blackthorn. El lanzaroteño Paco Delgado merecía sin duda la estatuílla por La piel que habito, aunque el carácter de película de época de la película de Gil podía arrebatarle sobre el papel el premio. El logro de grandes premios técnicos por parte de Blackthorn (Fotografía, Dirección de Arte) ya señalaba que quien ganara al final lo haría al sprint en los tres últimos premios. Y que en la carrera ya no estaba La piel que habito.

Así fue. Banderas no tenía nada que hacer frente a Coronado por la lógica expuesta en su brillante intervención por Santiago Segura (le tocaba a Coronado después de 25 años, como él mismo ha recalcado en declaraciones varias veces), y la Mejor Dirección y Mejor Película fueron, la primera con más mérito que la segunda, también para el filme de Urbizu. Hora de suspiros de alivio, de muecas hieráticas. De sonrisas maliciosas. De buenos y malos perdedores. Siempre es así. Para el prestigio de la Academia, del cine español y eso que llaman la marca España no hay duda que interesaba más el filme de Almodóvar. Pero las lógicas de los académicos son otras. Y tan respetables

Por lo demás, Eva Hache salió de la dificilísima prueba con notable alto y el presidente de la Academia, Enrique González Macho, marcó en su discurso distancias con su predecesor Álex de la Iglesia, que desde las butacas lo escuchaba como un alumno regañado delante de toda la clase. De la Iglesia – genio y figura- no tardó en replicar desde la prensa. Ciertas las palabras de González Macho (y valientes o temerarias), pero como responsable también de la principal distribuidora de cine de España le conviene acelerar la existencia de canales de visionado del cine español por Internet. Porque enfrente tiene a una masa anónima que por mucho que lo expliques con argumentos razonados no va a entender. Su película es otra. Y urge mejorar la relación del cine español con el espectador.

Por cierto, por Twitter Alta Films y Cameo me indicaron ayer que Blackthorn ya está disponible en DVD y Blu-ray. Conviene hacerse con una copia porque contiene algunos de los mejores momentos del cine español durante 2011. Enhorabuena Santana, Ruíz Anchía, de Gaspar, Bilbao, Mateo Gil. Enhorabuena Urbizu, Coronado, Anaya, Cornet, León, Wagener, Agredano…

En 1996 fui script de «La isla del infierno», de Javier Fernández-Caldas, rodada entre Tenerife y Agaete durante 9 semanas y media. Está ambientaba en el siglo XV, en tiempos de la conquista de Canarias. En la imagen, se me ve con la claqueta tapando parcialmente a José Conde (Pepe Conde) a quien conocí durante ese rodaje y cuya muerte este año lamenté como tantos otros. Me alegré de que Pepe fuera recordado entre los que fallecieron en 2011 en la Gala de los 26 Premios Goya. Aquí interpretaba a un capitán algo trastornado que veía en cabalgar a lomos de avestruz una posibilidad de revolucionar los medios de locomoción.

26 Premios Goya: 1, X, 2


Si estos académicos no se han vuelto igual de locos que los romanos de Astérix o una conjunción de astros lo impide, el domingo «La piel que habito», de Pedro Almodóvar, logrará entre 5 y 11 Goyas en la XXVI Gala de los Premios Goya que se celebrará en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid, retransmitida por TVE en directo a partir de las 22.00 horas (las 21.00 horas para los que sintonicemos desde Canarias, Londres o Lisboa). «No habrá paz para los malvados», de Enrique Urbizu, obtendrá un mínimo asegurado de 1 estatuilla y 8 en el mejor de los casos. «Eva», de Kike Maíllo, no menos de 2 y no más de 6. «Blackthorn. Sin destino», de Mateo Gil, entre 1 y 7. Y «La voz dormida», de Benito Zambrano, entre 2 y 5.

Son los premios más importantes del cine español. Y los más prestigiosos según para quien. También son los únicos que permiten cada año una interpretación a vista de pájaro del cine español. Polémicos siempre por la alargadísima sombra que planea sobre el ritmo de la gala, las expectativas este año son buenas por la elección de Eva Hache como presentadora. Su antecesor, Andreu Buenafuente, triunfó en su primera gala hace dos años pero pinchó en la segunda. Nadie ha superado aún el discreto encanto de Rosa María Sardá. 2010 fue mejor año que 2009 en lo que se refiere al dinero ingresado por las películas españolas en taquilla. El 15,3 % de los espectadores que fueron al cine en España vieron cine español. Mejor que durante 2009 pero exiguo. Y eso que la globalización ha abierto el abanico de filmes que pueden considerarse “españoles”. Midnight in Paris, la última de Woody Allen, es a todos los efectos una película española por la participación en la producción de dos empresas catalanas, Mediapro y Versátil Cinema. Llegado a este punto conviene ponerse la bata de viejo profesor de escuela rural y repasar la tabla de multiplicar. A saber: película española es aquella producida total o parcialmente por una empresa productora española. Que la empresa sea de menor o mayor dimensión, que su participación en la financiación del filme sea en mayor o menor medida, que se ruede dentro o fuera de España, total o íntegramente, son aspectos no irrelevantes, pero secundarios.

La taquilla en 2010 fue mejor pues que en 2009, pero lejos todavía de poder considerarse como satisfactoria. Estamos por debajo de la media europea. El cine francés siempre es referente cuando se tratan estos asuntos, por su política de ayudas y por la respuesta del público en salas. En 2011, Francia registró el 41,6% de cuota de taquilla, casi el triple que España. Suecia, por citar un país menos potente en lo que se refiere a su cine, superó también a España con un 19,8%. Italia supera a Francia en número absoluto de entradas vendidas a sus películas, aunque no en el porcentaje de espectadores respecto a su cine. Dato significativo, que hace afilar los dientes de envidia, es que 17 fines de semana de 2011 fueron liderados en Italiana por películas italianas.

Los Premios Goya sitúan como principal favorito a los premios a La piel que habito, de Pedro Almódovar, con 16 nominaciones. Es con No habrá paz para los malvados la única que también obtuvo respaldo del público en los cines. Es mi favorita para ser la vencedora de la noche en número de estatuillas. También, para ganar los dos premios más importantes, Mejor Película y Mejor Dirección. La vuelta de los hermanos Almodóvar a la Academia en abril del año pasado y la feroz crítica que recibió tras su estreno en mayo en el Festival de Cannes y en salas en septiembre por el principal crítico de cine del más importante medio de prensa del país pueden contribuir a apuntalar su triunfo. Por calidad lo merece. Escribí una reseña en este mismo blog sobre el filme en septiembre pasado.

Los Goya han dado la espalda con justicia a la película española que mayor recaudación obtuvo en 2011, Torrente 4, de Santiago Segura. La cuarta entrega de la saga, la más taquillera también por la proverbial astucia de Segura (en este caso para apuntarse al 3D en el momento oportuno) es también la menos interesante, excesos escatológicos aparte. Su arranque es prometedor, pero es decepcionante salir del cine con la certeza de que la mejor secuencia del filme es precisamente la primera.

No habrá paz para los malvados, de Enrique Urbizu, se coloca como segunda opción para los académicos españoles. Es un buen filme que sin embargo se oye con un sonido ajeno. Y ampuloso. De sus 14 nominaciones, apuesto por que obtenga una de las principales, la de Mejor Interpretación Masculina Protagonista, para José Coronado. Cuando el filme se presentó en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián el actor madrileño ya era uno de los favoritos. Coronado obtuvo hace poco el premio Forqué de los productores españoles. Es un actor con reconocimientos pendientes. Apesta a Goya, si esta expresión se puede usar sin que suene despectiva. El Mejor Interpretación Masculina de Reparto irá directo a Lluís Homar por su papel del androide Max en Eva. Jan Cornet es mi favorito a Mejor Actor Revelación por su Vicente de La piel que habito.

La catalana Eva, de Kike Maíllo, es la gran sorpresa del año con sus 12 nominaciones. Las merece. El premio a la Mejor Dirección Novel para Maíllo está cantado. También el de Mejores Efectos Especiales, trabajo de Arturo Balseiro y Lluís Castells, que además de estar perfectamente logrados desde un punto de vista técnico, tienen la virtud de ser originales y delicados. Martí Roca, Sergi Belbel, Cristina Clemente y Aintza Serra son mis favoritos para el Mejor Guión Original, con permiso de Woody Allen, que compite por Midnight in Paris. En cualquier caso, si cuando este premio se otorgue no lo ganan los representantes de No habrá paz para los malvados significará la garantía de que será la noche de los Almodóvar en los dos premios principales. El premio al Mejor Guión Adaptado se lo auguro a Pedro Almodóvar por La piel que habito, salvo tremenda sopresa si se le impone la adaptación del comic de Pablo Roca en la película de animación Arrugas.

Blackthorn. Sin destino (Mateo Gil, 2011) es la cuarta película del año según los Goya, con 11 nominaciones. En taquilla fue peor que mal, aunque más por su fatídico estreno durante la polvajera estival que por las posibilidades de un filme valiente, rodado en Bolivia, que recupera la historia del mítico Butch Cassidy como si no hubiera muerto. Tiene serias opciones para varias estatuillas en premios técnicos. Juan Antonio Ruiz Anchía es mi gran favorito a la Mejor Dirección de Fotografía, pero para obtenerlo tendría que superar nada menos que a José Luis Alcaine (La piel que habito). Si lo logra, el fotógrafo vasco afincado en Hollywood obtendría su segundo premio tras el de Mararía (Antonio Betancor, 1997). Andrés Santana, productor de Mararía, tiene también las mayores opciones sobre el papel a recibir el premio a la Mejor Dirección de Producción. En los últimos años, los premios -no así las nominaciones- se le han vuelto esquivos al canario. Con su trabajo en Blackthorn. Sin destino podría resarcirse. Toni Carrizosa, por Eva, debería ser su principal rival. Para Santana, sería su tercer Goya. En el apartado de Mejor Música Original, Lucio Godoy podría obtener el tercer Goya de la película del canario Gil. Como Ruíz Anchía con Alcaine, para lograrlo el argentino Godoy debe ser capaz de superar al siempre favorito Alberto Iglesias, que está en la terna con La piel que habito. De ganar, Iglesias obtendría su Goya número 10. Alcaine lleva 5. Finalmente, el Goya al Mejor Montaje podría ir también a parar a David Gallart por Blackthorn. Pablo Blanco, por No habrá paz para los malvados, es su mayor contrincante. No me atrevo a dar favoritos para la Mejor Dirección Artística. Compiten las cuatro favoritas. Y las cuatro hacen trabajos de gran altura.

Un canario, Paco Delgado, es el mejor posicionado para obtener el Goya al Mejor Diseño de Vestuario por La piel que habito. Es su cuarta nominación y este sería su primera estatuilla. Tiene a su favor dos cuestiones: no rivaliza con costosas películas de época que suelen ser las destinatarias de este premio y su funda/prótesis del personaje interpretado por Elena Anaya -implante de personaje que dirían los guionistas profesionales- define como ningún otro elemento la película. Sin apenas margen para las sorpresas, María León obtendrá el Goya a la Mejor Actriz Revelación por su Pepita en La voz dormida. Ya fue ganadora incontestable en el festival de San Sebastián. Aunque esta categoría está reñidísima. Blanca Suárez (La piel que habito), Michelle Henner (No tengas miedo) y Alba García (Verbo) son sus rivales. Al menos las dos primeras cuentan con igual mérito para obtenerlo. Descartada por mejicana Salma Hayek en el premio a la Mejor Interpretación Femenina Protagonista –los actores académicos no suelen premiar a extranjeros- y Verónica Echegui por el estreno tardío de su película (Katmandú, Iciar Bollaín, 2012), el combate por este Goya se libra entre Elena Anaya (La piel que habito) e Imma Cuesta (La voz dormida). Mi debilidad por la actriz palentina desde Familia (Fernando León de Aranoa, 1997) me hace no sólo no dudar, sino además hacer todo tipo de fuerzas para que sea ella la que se lo lleve a casa.

Una granadina afincada en Canarias, Carmen Agredano, parte como favorita para el Goya a la Mejor Canción Original por su Nana de la Hierbabuena, que Imma Cuesta canta con poco veraz quejío en La voz dormida (Benito Zambrano, 2011). Frente a Agredano, tres canarios de El Hierro -Jorge Pérez; Borja Jiménez; Patricio Martín – podrían arrebatarle el premio por el rap Nuestra playa eres tú de Maktub (Paco Arango, 2011). Menos pegadizo (y mejor promocionado) es el rap de Verbo (Eduardo Chapero-Jackson, 2011), interpretado por Nach, principal obstáculo para que un Goya a una categoría musical caiga por primera vez del lado de Canarias.

La categoría de Mejor Interpretación Femenina de Reparto cuenta con similar panorama que el de Mejor Canción Original. Dos canarias, Goya Toledo (Maktub) y Ana Wagener (La voz dormida) compiten frente a frente. Para la lanzaroteña Toledo es su segunda nominación tras la de Actriz Revelación por Mararía. Y la primera que cuenta con opciones reales. Wagener cuenta con las mejores opciones. Es su tercera nominación. Sería también su primer Goya. Maribel Verdú (De tu ventana a la mía, Paula Ortiz, 2011) y Pilar López de Ayala (Intruders, Juan Carlos Fresnadillo, 2011) son las otras dos contendientes. Añadir que esta es para la película del canario Fresnadillo su única opción posible de recibir una estatuilla (en los Efectos Especiales ganará con merecimiento Eva).

Bonito combate entre personajes se presenta en los cuatro filmes que optan a la Mejor Película Documental. Morente, Garzón, Miquel Barceló y Manuel Cortés, como acertadamente adelantó Rocío García en El País. No puedo opinar sobre filmes que no he visto. Sólo sé que la cuota catalana ha sido determinante en esta categoría en los últimos años. Ejemplo de esto son las derrotas en dos ocasiones por parte del productor Andrés Santana frente a sendas producciones de esta comunidad sobre el Alzheimer, Bicicleta, Cuchara, Manzana (Carles Bosch, 2010) y Bucarest, la memoria perdida (Albert Solé, 2008). También, que Isaki Lacuesta compite con El cuaderno de barro, nada menos que el filme complemento al que en 2011 ganó la Concha de Oro en el último Zinemaldia, Los pasos dobles. Lacuesta es el director con la fidelidad en el voto más asegurada por su condición de “moderno maldito” (o “¡maldito moderno!” según para quien). Pero el filme sobre Miquel Barceló tiene enfrente nada menos que a Isabel Coixet y Baltasar Garzón (aunque sin que el efecto inhabilitación haya llegado a tiempo para contar en el voto), y a Enrique Morente, cuya polémica muerte en diciembre de 2010 conmocionó a sus admiradores.

También sobre el papel y por la trayectoria del filme, parece que Arrugas (Ignacio Ferreras, 2011) ganará la Mejor Película de Animación. Está estrenada en salas y se presentó con notable éxito en el pasado Festival de San Sebastián. El premio al Mejor Cortometraje de Ficción irá, a mi juicio sin merecerlo, a Matar a un niño, de los hermanos José y César Esteban Alenda. Escribo sin merecerlo porque los tres que he visto tienen un nivel similar –buena calidad técnica y muy poca originalidad- y el peso de las influencias, o el marketing, en las categorías pequeñas pesa más que en las demás. El corto de los hijos del para muchos de los de mi generación mítico productor y distribuidor José Esteban Alenda, primer Oscar del cine español con Volver a empezar (José Luis Garci, 1982), tiene ínfulas experimentales. Finalmente, la Mejor Película Europea apuesto que será, con total merecimiento, para The Artist (Michael Hazanavicius, 2011). Enfrente solo Melancolía de Lars von Triers, triunfadora en los premios de la Academia Europea, puede hacerle frente.

Los olvidados de esta edición -dejando de lado a todo ese cine que cierta crítica llama “invisible” (precisamente ser invisible en salas ya los descarta para estos premios de forma automática)- son claramente dos: No tengas miedo e Intruders. El primero, sin estar a la altura de los mejores de Montxo Armendáriz, es un filme de muy buena factura, desasosegante y valiente. Se ha debido conformar con una nominación (Michelle Henner). La película de Juan Carlos Fresnadillo, con dos nominaciones, pagó en cambio su decidida vocación internacional. El propio cineasta lo confesó en la entrevista que mantuvimos recientemente en el TEA: debieron titularla Intrusos para el mercado español e Intruders para el internacional. Porque el filme que inauguró la pasada edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián es claramente español a pesar de que su protagonista sea el británico Clive Owen. Y de los pocos ejemplos de películas españolas que este año han podido estrenarse en pantallas internacionales. Menos original que Eva y Blackthorn, sin duda; menos personal que La piel que habito, también. Menos racial que No habrá paz para los malvados y La voz dormida, otro tanto de lo mismo. Pero a excepción de la de Pedro Almodóvar y Mateo Gil, con más capacidad para colocarse en pantallas internacionales que todas las demás juntas. Se merece más. Más en tiempos de crisis.

Arriba, gráfica que muestras las posibilidades de cada película para los premios que se entregan el próximo domingo.

La imagen del centro de esta entrada muestra de forma gráfica todos los finalistas de esta edición. Sus afiches están repetidos tantas veces como nominaciones tiene cada filme.

Más fondo de armario: Entrevista a Mateo Gil


La primera entrevista que se le hacía al cineasta Mateo Gil en un medio de Canarias la firmé mientras colaboraba con la desaparecida revista Anarda. La publicación -financiada por el empresario Jaime Cortezo- la dirigía entonces José Antonio Alemán, de la sección de Cultura se encargaba Pedro Schluetter y yo compartía la sección de cine con Gregorio Martín Gutiérrez. Desde septiembre de 1999 hasta mayo de 2000 colaboré de esta forma en nueve números hasta que un cambio en la dirección empujó al leonés Sergio Cao a la dirección y a mí a la coordinación y edición de las páginas de Cultura, que llevé a cabo durante 9 números entre julio de 2000 y abril de 2001. La etapa concluyó unos números después de la llegada de Laly Sánchez al frente de la dirección de la publicación. La revista se siguió editando, al menos, hasta agosto de 2003.

Mientras Martín Gutiérrez se ocupaba más de asuntos teóricos sin vínculo con las islas, mi compromiso con el sector en el archipiélago me hacía interesarme principalmente por temas relacionados con los cineastas canarios. Promoverlos a través de la prensa se había hecho de manera muy precaria. Y era esencial hacerlo con solvencia y contundencia para dar visibilidad a una actividad que carecía de espacio frente a otras disciplinas culturales que contaban con el favor de la prensa. Después de haber dirigido el área Audiovisual del Gobierno de Canarias, el área de Cine del Cabildo de Gran Canaria, trabajado en largometrajes y cortometrajes y colaborado en diversos medios de comunicación de prensa escrita y televisión, tenía muy madura esta idea de promoción del cine favoreciendo el desarrollo de un tejido profesional que al poco tiempo inspiró mi trabajo al frente del Foro Canario del festival de cine de Las Palmas, en la segunda edición.

Volviendo a Mateo Gil y al año 2000, ahora ocurría que un director canario residente en Madrid sin vínculo con las islas más que el propio de haber nacido y crecido aquí se enfrentaba a su primer largometraje, un thriller de jugadores de rol ambientado en la Semana Santa sevillana. Una gran oportunidad. Hoy, la segunda película de Mateo Gil “Blackthorn. Sin destino” está nominada a 11 premios Goya, mérito que la sitúa en cuarta posición de las preferencias de los académicos, tras «La piel que habito» (Pedro Almodóvar), «No hay paz para los malvados» (Enrique Urbizu) y «Eva» (Kike Maíllo). Un enorme éxito que contrasta con la muy pobre acogida del filme en salas comerciales. De hacer un cine de calidad que no necesariamente esté al servicio de la taquilla habla Mateo Gil en esta entrevista. Pero también de otras muchas cosas. Se publicó en enero de 2000 en el número 14 de la revista Anarda. Espero que la disfruten.

Mateo Gil, director de cine: “Me daba vergüenza admitir que quería ser cineasta”

He visto Esposados [Juan Carlos Fresnadillo, 1996] y La Raya [Andrés Koppel, 1997] y me parecen dos cortos magníficos. Pienso que es inevitable que la industria esté centrada en un sitio, pero también estoy convencido de que se puede hacer cine en cualquier lado.” La pregunta es inevitable. Mateo Gil (Las Palmas de Gran Canaria, 1972) es, hoy por hoy, el director canario que mejor posición ocupa en la industria cinematográfica española. “Veo más difícil que se cree un industria en las islas. Lo que se puede hacer es apostar por la formación actoral y técnica. Potenciar el que se conviertan en un gran centro de formación y también en un gran decorado para producciones. También hay que generar iniciativas culturales que fomenten y expandan el aprecio hacia este oficio. En este sentido, la idea de poner en marcha un festival de cine en Las Palmas de Gran Canaria me parece excelente.”

Íntimo amigo de Alejandro Amenábar y estrecho colaborador suyo en dos de los grandes éxitos del cine español de los noventa, Tesis (1996) y Abre los ojos (1997), dibujó trazos de gran cineasta en Allanamiento de morada (1998), su primer cortometraje. A finales del pasado mes de noviembre estrenó Nadie conoce a nadie, un largo que él define como “un thriller psicológico que habla, sobre todo, de la desorientación en la que vive la gente hoy en día. Sin creencias religiosas y sin referentes claros ni políticos ni sociales. O, como escribió Juan Bonilla en la novela en que está basada, “sin una guerra en la que caerse muerto.”

Le leo una cita. Mankiewicz dijo que los críticos son «tan esenciales para la obra de arte como las hormigas en un almuerzo en el campo.” Suelta una carcajada. “Las críticas son necesarias. No sólo es importante que se vea cine, sino también que se hable de él. Claro que con el volumen actual de películas muchos críticos tienden a la generalización. Pero eso es inevitable. La crítica es necesaria y no hay que tomársela muy en serio. Yo, por Nadie conoce a nadie he recibido malas, y duelen en el alma. Pero también buenas. Esas te ponen las cosas en su sitio.”

“Hay que reivindicar el cine sin taquilla. Si no creyera que el cine es, fundamentalmente, arte, no me dedicaría a esto.”

¿Qué fue lo que más te preocupó al escribir el guión? En sus orígenes se me encargó para que lo rodara un director consagrado. Por ello me preocupé muchísimo de crear una trama potente, con mucho suspense y mucha acción. Después, cuando acepté dirigirlo, me lo fui llevando más a mi terreno, incorporando elementos propios. Allanamiento de morada la escribí a la inversa. Partí de una idea y unos personajes y lo tuve escrito en un fin de semana. Quizás esta sea la manera más acertada. En todo caso, son las historias las que te van marcando el proceso. Eso es prácticamente incontrolable.

¿Y el mayor obstáculo al que te enfrentaste en el momento del rodaje? Un rodaje es una constante carrera de obstáculos con un denominador común: la lucha contra el tiempo. En Allanamiento de morada me preocupé sobre todo de la interpretación de los actores. En Nadie conoce a nadie mi prioridad fue, en medio de esa lucha, que ningún elemento de la película (cámara, interpretación, decorados, vestuario, música, sonido…) estuviera desequilibrado con respecto a los demás.

Mateo Gil no es de los que afirman que lo del cine lo tuvo claro desde siempre. “No hubo un momento que yo recuerde en concreto, una chispa. Ocurrió a lo largo del bachillerato. Lo curioso, en mi caso, es que no se lo decía a nadie. Cuando estaba en Madrid estudiando Imagen y me preguntaban, decía que estudiaba periodismo. Me daba vergüenza admitirlo. Me sentía como una persona de pueblo –viví hasta entonces en el barrio de El Calero, en Telde- y lo del cine lo veía como algo inalcanzable.” En abril, le comento, Víctor Erice (El espíritu de la colmena, El sur, El sol del membrillo) levantó acta oficial de la muerte del cine como arte: “Ahora se hace industria pura y dura y su máxima expresión, la taquilla como punto de referencia.” Frente a la ingenuidad del cine de antes el director vizcaíno opuso la inmersión del séptimo arte en el “gran monstruo audiovisual de los tiempos actuales, una magma trufado de publicidad y susceptible de caer bajo los efectos nocivos de la televisión.” “Tiene razón, pero es una valoración demasiado peyorativa. Es cierto que el cine de hoy ha perdido la ingenuidad, y eso es malo. Hay que reivindicar el cine sin taquilla. Si no creyera que el cine es, fundamentalmente, arte, no me dedicaría a esto.”

¿Imitar al cine norteamericano es la salvación del cine español y europeo? Es que pienso que el concepto de “norteamericano” es muy difuso. Mi película es profundamente española, al igual que las de Amenábar, y a ambos se nos ha tachado de hacer un cine ‘a la americana’. Creo que esto no tiene mucho sentido. Lo realmente importante es que sea un cine de calidad.

Se expresa con la claridad de quien sabe de cine desde dentro, pero también con sensatez para reconocer que su maratón particular no ha hecho más que empezar. “Claro que tengo proyectos para rodar en Canarias, pero mi primer objetivo es asentarme en Madrid. Es la única manera de poder elegir. Ahora no tengo nada sobre la mesa. Por lo pronto, me gustaría cambiar de registro. Una historia de amor tal vez. Una comedia seguro que no. Me parece el género más complicado y todavía no me siento capaz de afrontarlo.” Por lo pronto, con solo veitisiete años, Mateo Gil ya ha conseguido entrar en el estadio. Muchos otros atletas se siguen empujando para entrar. Muchos más lo dejaron en el camino.

Índice de imágenes:

1) La entrevista, tal y como salió publicada, ocupó una página y una columna de la revista.

2) Eduardo Noriega y Natalia Verbeke en una imagen promocional de «Nadie conoce a nadie». En la película actuaban también Jordi Mollá y Paz Vega.

3) Portada de la revista Anarda donde fue publicada la entrevista.

Almodóvar: El laberinto habitado


“La piel que habito” (Pedro Almodóvar, 2011). Hace treinta años Pedro Almodovar rodó “Laberinto de pasiones”, su primera película de hechura profesional, segundo largometraje de su carrera tras “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón” (1980). La película sobre los traumatizados Riza Niro (Imanol Arias) y Sexilia (Cecilia Roth) en el Madrid de la movida fue la primera en la que el manchego trabajó con Antonio Banderas (en aquel caso terrorista tiraní) y la única de las del de Calzada de Calatrava en la que participó el canario Andrés Santana (jefe de producción). 30 años después, ahí sigue Banderas (Hollywood mediante), la cuota canaria del hoy productor de “Blackthorn” ha sido sustituida por el figurinista Paco Delgado en el diseño de vestuario (con agradecimiento en los créditos a Jean Paul Gaultier) y las constantes del laberinto estético y narrativo almodovariano siguen igual de vivas, solo que con millones más de espectadores y un prestigio que no conoce límites. “Laberinto de pasiones” entronca además de forma directa con “La piel que habito”, pues contiene la primera operación de cirujía plástica de su cine –rudimentaria pero decisiva, convierte a la hasta entonces apocada Queti (Marta Fernández Muro) en Sexilia, librando a ésta de las rémoras derivadas de su ninfomanía-. Es pues, claro aviso de la obsesión del manchego por el intercambio (de pieles, roles, sexos) que en su último filme acaba por convertirse, junto con el mal, en tema central.

No hay otro director español que despierte la misma expectación ante cada estreno. Por eso, la crítica del viernes pasado de Carlos Boyero en El País (siempre hubiera quedada mejor publicada en El Mundo) solo puede leerse como la del desgañitado en su laberinto de filias y fobias, aunque también pudiera ser un mensaje a sus jefes para acelerar la prejubilación. Si Boyero hubiera hecho daño a la recaudación de la película número 18 del manchego con su texto (hasta el momento de publicar este post contabilizaba 217.000 visitas) solamente sobre su conciencia y prestigio debería recaer el peso. Lástima que también recaiga sobre el prestigio del diario que le paga. Boyero vino a llenar el hueco de Ángel Fernández-Santos y constituye una evidencia más de que el periodismo (tampoco el de opinión) no es lo que era. “La piel que habito” es, mal que le pese al muy ególatra crítico, efectivamente una de las mejores obras del manchego. El tiempo lo dirá. Quizás el inicio de un nuevo giro, más introspectivo y profundo, en su carrera. Con ella, algo hace pensar que Almodóvar empieza a ver su propia muerte en el horizonte.

Da ternura ver al hermano y productor Agustín Almodóvar en “Laberinto de pasiones” como compinche de Banderas a la caza y captura del heredero al trono tiraní Riza Niro y treinta años después en “La piel que habito” vendiendo con su hijo las ropas de la esposa nuevamente huída. Lo mismo que se agradece ver reducidos a la expresión menos que cero los tics del actor español más internacional. Gracias a ello, Banderas sale airoso de un papel complicadísimo que otro actor de mayor enjundia hubiera llevado a cotas memorables. Pero son las rémoras del manchego, que bien haría ya por cumplir lo que ha prometido, lanzarse a una producción internacional de verdad, no con lo mejor del cine español, sino del cine mundial. Cuando lo haga, su cine alcanzaría alturas que ni él mismo imaginó.

“La piel que habito” es seguro la película más oscura de Almodóvar gracias también a los violines chirriantes, chorreantes, del oscarizado Alberto Iglesias y al fotógrafo José Luis Alcaine (su trabajo fue premio a la Mejor Fotografía en el Festival de Cannes), profesionales de quien cualquier cosa que se diga a estas alturas sobra. Sólo un pero, más achacable seguramente a Almodóvar que al fotógrafo nacido en Tánger: esos planos inclinados reforzando el expresionismo gótico de la historia están de más a mi juicio. Pero “La piel que habito” es también una película luminosa si la analizamos desde la perspectiva de las constantes que el manchego repite y desarrolla de forma machacona desde “Pepi, Luci, Bom…” y que apuntalan con contundencia de mortero el éxito de su cine: una arriesgada y acertada elección del elenco de actores; una enrevesada trama que va desvelándose hasta el inesperado final; la canción como momento de reposo sublime; personajes extravagantes y exóticos; una dirección de arte (decorados, atrezzo, vestuario, maquillaje, peluquería) personal y exigente; y sexo a mansalva con buenas dosis de morbo.

“La piel que habito” es una de las mejores obras del manchego. Quizás el inicio de un nuevo giro, más introspectivo y profundo, en su carrera. Algo hace pensar que Almodóvar empieza a ver su propia muerte en el horizonte.

Elena Anaya (Vera), Bárbara Lennie (Cristina), Blanca Suárez (Norma), Jan Cormet (Vicente) dan fe de la espléndida generación de actores españoles del cine actual, deudores de grandes cómicos históricos. Es una generación que en muchos casos se bate el cobre en series de televisión de escaso encaje cinéfilo y que se encuentra a nivel profesional décadas por delante de nuestros atrofiados políticos, algo similar a lo que ocurre con los deportistas. Brillan en “La piel que habito” a un nivel insuperable. De los de antes, Marisa Paredes (Marilia, ¿Alguien duda del paralelismo de este nombre con el de Sexilia de «Laberinto de pasiones»?) está en uno de sus papeles más sobrios y la falta de afectación la favorece. En cuanto a los personajes extravagantes y veraces, donde en “Laberinto de pasiones” brillaba Fabio McNamara desde la primera secuencia aquí lo hace el tigre Zeca (Roberto Álamo). Su acento e interpretación confunden al espectador hasta que el filme avanza. Sus frases (“¡al aire libre no! estoy harto de follar al aire libre”), tan esperadas en los filmes del manchego como las apariciones fugaces de Hitchcock en los suyos. Otra memorable de las muchísimas de Almodóvar es “¡Ay, Cristal, a veces pienso que solo tienes sensibilidad en el chocho!” que le dice Juani (Kiti Manver) a la prostituta Cristal (Verónica Forqué) en “¿Qué he hecho yo para merecer esto?” (1984).

La trama de “La piel que habito” es enrevesada y sin embargo nítida a pesar de las idas y vueltas en el tiempo. Y está llena de sombras que la favorecen. La más estremecedora, la propia confusión sobre la culpabilidad de Vicente (Jan Cormet) en la violación de Norma (Blanca Suárez), lo que impulsa su secuestro. Bien es cierto que Robert Ledgard (Antonio Banderas, ¿homenaje al gran Kiko?) solo necesitaba cualquier excusa, pero bueno hubiera sido que hubiera estado mejor justificada desde un punto de vista moral, pues Ledgard y Vicente son víctimas de sendos malentendidos. Nada en la historia es arbitrario salvo quizás el origen brasileiro de los protagonistas. Pero este exotismo estaba también en el origen tiraní de la reina Toraya y Riza Niro de “Laberinto de pasiones”. “La piel que habito” tiene por otra parte uno de los mejores finales del manchego con el de “Átame” (1991). En aquel caso irradiaba emoción ver y escuchar a Loles León, Victoria Abril y Antonio Banderas cantar el “Resistiré” del Dúo Dinámico en el coche carretera a través. En este caso, por lo imprecedible y también por la ambigüedad que plantea al espectador: ¿es más feliz para el/la protagonista el final con asesinato de su creador y reencuentro con su familia o asumiendo el rol y viviendo con su querido Frankenstein de por vida? ¿Si el final fuera la primera opción, acabaría Vicente/Vera (Jan Cormet/Elena Anaya) finalmente emparejado con Cristina (Bárbara Lennie), como había sido su deseo cuando era un chico y no tuvo opción por la homosexualidad de ésta?

“Por el amor de Amar” es el tema estelar del nuevo filme de Almodóvar, interpretado por Concha Buika. A nadie se le escapa que la elección de una intérprete negra en un filme sobre la piel como funda del alma no es accidental. El tiempo dirá si brillará a la altura de los interpretados por Miguel Bosé/Luz Casal en “Tacones Lejanos” (1991) o el “Volver” de Estrella Morente en el filme de 2006. Sus primeros versos son hermosos. En “Laberinto de pasiones”, en plena movida, el registro era bien distinto: “Gran Ganga” [calamares por aquí/boquerones por allá/ahhhhhhhhhh], interpretado en playback por Imanol Arias aunque cantado por el propio Almodóvar y McNamara. La elección de los temas musicales, central también en el éxito de sus películas, se ha ido depurando desde el punky-pop de “Pepi, Luci, Bom…” (solo pienso en ti, murciana/porque eres una marrana) y la canción española (“La bien pagá” de Miguel de Molina en “¿Qué he hecho yo para merecer esto?” (1984), interpretada en playback por el propio Almodóvar) hasta los boleros latinos (“Espérame en el cielo”, por Mina, en Matador (1985) y la música brasileña. En “Hable con ella” (2002) el “Currucucucú paloma” versionado por Caetano Veloso marca otra de sus cimas más estremecedoras.

Y finalmente, sexo. Mucho, sin tapujos y morboso como es costumbre en el antiguo empleado de Telefónica. Explícito, implícito, verbal y anal. Libre en todo caso.

En “Laberinto de pasiones” Almodóvar firmaba como decorador además de director y guionista. La dirección de arte es una de las marcas más distintivas de su universo. Su pasión por los colores básicos y el diseño extravagante o de tendencia, sea en objetos, peinados o maquillaje, son evidentes desde este filme y alcanza cotas máximas en “Mujeres al borde de un ataque de nervios” (1988) y “La flor de mi secreto” (1995). En “La piel que habito”, el maquiavelismo de Robert Ledgard invita a la contención cromática en la decoración de la lujosa residencia El Cigarral. La elección se centra en muebles, lámparas y cuadros. Aspecto directamente relacionado con el arte del filme es la elección del cartel. Finalmente, la productora El Deseo se ha decantado por el más americano (en el sentido de comercial) de las 18 películas hasta hoy del manchego, una imagen frontal de los dos personajes protagonistas, él levemente desenfocado en segundo término, ella enfundada en su máscara, que tiene antecedente solo en el de “Hable con ella” (2002), también la imagen de los dos rostros protagonistas, en este caso de perfil Leonor Watling y frontal Rosario Flores, pero fuertemente reforzados estéticamente con los colores rojo y azul. Contrasta el minimalismo del cartel de “La piel que habito” con aquel que diseñara el mítico Iván Zulueta para “Laberinto de pasiones”. Otras versiones de cartel anteriores al definitivo que se pueden rastrear en Internet se acercan más a una estética más identificada con ‘lo tradicional almodovariano’.

Y finalmente, sexo. Mucho, sin tapujos y morboso como es costumbre en el antiguo empleado de Telefónica. Explícito, implícito, verbal, anal. Libre, descarnado, descarado en todo caso, como en uno de los mejores momentos del filme, cuando el doctor Ledgard sale a buscar a su hija por el jardín del pazo donde se celebra una fiesta y se topa con los invitados más jóvenes de la celebración follando en grupo en el jardín. Pero sin duda la piel es razón poderosa que justifica perturbadoras imágenes. En “La piel que habito”, el momento más turbador se logra cuando Robert manipula la funda que es una reproducción realista a escala del cuerpo femenino sin cabeza. En un cine mundial donde el último tabú es mostrar planos explícitos de los genitales, tabú que poco a poco comienza a romperse y que el que suscribe este texto no le augura una década más, Almodóvar, como ya lo hiciera en “Hable con ella” –en aquel caso construyendo una vagina de cartón piedra gigante-, lo sortea de forma tan impúdica como elegante. Y es que a pesar de no dejar ser un maniquí en apariencia inocuo (la piel donde todo este tiempo ha estado habitando Vicente/Vera), Almodóvar sabe de muy buena tinta que buena parte de la audiencia –especialmente la masculina- concentrara su natural imaginación córvida en la repelada hendidura del personaje interpretado por Elena Anaya. Que es como decir en el sexo de la actriz misma.

(Las imágenes que acompañan este texto, de arriba a abajo: afiches de «Laberinto de pasiones» y «La piel que habito»; Antonio Banderas con Imanol Arias en «Laberinto de pasiones» y Banderas, de espaldas, delante de la prensa gráfica durante la presentación en el pasado Festival de Cannes de «La piel que habito»; Blanca Suárez (Norma) y Antonio Banderas (Robert Ledgard) en un momento de «La piel que habito»; Roberto Álamo (Zeca) y Marisa Paredes (Marilia) en un momento del filme; Banderas y Elena Anaya (Vera) en «La piel que habito»).